Debo expresar mi agradecimiento a varias personas sin quienes este proyecto no podría haberse realizado. En primer lugar, a viejos amigos, descendientes del exilio español, en cuyas casas y con cuyos parientes aun vivos, aprendí de los valores y pensamiento de la FAI, con los anecdotarios de varios de ellos quienes fueron actores de esa fratricida lucha entre los ideales y el fascismo, y me ayudaron a conseguir documentos importantes, incluso sobre las organizaciones e influencia de los pensadores y luchadores de las ideas anarco-sindicalistas en México. Es también una deuda con maestros tales como Inés Arias o Fernando Maremar, que me dieron mejores armas para dejar las letras con gracia y estilo sobre el papel. A mi mujer, quien con paciencia me ha enseñado a conocer mejor a los seres humanos. A mi padre, a quien admiré siempre por su honestidad y sentido de la dign idad humana.
Introducción
El México de principios del siglo XX
En la ciudad de México, en barrios en los que se concentraban familias obreras, la distribución de varios periódicos como Regeneración, Rojo o Monitor Democrático sembraban la semilla y organización de lo que sería todo un movimiento sindicalista a escala nacional. Los obreros solían habitar en vecindades, o barrios populosos, de las comunidades que se anexaban gradualmente en la gran urbe. Las noticias e ideas que diseminaban y difundían aquellos diarios iban dirigidas a la defensa y organización de los trabajadores por sus derechos. Se regaba una marea de ideas, frente a toda clase de empresarios y sus costosos abogados. Los trabajadores compartían y discutían las ideas y las noticias; abrazaban y promovían la sindicalización laboral y, se manifestaban en apoyo a las acciones promovidas por la oposición, frente al impopular gobierno de Porfirio Díaz.
Más aún, cuando sobrevino la crisis en la disminución de la producción agrícola. Lo que trajo consigo la consiguiente escasez en el abasto y el alza de precios de los alimentos básicos. Todo ello fustigaba la economía de los hogares de los trabajadores.
Contribuyó también, la promulgación de la amplitud de los límites territoriales de las haciendas, las que fueron incluso absorbiendo poblaciones enteras, las que, ante el abrigo de esas nuevas leyes, forzaron a los campesinos, quienes se veían obligados a vender el derecho de propiedad de sus parcelas. Las propiedades comunales estaban obligadas ahora a registrar, y regularizar individualmente, sus propiedades. Esto condujo a múltiples descontentos en los que, los campesinos, empobrecidos en masa, quedaban impedidos de laborar en sus propias tierras comunales. El campesinado había luchado mucho tiempo para conservar el orden natural campesino, que incluía el control de la tierra por parte de la comunidad local y el autogobierno. Ahora se veían obligados a emplearse como peones libres, o medieros y aparceros, en las haciendas. Eran obligados a abastecerse en las tiendas de raya, propiedad de los hacendados, en vez de percibir sueldos o salarios. Lo anterior no era sino la consecuencia de un acelerado proceso de despojo a escala nacional de grandes extensiones de tierras en las que se asentaban y sembraban las comunidades campesinas. Tierras que nunca habían sido regularizadas tal como ordenaban las nuevas leyes y decretos.
Durante los años previos, a lo largo y ancho del país, tales tierras fueron siendo otorgadas mediante su regularización gradual a las grandes haciendas, quienes mantenían ahora grandes extensiones sin labranza alguna. Numerosas extensiones de tierra fueron otorgadas también a compañías privadas, algunas de ellas extranjeras, en rubros como la minería, ferrocarriles y cultivos de algodón para empresas textiles, principalmente en el centro y norte. Todo ello frente a un creciente poder local y regional de la clase terrateniente, los hacendados, la cual mantenía ociosas enormes extensiones de tierras.
