En una serie de ensayos magistrales sobre la cultura de masas —en los que analiza la estructura del mal gusto, la lectura de los cómics, el mito de Superman, la canción de consumo, el papel de los medios audiovisuales como instrumento de información o el influjo de la televisión en el mundo de hoy—, Eco se plantea el problema central de la doble postura ante la cultura de masas: la de los apocalípticos, que ven en ella la «anticultura», el signo de una caída irrecuperable, y la de los integrados, que creen optimistamente que estamos viviendo una magnífica generalización del marco cultural.
Umberto Eco
Apocalípticos e integrados
ePub r1.0
Titivillus 28.07.15
Título original: Apocalittici e integrati
Umberto Eco, 1964
Traducción: Andrés Boglar
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
UMBERTO ECO. Nacido el 5 de enero de 1932 en Alessandria (Italia), es un escritor y filósofo italiano, experto en semiótica.
Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín en 1954 con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título de El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Trabajó como profesor en las universidades de Turín y Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán. Después se convirtió en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios de semiótica Obra abierta 1962 y La estructura ausente 1968, de sesgo ecléctico. Desde 1971 ocupa la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia. En febrero de 2001 creó en esta ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal. También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la que es secretario.
Distinguido crítico literario, semiólogo y comunicólogo, Umberto Eco empezó a publicar sus obras narrativas en edad madura (aunque en conferencias recientes cuenta de sus experimentos juveniles, los que incluyen la edición artesanal de un cómic en la adolescencia). En 1980 se consagró como narrador con El nombre de la rosa, novela histórica culturalista susceptible de múltiples lecturas (como novela filosófica, novela histórica o novela policíaca, y también desde el punto de vista semiológico). Se articula en torno a una fábula detectivesca ambientada en un monasterio de la Edad Media el año 1327; sonoro éxito editorial, fue traducida a muchos idiomas y llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud. Escribió además otras novelas como El péndulo de Foucault (1988), fábula sobre una conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos, La isla del día de antes (1994), parábola kafkiana sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas, Baudolino (2000), una novela picaresca —también ambientada en la Edad Media— que constituye otro rotundo éxito y sus últimas obras, La Misteriosa llama de la Reina Loana (2004) y El cementerio de Praga (2010).
Ha cultivado también otros géneros como el ensayo, donde destaca notablemente con títulos como Obra abierta (1962), Diario mínimo (1963), Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La estructura ausente (1968), Il costume di casa (1973), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de semiótica general (1975), El superhombre de masas (1976), Desde la periferia al imperio (1977), Lector in fabula (1979), Semiótica y filosofía del lenguaje (1984), Los límites de la interpretación (1990), Seis paseos por los bosques narrativos (1990), La búsqueda de la lengua perfecta (1994), Kant y el ornitorrinco (1997) y Cinco escritos morales (1998).
Es miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la Unesco y Doctor Honoris Causa por treinta y ocho universidades de todo el mundo, entre ellas, la Universidad Complutense de Madrid (1990), la Universidad de Tel Aviv (1994), la Universidad de Atenas (1995), la Universidad de Varsovia (1996), la Universidad de Castilla-La Mancha (1997), la Universidad Libre de Berlín (1998) y la Universidad de Sevilla (2010).
En 2000 recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y es caballero de la Legión de Honor francesa.
APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS:
LA CULTURA ITALIANA Y LAS COMUNICACIONES
DE MASAS
Las reacciones de los apocalípticos y de los integrados. Antes
Un discurso sobre Apocalípticos e integrados y cómo fue acogido en 1964 es en particular interesante porque, con dicho libro (a pesar del corte provocativo y una serie de análisis originales), el autor no creía decir nada nuevo, aunque sí expresar su opinión sobre un debate ya en sazón. Un debate sobre el que existían en todo el mundo tantos testimonios (y basta con repasar las notas de pie de página, en las que se remitía además a estimables estudios aparecidos ya en Italia) y que también en nuestro país estaba dando origen a una serie de iniciativas de investigación y de didáctica en los ambientes universitarios más avanzados.
Sin embargo, este libro tiene éxito y suscita una serie masiva de polémicas (al igual que la adopción de la expresión apocalípticos e integrados, desde entonces corriente como eslogan) precisamente porque parece coger por sorpresa a un sector de la cultura italiana.
El documento tal vez más típico sea una reseña de Pietro Citati (Il giorno, 14.10.64) titulada «La Pavone e Superman a braccetto di Kant» («La Pavone y Superman del bracete de Kant»). Si el título ya se las trae, no menos el contenido del artículo. El libro, dice, es ingenioso e inteligente, pero se lamenta de que mientras «en toda buena investigación científica la materia estudiada escoge los propios instrumentos, que se identifican con ella a la perfección… Eco, como si quisiera hacerse perdonar la humildad del propio argumento, cita sin motivo a Husserl, a Kant y a Baltrusaitis». Pasemos por alto la idea de que los instrumentos de un análisis deban identificarse con él, como si un estudio de criminología debiese de proceder a cuchilladas y a Kant sólo se le pudiera usar cuando se habla de filosofía (lo que sería hacerle un favor un tanto humillante); el hecho es que el autor del artículo en cuestión ve con sumo recelo el empleo de los instrumentos de la cultura Alta para explicar y analizar la cultura Baja. «Esta ampliación de horizontes revela una presuposición evidente: todas las cosas son igualmente dignas de consideración, Platón y Elvis Presley pertenecen de igual modo a la historia». En efecto, esta presuposición era evidente, pero a Citati no le agradaba, porque se le antojaba como la culminación de los ideales secretos de la cultura de masas: «No sé si estos ideales corren el peligro de realizarse. Pero si ello sucediese, dentro de unos pocos años la mayoría de los intelectuales producirá films, canciones y textos para tebeos; los más geniales insertarán en sus propias poesías algún verso de Celentano… mientras en todas las cátedras universitarias, jóvenes profesores analizarán los fenómenos de la cultura de masas… y quizá todos nosotros estemos viviendo ya sólo para consentir estadísticas cada vez más perfeccionadas, análisis cada vez más exhaustivos o denuncias furiosas». El pasaje era admirablemente profético: hoy, trece años después, un buen número de intelectuales compone