Umberto Eco analiza distintas estrategias de mentira, desfiguración, abusos del lenguaje y vuelco irónico de estos abusos, en cuatro ensayos sobre Cagliostro, Manzoni, Campanile y los cómics de Corto Maltese. Expone las mentiras que han convertido a Cagliostro en un mito; señala la oposición en Los novios entre lenguaje verbal y signos naturales; disecciona los juegos que hace Campanile con el lenguaje, dando vueltas a las frases hechas, y analiza cómo juega Hugo Pratt con la geografía y emplea mapas verdaderos para convertirlos en improbables, haciendo levitar las distancias y con ellas nuestra imaginación.
Umberto Eco
Entre mentira e ironía
ePub r1.0
FLeCos 02.03.2016
Título original: Tra menzogna e ironia
Umberto Eco, 1998
Traducción: Helena Lozano Miralles
Editor digital: FLeCos
ePub base r1.2
Notas
[1] Versión revisada de la ponencia «Migraciones de Cagliostro» leída en el Congreso Internacional «Presenza di Cagliostro», San Leo, junio de 1991 (publicada en Presenta di Cagliostro, a cargo de Daniela Gallingani, Centro Editoriale Toscano, Florencia 1994).
[2]Le Temple de Satan, 1891, p. 313
[3] Trad. cast. en Memorias de un médico: José Bálsamo, Lorenzana, Barcelona 1967, pp. 23-27.
[4] Trad. Cast. de Gog por Mario Verdaguer, Apolo, Barcelona 1934, pp. 257-258.
[5] Ponencia presentada en el ciclo de conferencias sobre La semiótica dei «Promessi sposi», Universidad de Bolonia, 1986. Publicada sucesivamente como «Semiosi naturale e parola nei Promessi sposi» en Leggere «I promessi sposi», a cargo de Giovanni Manetti, Milán, Bompiani, 1989.
[6] La traducción castellana de las citas procede de la edición de Ma. Nieves Muñiz, Los Novios, Cátedra, Madrid, 1985.
[7] Conferencia leída en mayo de 1991 en el Salón del Libro de Turín.
[8] Trad. cast. de J. Abril, Al Monigote de Papel, Barcelona 1943, pp. 118-120.
[9] Trad. cast. de J. Moreno, Al Monigote de Papel, Plaza y Janés, Barcelona 1981, pp. 59-61.
[10] Trad. cit., pp. 45-46
[11] Trad. cit., pp. 173-174.
[12] Trad. cast. de D. Pruna, G. P., Barcelona 1958, p. 6.
[13] Trad. cit., p. 4.
[14] Trad. cit., pp. 154-155
[15] Trad. cit., pp. 174-175.
[16] Versión revisada de la introducción a Hugo Pratt, La ballata del mare salato, Milán, Rizzoli-Milano Libri, 1991.
INTRODUCCIÓN
Estas cuatro «lecturas» están aquí reunidas simplemente porque les tengo afecto y, como habían aparecido en lugares distintos, sentía que quedaran dispersas.
Aun así, haber recogido estos cuatro escritos, y no otros, presupone que tienen algo en común. En cierto sentido, todos ellos tienen que ver con estrategias de mentira, desfiguración, abusos del lenguaje, vuelco irónico de esos abusos.
Cagliostro miente con la palabra, con la ropa, con el comportamiento, y mienten sobre Cagliostro las leyendas que lo han transformado, del pequeño aventurero que era, en mito, símbolo del libre pensamiento, víctima del oscurantismo clerical (aún hoy manos misteriosas y fieles ponen continuamente flores en la celda donde murió, en el castillo de San Leo).
Manzoni, aunque dedicara en sus ensayos páginas mucho más complejas al lenguaje, en Los novios sugiere una oposición entre lenguaje verbal, vehículo de mentira y trovospelías, y signos naturales, a través de los cuales los humildes comprenden, incluso cuando los poderosos los engañan con su latinorum.
Achille Campanile, con el lenguaje y sus clichés, juega, da la vuelta a las frases hechas como a un calcetín, provoca efectos de extrañamiento.
