Ramón de España - El manicomio catalán
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- Libro:El manicomio catalán
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2013
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El manicomio catalán: resumen, descripción y anotación
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«En nuestra sociedad, el hombre se debate
entre el deseo de participar y las ganas
de que le dejen en paz».
T HOMAS B ERNHARD
«I see a clinic full of cynics
who want to twist the people’s wrist.
They’re watching every move we make,
we’re all included in the list.
The lunatics have taken over the asylum,
take away my right to choose.
The lunatics have taken over the asylum,
take away my point of view».
FUN BOY THREE
En este libro cargado de humor e ironía, Ramón de España, un barcelonés que no comulga con el nacionalismo, reflexiona sobre el delirio nacionalista de Cataluña, un país con más presidentes por metro cuadrado que ninguna otra nación. Se pretende dar voz a quienes creen que en Cataluña todo se ha hecho de la peor manera posible desde los tiempos de la Transición, frecuentemente con el beneplácito del gobierno español. El objetivo es informar al común de la ciudadanía de cómo el nacionalismo ha trabajado a fondo para imponer el control social en Cataluña. En ese sentido, la manifestación abiertamente independentista de la Diada del 2012 no debe considerarse la conclusión lógica a más de treinta años de trabajo duro por parte de Pujol y los suyos con la ayuda de los partidos independentistas minoritarios y de quienes más deberían haberse significado en ofrecer alternativas al nacionalismo, los partidos de (supuesta) izquierda como ICV y, sobre todo, el PSC, entrañable pandilla de acomplejados —siempre preocupados por si son o no son lo suficientemente catalanistas—. Para entendernos: lo que inició Pujol lo continuó Maragall y lo remató Montilla.
De la misma manera que la izquierda no ha sabido o querido plantar cara al nacionalismo, la prensa se ha plegado rápidamente a las exigencias del régimen. Así también muchos viven de la patria: escritores, periodistas, directores de cine, economistas, filósofos, actores, agitadores culturales, presidentes del Barça, Òmnium Cultural, la ANC… Los adictos al régimen, que incluyen a catalanes auténticos, majaretas valencianos que se creen catalanes y hasta extranjeros que han encontrado en la adscripción sin fisuras a las patrañas del nacionalismo una manera estupenda de ganarse la vida. Sin olvidar la figura del «charnego agradecido», siempre dispuesto a sobreactuar en su permanente agradecimiento a la tierra de adopción. El timo de la patria ha salido bien. De momento. Cabe reflexionar sobre la supervivencia de este tocomocho cuando los demás ismos del siglo XX —comunismo, fascismo, anarquismo…— han pasado a mejor vida. Y cabe lamentar la existencia de esa masa acrítica que, envuelta en la senyera, se echa a la calle, convocada por unos pequeñoburgueses insolidarios y ladrones, para reivindicar una independencia imposible gracias a la cual todos seremos instantáneamente felices.
Ramón de España
Reflexiones de un barcelonés hastiado
ePub r1.0
dacordase17.09.13
Ramón de España Renedo, 2013
Editor digital: dacordase
ePub base r1.0
RAMÓN DE ESPAÑA nació en Barcelona el mismo año que Artur Mas, pero quiere creer que ahí se acaban las coincidencias.
Inició su extraña carrera periodística en la prensa alternativa de la Transición (Star, Disco Exprés), llegando en los años noventa a columnista de El País, función que ahora ejerce en El Periódico de Catalunya. A principios de los ochenta fundó, junto a otros insensatos, la revista de cómics Cairo, abanderada de la llamada Línea Clara, fabricando desde entonces seis novelas gráficas con diferentes dibujantes (la más reciente, La ola perfecta, con Sagar Forniés, en 2012).
Ha publicado algunos ensayos de corte humorístico (a destacar, Europa, mon amour; El odio, fuente de vida y motor del mundo y La caja de las sorpresas, una historia personal de la televisión) y nueve novelas (la última hasta ahora, El millonario comunista, en 2010). En 2005 fue nominado al Goya como mejor director novel por su largometraje Haz conmigo lo que quieras, protagonizado por Alberto San Juan e Ingrid Rubio.
EL ESTADO DE LAS COSAS
Si no recuerdo mal, el Estado autonómico se inventó para aplacar las ansias secesionistas de los nacionalistas vascos y catalanes. No negaré la buena intención de la propuesta, pero los nacionalistas son por definición insaciables, y su objetivo es la independencia de su zona de influencia, ya sea este un objetivo sincero o una buena manera de ir tirando un poco mejor que los demás a base de amenazar permanentemente al Estado con darse el piro. En cualquier caso, el Estado autonómico acabó creando dos tipos de comunidades: las históricas (con idioma propio) y las que, al parecer, no tenían historia de ningún tipo, pero se veían obligadas a improvisar una identidad, una bandera y un himno para no ser menos y poder también, como las otras, sacar pecho patriótico.
Personalmente, me habría conformado con una estructura federal a la norteamericana, con su gobernador en cada estado, y un poco menos de mini-nacionalismo, pero todo parece indicar que, viniendo de aquella basurilla política que fue el franquismo, lo del ordenamiento autonómico fue lo mejor que se nos ocurrió. Y tal vez podría haber sido una estructura razonable si los nacionalistas vascos y catalanes hubiesen mostrado cierta lealtad al pacto autonómico, pero hablar de lealtad con esa gente es, por citar al cantautor marxista británico Billy Bragg, como hablar de poesía con el recaudador de impuestos. Los nacionalistas solo son leales a la que consideran su única patria. Y ni eso, pues les importa un rábano la mitad larga de su comunidad que no comulga con sus deseos: a todos esos desgraciados, cuya visión de las cosas no coincide con la suya, ni agua; que se limiten a pagar sus impuestos, que serán lógicamente invertidos en lo que interesa a la mitad buena de la comunidad. Y como quien parte y reparte se lleva la mejor parte, si por el camino conseguimos despistar unos eurillos en Suiza o Luxemburgo, mejor que mejor.
Que el sistema autonómico exista no quiere decir que todos nos lo creamos, pues hay en él algo inverosímil, un punto majareta, que se manifiesta especialmente a finales de año, cuando el pequeño presidente de cada pequeña comunidad se asoma a la pantalla de su ruinosa televisión local —que solo ha servido para colocar a sus amigos con menos luces, los que no sirven ni para especular con el suelo urbanizable, y para hacerle parecer mejor de lo que es— y se dirige a sus pequeños compatriotas. Unos días antes, Su Majestad ya ha hecho lo propio y todos hemos escuchado en respetuoso silencio sus bienintencionadas naderías. ¿Por qué vienen, pues, ahora todos esos funcionarios a leernos la cartilla del año que comienza? ¿No habíamos quedado en que del rey abajo, ninguno? ¿Qué será lo próximo? ¿Un discurso del señor alcalde? ¿Unas palabras del presidente de la comunidad de vecinos por circuito cerrado? Si esto sigue así, no descarto salir al balcón y dirigirme a quienes tengan la mala suerte de pasar por ahí abajo en esos momentos. ¿Pero quiénes nos hemos creído que somos? El país se hunde bajo una crisis económica como no se había visto desde el
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