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Santiago Gamboa - Océanos de Arena

Aquí puedes leer online Santiago Gamboa - Océanos de Arena texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial Colombia, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Santiago Gamboa Océanos de Arena
  • Libro:
    Océanos de Arena
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial Colombia
  • Genre:
  • Año:
    2013
  • Índice:
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Océanos de Arena: resumen, descripción y anotación

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Paisajes paradisíacos, lugares exóticos y maravillosos desde la
perspectiva de una de las mejores plumas de la literatura colombiana de
los últimos años.


Los viajes han sido definitivos en la vida de Santiago Gamboa. Para su
carrera como diplomático y periodista, por supuesto, pero sobre todo
para su gran vocación: la narrativa. Los viajes, como protagonistas y
como fuente, la han nutrido, la han convertido en un rico entramado de
costumbres, paisajes, credos y hombres diversos. Su poder no es un
secreto para nadie. Pero sí es extraordinario el proceso inverso: la
escritura enalteciendo los viajes, transformándolos, exprimiéndolos,
haciéndolos algo mucho más profundo que una travesía de turista.
Ese es el gran logro de Océanos de arena. En este diario de viaje por
Medio Oriente, Santiago Gamboa nos cuenta qué vio en Alepo, Damasco,
Jerusalén, Ammán, Petra, Áqaba: las costumbres de los hombres y de las
mujeres, el exotismo de las calles y los mercados, las maravillas
arquitectónicas, los vestidos, los olores, la exuberancia de las
comidas, las huellas de civilizaciones antiguas. Y como todo verdadero
escritor, convierte este material en algo más: sin que lo advirtamos,
sus pasos reales se entremezclan con un intenso viaje interior, en el
que recuerda la historia de la zona, retrata los odios y guerras
generados por las disensiones permanentes entre musulmanes y judíos, y
reflexiona al final sobre las mezquindades de la política, sobre la
vanidad de los fanatismos, sobre la desaparición del individuo cuando se
conjugan el ansia de poder y el rencor, y reflexiona también sobre la
literatura, la escritura, la soledad, el amor, la muerte y la vida.
Océanos de arena nos recuerda, en todas sus páginas, que la narración de
viajes es, como lo dice del género el mismo autor, #una de las más
fascinantes manifestaciones de la literatura#.

Paisajes paradisíacos, lugares exóticos y maravillosos desde la
perspectiva de una de las mejores plumas de la literatura colombiana de
los últimos años.


Los viajes han sido definitivos en la vida de Santiago Gamboa. Para su
carrera como diplomático y periodista, por supuesto, pero sobre todo
para su gran vocación: la narrativa. Los viajes, como protagonistas y
como fuente, la han nutrido, la han convertido en un rico entramado de
costumbres, paisajes, credos y hombres diversos. Su poder no es un
secreto para nadie. Pero sí es extraordinario el proceso inverso: la
escritura enalteciendo los viajes, transformándolos, exprimiéndolos,
haciéndolos algo mucho más profundo que una travesía de turista.
Ese es el gran logro de Océanos de arena. En este diario de viaje por
Medio Oriente, Santiago Gamboa nos cuenta qué vio en Alepo, Damasco,
Jerusalén, Ammán, Petra, Áqaba: las costumbres de los hombres y de las
mujeres, el exotismo de las calles y los mercados, las maravillas
arquitectónicas, los vestidos, los olores, la exuberancia de las
comidas, las huellas de civilizaciones antiguas. Y como todo verdadero
escritor, convierte este material en algo más: sin que lo advirtamos,
sus pasos reales se entremezclan con un intenso viaje interior, en el
que recuerda la historia de la zona, retrata los odios y guerras
generados por las disensiones permanentes entre musulmanes y judíos, y
reflexiona al final sobre las mezquindades de la política, sobre la
vanidad de los fanatismos, sobre la desaparición del individuo cuando se
conjugan el ansia de poder y el rencor, y reflexiona también sobre la
literatura, la escritura, la soledad, el amor, la muerte y la vida.
Océanos de arena nos...