Hugo Pratt juega con la geografía, que conoce perfectamente, y parte de mapas verdaderos para hacerlos improbables, eludir los confines, hacer levitar las distancias y con ellas nuestra imaginación.
Mienten por ironía Campanile y Pratt, miente por interés Cagliostro (o quizá por condena, a medida que va volviéndose prisionero de su propio mito), y Manzoni toma partido, con indignación, por los pobres que sufren los atropellos del lenguaje de los poderosos; pero en realidad —puesto que la ironía la practica también él— su ironía está elevada al cuadrado, y condena las palabras a través de la palabra narrativa.
MIGRACIONES DE CAGLIOSTRO
Migraciones de Cagliostro era un título que elegí hace unos meses cuando todavía no sabía de qué iba a hablar, pero ahora me doy cuenta de que debería haber sido el título de todo este congreso, donde la mayor parte de los concurrentes parece fascinada no por el Cagliostro histórico, sino por esa imagen que ha migrado a innumerables narraciones, y a esa especie de pseudonovelas que son las reconstrucciones de los mercaderes de lo oculto, donde tanto filocagliostrismo masónico como anticagliostrismo sanfedista manifiestan gusto por la imprecisión histórica, credulidad indiscriminada hacia cualquier fuente y tendencia a no usar un testimonio cuando se haya demostrado fidedigno sino a juzgarlo fidedigno porque ha sido usado.
Siguiendo la historia de estas migraciones nos deberíamos preguntar por qué Cagliostro ha interesado tanto a los cazadores de misterios, cuando se trata de un personaje que carece de misterio. Es tan previsible que podría haber sido programado por un ordenador dotado con las siguientes informaciones: noticias sobre la psicología de un personaje típico de la cultura dieciochesca, el aventurero (de Casanova a Da Ponte) con su gusto por la aventura cosmopolita, la curiosidad por lo insólito, la pasión por la intriga; informaciones sobre el nacimiento de las sectas masónicas y sobre el papel que han desempeñado en tejer contactos entre una burguesía arribista y una aristocracia insatisfecha del ancien régime; anécdotas sobre monarcas y landgraves que financiaban investigaciones alquímicas con un ojo en la piedra filosofal y otro en la química para la industria manufacturera (incluida la historia del conde de Milly, que para encontrar el elixir de larga vida al final se equivoca y se envenena); y he aquí construido el conde de Cagliostro. Cagliostro es uno de los personajes más obvios de su propio tiempo. Quizá ha atraído la atención porque ha representado de una forma más pintoresca, en voz más alta, el arquetipo eterno del hombre sin atributos, que se deja atravesar por su propio tiempo.
Si, acaso, el verdadero misterio no es Cagliostro, el verdadero misterio que no cesa de inquietarnos es el cardenal De Rohan. Que un aventurero o una aventurera urdan intrigas, a veces sean arrollados por las mismas, a veces obtengan beneficios, es normal. Pero que una persona presumiblemente de mediana inteligencia, con deberes políticos y religiosos, quede convencido por esas intrigas, fascinado, obnubilado, y consiga consagrarse en la historia como monumento de imbecilidad, esto no cesa de preocuparnos. Los Estados no caen cuando los Cagliostro (o los De la Motte Valois) traman desde fuera, sino cuando los De Rohan debilitan desde dentro la credibilidad de las clases dirigentes.
He aquí el quid: ¿cómo explicar que la revolución es un producto del ancien régime y no el resultado cinematográfico de la toma de la Bastilla? Precisamente a causa de su previsibilidad y obviedad, Cagliostro se ha prestado mejor que otros a leer de forma mitológica algunos procesos históricos. El máximo de la tensión mitográfica sobre Cagliostro (entre los dos polos de la santificación y la demonización) se ha establecido en la línea del complot revolucionario. Puede adoptar, en niveles de mayor responsabilidad fabuladora, la forma de la venganza templaria, que encontramos desde Cadet de Gassincourt hasta Guaita (para Guaita, el nombre de los jacobinos no procede del de un convento, sino de Jacques de Molay), o, en niveles de polémica ideológica mejor construida, la forma del complot ilustrado-masónico (desde el marqués de Luchet, a través del padre Barruel y a lo largo de la tradición jesuítica decimonónica