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Terenci Moix - El beso de Peter Pan

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Terenci Moix El beso de Peter Pan
  • Libro:
    El beso de Peter Pan
  • Autor:
  • Genre:
  • Año:
    1993
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El beso de Peter Pan: resumen, descripción y anotación

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El beso de Peter Pan, segundo volumen de las memorias de Terenci Moix, abarca el período 1956-1962 y muestra la caída de aquel niño disparatado del primer volumen en el infierno de la búsqueda de la identidad personal, cultural y erótica. Este nuevo enfrentamiento de Terenci Moix con sus fantasmas demuestra su dominio de los más variados registros y combina magistralmente el desgarro con el humor y el lirismo con el esperpento, en un conjunto presidido por los temas de la memoria y la fugacidad del tiempo. Junto a la terrible nostalgia por aquel adolescente triste, siempre en busca del amor ideal.

El beso de Peter Pan nos presenta su búsqueda de alimento espiritual en el contexto hostil y represivo de la España de la censura y del primer rock, hasta adquirir el valor de autorretrato de toda una generación. Si El peso de la paja 1, alcanzó un gran éxito de crítica y público, este nuevo volumen confirma que la obra memorialística de Terenci Moix es la verdadera columna vertebral de su trayectoria literaria, y uno de los grandes hitos del género en este fin de siglo.

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El beso de Peter Pan segundo volumen de las memorias de Terenci Moix abarca - photo 1

El beso de Peter Pan, segundo volumen de las memorias de Terenci Moix, abarca el período 1956-1962 y muestra la caída de aquel niño disparatado del primer volumen en el infierno de la búsqueda de la identidad personal, cultural y erótica. Este nuevo enfrentamiento de Terenci Moix con sus fantasmas demuestra su dominio de los más variados registros y combina magistralmente el desgarro con el humor y el lirismo con el esperpento, en un conjunto presidido por los temas de la memoria y la fugacidad del tiempo. Junto a la terrible nostalgia por aquel adolescente triste, siempre en busca del amor ideal.

El beso de Peter Pan nos presenta su búsqueda de alimento espiritual en el contexto hostil y represivo de la España de la censura y del primer rock, hasta adquirir el valor de autorretrato de toda una generación. Si El peso de la paja 1, alcanzó un gran éxito de crítica y público, este nuevo volumen confirma que la obra memorialística de Terenci Moix es la verdadera columna vertebral de su trayectoria literaria, y uno de los grandes hitos del género en este fin de siglo.

Terenci Moix El beso de Peter Pan El peso de la paja - 2 ePub r10 Titivillus - photo 2

Terenci Moix

El beso de Peter Pan

El peso de la paja - 2

ePub r1.0

Titivillus 31.03.15

Título original: El beso de Peter Pan

Terenci Moix, 1993

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Este volumen es el segundo de las Memorias acogidas al título genérico de El - photo 3

Este volumen es el segundo de las Memorias acogidas al título genérico de El Peso de la Paja. Se componen inicialmente de cinco partes. El cine de los sábados fue la primera. Seguirán en el futuro: La edad de un sueño «pop», El misterio del amor y Entrada de artistas. Con todo, no descarto la posibilidad de alguna ampliación en el número de volúmenes, acorde siempre a los sucesos y personajes que se digne reservarme el Tiempo, y a mis propios antojos frente al Tiempo.

TERENCI MOIX

IN MEMORIAM

Néstor Almendros

Jaime Gil de Biedma

Joan Sarda

Joan Miralles

Fabiá Puigcerver

Joaquim Cardona

Manuel Puig

Robert Pujadas

Reynaldo Arenas

Severo Sarduy

Copi

Rock Hudson

… y la Muerte Negra

cayó finalmente sobre todos ellos.

EDGAR ALLAN POE

A Pol Mainat Sarda y

Carlota Benet i Cros,

una vez más.

Tres décadas después:

a todos los que teníamos

veinte años el día que murió Marilyn.

AGRADECIMIENTOS

A Inés González,

Enrique Murillo,

Pere Gimferrer,

Ana M.ª Moix

Grand Dieu! ce n’est pas une cause

Que j’attaque ou que je défend…

Et ceci n’est pas autre chose

Que l’histoire d’un pauvre enfant.

EDMOND ROSTAND, L’Aiglon

Soñaba con un amigo que compartiera sus hazañas

y con un poeta como Homero para cantarlas.

PLUTARCO, Vida de Alejandro

PRÓLOGO EN LAS CIUDADES MÍTICAS

EL AÑO 1993 D. C.