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wwwmegustaleercom A mis padres Pablo Gamboa y Carolina Samper Por el - photo 1

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A mis padres, Pablo Gamboa y Carolina Samper.
Por el primer viaje al Peloponeso y los paseos sobre
la Acrópolis, imaginando la cólera del pélida Aquileo. Por
Ulises, Unahpú e Ixbalanqué, por los orfebres quimbayas,
por el San Sebastián vendado, cubierto de flechas, y los
anónimos artistas de San Agustín y Tierradentro
.

A MANERA DE PRÓLOGO...
DelBoomalNote-Boom

“Je hais les voyages et les explorateurs”, dice Claude Levi-Strauss al comienzo de Tristes trópicos, frase que ha sido interpretada como una provocación o una boutade, pues el libro que sigue, la exploración de las costumbres de los pueblos selváticos y aborígenes del Brasil, es precisamente el resultado de sus viajes y exploraciones de los años 30, cuando el joven estudioso, loco de entusiasmo, escribía: “Estoy descubriendo el Nuevo Mundo con mis propios ojos”.

Por eso Tristes trópicos, que sienta las bases de la etnología, es a la vez una narración de viajes, una autobiografía filosófica y humana, y por supuesto una obra literaria que dialoga con Montaigne, Conrad y Rousseau. Una de las grandes obras literarias y del pensamiento del siglo XX.

Porque la narración de viajes es una de las más fascinantes manifestaciones de la literatura, tal como lo fueron Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, El Millón, de Marco Polo, Utopía, de Tomás Moro (viaje a un lugar que está más allá de la geografía), El viaje a Egipto, de Flaubert, y el Viaje a Italia de Goethe, e incluso los Viajes de Gulliver, de Swift, aunque a territorios morales de la fantasía. Y más recientemente obras como Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, Memorias de un nómada, de Paul Bowles, La tentación de Occidente, de André Malraux, En la Patagonia, de Bruce Chatwin, El gran bazar del ferrocarril, de Paul Theroux, India, de V. S. Naipaul, Hotel Nómada, de Cees Nooteboom, y en español El sueño de África, de Javier Reverte, o Contra el cambio y El interior de Martín Caparrós.

Esta mini antología, nada exhaustiva, muestra cómo en la literatura en español la narración de viajes ha sido un género poco tratado, y aún menos en América Latina. ¿Por qué? Puede pensarse que está ligada a los grandes imperios y el de nuestra lengua, en cierto sentido, ya produjo lo suyo hace siglos. También a un cierto apego a los temas cercanos y a la idea tradicional de que el escritor debía escribir sobre su propio país, hacerlo comprensible a los suyos y al mundo.

Por eso, tal vez, nuestro Boom fue de novelistas (se podría hacer una excepción si consideramos que Persona non grata, de Jorge Edwards, es también una narración de viajes, y con Sergio Pitol, siempre Pitol, por El viaje), aunque hoy, tres décadas después, las cosas están cambiando y con las crónicas de viaje de Caparrós (Una luna, El interior, por ejemplo) o Juan Villoro y unos cuántos más (también Juan Pablo Meneses), pronto podremos agregar al Boom novelístico un Note-Boom de escritores viajeros, ya sin fronteras entre la literatura y la crónica, y en donde este género, compartido con el periodismo, ayude a construir agudas y novedosas versiones de la comarca y del mundo.

En el prólogo de Hotel Nómada, Cees Nooteboom dice, hablando de los viajes: “Comprendí que este movimiento me permitía encontrar la calma indispensable para escribir, que el movimiento y la calma, en cuanto a unión de contrarios, se equilibran mutuamente, que el mundo —con toda su fuerza dramática y su absurda belleza y su asombrosa turbulencia de países, personas e historia— es un viajero él mismo en un universo que viaja sin cesar, un viajero de camino a nuevos viajes”.