Muchos de los que perdieron sus viviendas, acorde con esas nuevas leyes, migraban. Ya fuese a la capital, o al norte, a emplearse como obreros, mineros, o mano de obra en rancherías y cultivos. Se desarrollaban las empresas mineras y toda una nueva gama de empresas orientadas a la producción y manufactura de alimentos e insumos para la industria textil. O bien, buscaban empleo en la construcción y crecimiento de los ferrocarriles. Los grupos de nuevos empresarios compraron también una porción considerable de las tierras que la Ley Lerdo, y el reforzamiento a esta por el gobierno de Díaz, puso a su alcance. Crecieron con ello grandes rancherías de ganado, henequén, algodón, telas y tabaco, principalmente para exportación.
El efecto central fue el enorme descontento que esas nuevas leyes habían provocado en muy diversas regiones, en cientos de comunidades campesinas. No tardó tal situación en provocar alzamientos en distintos puntos del país. Las ideas que se difundían, en múltiples gacetas, solían ser generadas por los clubes de los liberales, varios de los cuales derivaron hacia el anarco-sindicalismo. Brotaron revueltas campesinas, que retomaron la ilustre frase de «La tierra es de quien la trabaja» misma que abrazó, entre otros, el movimiento encabezado por Emiliano Zapata, insurgente que comenzó a integrar el alzamiento y organización de tropas campesinas en el estado de Morelos, motivados por la reivindicación de sus derechos a la tierra.
Fueron así, cientos de miles los campesinos desplazados, quienes optaron por dirigirse hacia aquellas regiones en las que se construía la infraestructura ferroviaria, cuyo paso daba lugar a la creciente urbanización y nacimiento de poblaciones, varias de las cuales a la postre, serían de relieve. Eso traía consigo, la consiguiente necesidad de mano de obra en la construcción. Miles emigraban incluso, a las urbes, a emplearse como obreros de las nuevas fábricas. O cruzaban la frontera, donde también crecían nuevas poblaciones, apoyadas por las políticas del país del norte, que tenía por objetivo colonizar y comunicar, en forma acelerada, los territorios ganados a México a finales del siglo previo, y en cuyas plantaciones y urbanización se necesitaban brazos. Los migrantes fueron así llamados braceros , en forma peyorativa, tanto por los residentes güeros del país del norte, como por las autoridades mexicanas. Allí, al norte de la frontera, las remuneraciones eran cercanas al doble de aquellas que se ofrecían al sur de la frontera. Las poblaciones, sucias y sin servicios, empeoraron en la medida en que las fábricas y empresas atraían a un número mayor de personas. Las ciudades de mayor crecimiento, como México, Guadalajara, Puebla, Veracruz, León, Querétaro y Morelia, no pudieron proporcionar los servicios indispensables: pavimentos, alumbrado, agua, drenaje, transportes y sanidad.
Las jornadas para los afortunados que encontraban trabajo de planta -hombres, niños y mujeres- variaban de doce a dieciocho horas. Las condiciones de trabajo eran casi insoportables y los salarios apenas alcanzaban para la mera subsistencia.
Al mismo tiempo que el movimiento agrario adquiría una mayor cohesión ideológica, el movimiento laboral urbano, iniciada en la década de 1860, evolucionó en el periodo revolucionario del mutualismo al cooperativismo y al anarco-sindicalismo revolucionario.
Las organizaciones obreras mexicanas, influenciadas por vigorosos anarquistas militantes, fueron alentadas por las deplorables condiciones de trabajo de las fábricas, así como, por las miserables condiciones de vida de las áreas citadinas en las que se concentraba a los trabajadores.
Se construía de esta forma una de las grandes condicionantes del desarrollo industrial con la acelerada migración de la mano de obra del campo a la ciudad. Se perseguía a quienes se organizaban, ya fuese en la clase obrera o el campesinado. El trabajo estaba muy mal remunerado y las condiciones eran raquíticas. Llegaban industrias extranjeras, y aprovechaban esa condición, casi de esclavos, para los trabajadores de las minas, de los ferrocarriles y la industria quienes hacían, en la clandestinidad, intentos para crear organizaciones y sindicatos colectivos en las diversas ramas de actividades, regiones y urbes del país.
Página siguiente