En el crepúsculo de las ciudades amadas escribo las tristes horas del adolescente que fui. Escribo desde los ojos de ese jovencito excepcional que las revive, ese personaje que es hijo, hermano, compañero hallado al fin. He dado en llamarle el Niño del Invierno debido a la estación de la vida en que me llega, pero también porque el invierno es su estación favorita, la que mejor señala los rasgos principales de su personalidad: algo íntimo, delicado, entrañable como una Navidad de infancia, pero también un soplo rebelde, tremendo, como una inesperada tempestad de nieve que, al concluir, deja el paisaje más hermoso que todos los del verano.

En su nombre, acaso en su provecho, se disponen a formar filas los traicioneros ejércitos de la memoria. Son reglas que él ignora todavía. Sus ojos contienen un vacío en cuyo fondo palpitan, inciertos e impacientes, los años que le quedan por vivir. Y, junto a él, comparece esa caterva de adolescentes que ha llenado mi vida en los últimos tiempos. Criaturas que han dejado de ser niños ante mis ojos mientras sus padres dejaban de ser jóvenes conmigo. Amigos, sí, que sólo ayer eran compañeros de osadía, de rebelión, de dudas y vacilaciones, me obsequiaron con esos críos que lentamente, pavorosamente, se escapan de nuestra vida para estrenar la suya. Y en el doloroso alboroto de las generaciones, los ejércitos de la memoria nos invaden como implacables heraldos de los desmanes del tiempo.

Esos ejércitos me imponen el valor necesario para recordar, me exigen el arrojo imprescindible para revivir. Frente a las escaramuzas con el pasado se requiere más coraje que para vivir el presente o afrontar el futuro. El recuerdo es inmisericorde. La memoria es el más cruel de los monstruos. ¡Ojalá fuese estéril como una Tebaida! No suele serlo. La memoria es fértil y, por serlo, capaz de permitir que medren plantas dañinas que impiden el desarrollo de las otras. No se ha descubierto herbicida de acción tan vigorosa que arranque de raíz el recuerdo de los días mejores. Quedaron ahí, fijos, aspirando a convertirse en obsesión y, al cabo, siéndolo. Los seres que amé, convertidos en difuntos añorados, se han ido instalando en mis libros, como antes en las ciudades que frecuenté en su compañía.

La memoria también está llena de ciudades, cuyo recuerdo marca el paso del tiempo, esa noción que preside mi vida y envenena los espacios. La memoria es jocunda y funesta a la vez. Es libresca y es urbana. De la misma manera que todos los libros son un solo libro, todas las ciudades son una misma ciudad. Entre libros y ciudades se va configurando un legado cuya verdad última es la excepcionalidad. Son los ecos de una cultura que, en otro tiempo, prestó su fuerza a una civilización que ya no sé si existe.

¿Cómo transmitir sus cenizas al Niño del Invierno?

Siento vértigo al pensar en esa distancia que él debe salvar día a día, en todo este tiempo que yo he visto transcurrir. Es largo para él, porque no lo tiene; es corto para mí, porque lo tuve. Relatividad que sólo marcan los años: los que han de llegar, los que pasaron. Y, sobre los arenales del tiempo, las ciudades inamovibles que me iban conociendo poco a poco, sólo para decirme, al final, que ya me conocen demasiado. ¡Malditas y benditas a la vez! Son depositarías de mi vida como lo son las personas amadas, las que se fueron mucho antes de que naciera ese hijo, hermano, compañero hallado al fin.

Visitando la ciudad de París le llevé a conocer una librería en la que pasé mis horas más felices, mezclado entre aquella admirable juventud que inició la diáspora de los años sesenta, aquellos alumnos de Siddhartha que me hablaron por primera vez de la búsqueda del río de la vida.

Se cumplían treinta años desde que yo dormía en el altillo de la librería, que ahora se llama Shakespeare and Company. Para mi asombro, todo estaba igual. Seguía junto a la ventana el desvencijado sofá que me servía para contemplar las vacilantes líneas de Nôtre Dame, tras la cortina volátil de un porro encantador. Mayor alucinación que todas las de aquella época era el hecho de recuperar los mismos colores, con ojos que ya no podían apreciarlos en la misma dimensión.

El Niño del Invierno tomó asiento en mi sofá del pasado y guardó un respetuoso silencio. Miraba en la misma dirección que yo solía mirar cada noche. Contemplaba el mismo paisaje sometido a una lluvia muy parecida. Desde su abstraimiento, desde su juventud recién iniciada, quiso que le dejase a solas. ¿No estaba yo tan empeñado en visitar la vecina iglesia de Saint-Julien-le-Pauvre? Me ordenó que aprovechase la ocasión, mientras él se quedaba ensimismado frente a la ventana. En mi ausencia, podría recordar misteriosamente algo que no vivió; algo que sólo está en mi memoria.

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