El escritor de viajes

¿Quién escribe todo esto? “Las raíces de los hombres son los pies”, dice Juan Goytisolo, “y los pies se mueven”. Echar raíces, detener el movimiento es apagar uno de los motores de la curiosidad, de la escritura, de la vida. Por eso viajar es también caminar hacia el centro oscuro de la creación. Entrar a ese misterioso país por una frontera solitaria, en el corazón de la noche. Ver el amanecer desde la ventana de un hotel de paso y entender que ese lugar es nuestra esquina del mundo. Estar solo frente a una mesa y un espejo, en alguna pensión, escuchando el goteo de una llave. Dice Nicholas Shakespeare que la soledad acentúa lo que hay dentro de uno. El creyente se entregará con más ardor a su dios, el bebedor se aferrará a la botella con fuerza, y el que escribe, escribirá más.

Las mesas de los hoteles, con su lámpara y su jarra de agua y su teléfono, su cenicero que ya no uso, me han visto llegar muchas veces, instalarme y conectar el portátil, y luego, en la noche, después de haber estado ausente todo el día y haber cenado y puede incluso que después de tomar algunos tragos, escribir durante un par de horas, contar lo que vi o creí ver, lo que habría querido ver y no pude o lo que imaginé que vi. Contar también lo que nunca he visto y, sólo algunas veces, muy pocas, lo que nadie jamás ha visto. En una entrevista reciente, Paul Theroux dio un único consejo a los jóvenes que desean ser escritores: “Lee muchos libros y lárgate de tu casa”.

Un escritor viajero es básicamente un tipo solitario con los ojos bien abiertos, que escruta el mundo. Observa a sus compañeros de vagón, de compartimiento, de sillón. Come solo en restaurantes móviles o flotantes, y piensa y escribe porque está solo. Lee los periódicos y toma nota. Lee algún libro y lo subraya, puede que de autores del lugar por donde pasa. Desde la soledad los demás se ven no como individuos sino como tipos humanos (formas humanas). Y se encuentran cosas variadas, por ejemplo el amor. Todo el mundo ama a alguien que vino al aeropuerto o a la estación y les hizo, a lo lejos, un sentido adiós. Todos tienen una sobrina a la que compraron un vestido típico. Todo el mundo ama a alguien. En el fondo es lo más banal y al mismo tiempo único de nuestra experiencia.

Pero el escritor no viaja sólo para escribir, sino para que “lugares remotos y personas de otros mundos modifiquen su espíritu, lo transformen”. Esto lo dice Paul Bowles, “y el libro es el resultado de esa transformación”. Por eso la narración de viajes es una de las formas de la autobiografía, de la escritura intimista. El diario de una vida en movimiento.

¿Cuáles son sus armas? El poder descriptivo, acompañado de un buen glosario. El escritor francés Pierre Loti enseñó que cada cosa en este mundo tiene un nombre, y describir, muchas veces, consiste en encontrar ese nombre. Ya mencionamos la soledad, que hace más intensas las creencias y los credos estéticos. Tener buen oído. Los diálogos, lo que dicen los demás. Es necesario saber escuchar, estar atento. Y esto incluye saber elegir al que, hablando, nos muestra con más intensidad el alma de los lugares o las cosas. Y esto nos lleva al último punto: la intuición. Esta nos indica, ante dos caminos, cuál tomar. Ante dos compartimientos de tren con un puesto vacío, en cuál sentarnos. Ante dos o más conversaciones, a cuál acercar nuestra oreja. Pero nada de lo anterior tiene validez sin un arma fundamental, tal vez la única imprescindible: la vocación, la capacidad de hacer un esfuerzo sostenido, de llevarlo a término. Y esto en el fondo equivale a decir: un desmedido amor por los libros.

Roma, enero de 2013

I. EN SIRIA
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