AGRADECIMIENTOS
Queremos dar las gracias a toda la gente de Anaya que ha apostado por este proyecto. Un sueño hecho realidad. Especialmente a Susana, por su paciencia inigualable.
Por supuesto, a Carlos Sobera, que nos ha regalado un prólogo magistral.
Queremos acordarnos especialmente de los autores que han abierto camino. El inigualable Juan Antonio Cebrián, que es una especie de estrella que nos guía desde allá arriba, o donde quiera que esté; Nieves Concostrina, que ha encontrado una forma muy divertida de contar la Historia (y que, maravillosa coincidencia, o no, también habla de Míster Flandes); Juan Eslava Galán, que ha apostado por narrar historias de largo recorrido; y Javier Sanz, nuestro último hallazgo, que nos ha convencido de que se puede divulgar, entretener y divertir al mismo tiempo.
Hemos bebido un montón de conocimientos de autores más serios. No siempre estamos de acuerdo con ellos, pero es indudable que han arrojado mucha luz sobre esta época oscura. Joseph Pérez, Vicenta Márquez de la Plata, Manuel Fernández Álvarez, Ludwig Pfandl, José Luis Martín, José Luis Olaizola, Fernando García de Cortázar… Lo malo de estas listas es que siempre se te olvida alguien.
Es necesario agradecer la solicitud y profesionalidad de los trabajadores de la Biblioteca Nacional. Así como la incalculable calidad y cantidad de fuentes de las que dispone. Y por supuesto, el inestimable trabajo de la Biblioteca Digital Hispánica, que ofrece a los investigadores un acceso libre y gratuito a miles de documentos, que son la llave para entender y conocer nuestra historia.
A Lorenzo, a Nuria, a Diego y a Fran, los compañeros de El Punto sobre la Historia, por si acaso todavía no os habéis enterado de que sois el germen de este libro.
También es justo agradecerle a todas las personas que han creído en este proyecto, y a quienes nos han acompañado, y sufrido, en esta apasionante aventura del saber.
Va por vosotros.
DAVID BOTELLO es guionista, escritor, storyteller, dramaturgo, productor de televisión, director, divulgador y presentador español, nacido en Madrid (1969). Licenciado en Imagen por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, Diplomado en Interpretación por el Laboratorio Teatral de William Layton y Diplomado en Dirección de Actores y Análisis de Texto por el Laboratorio Teatral de William Layton.
Como escritor de libros de divulgación, es coautor de los libros Los vikingos no tenían cuernos; Felipe el Hermoso. Anatomía de un crimen
MAY RODRÍGUEZ ALBENDEA. En este tándem, May es el que sabe de historia. Si quieres encontrarlo, solo tienes que preguntar en la Biblioteca Nacional, ese edificio tan chulo que está en Recoletos. Aunque cueste creerlo, está lleno de libros… Algunos muy muy antiguos. May estudió Políticas y Estudios Internacionales, lo que pasa es que cuando le preguntas, te dice que es historiador.
Y vaya si lo es. Uno de esos tipos que se pone los guantes de látex para leer legajos en castellano antiguo y luego contarte lo que ha leído sin despeinarse la barba, con una claridad y una gracia castellana (de Burgos para más señas) que te deja tiritando. Si le dejas, te cuenta la lucha feroz de intereses y de poderes en la historia de la política europea; lo que pasa es que casi nunca le dejamos y por eso ha escrito este libro.
ÁLVARO DE LUNA
Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus últimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no merece morir.
Eddard Stark, Juego de Tronos (George R. R. Martin)
EL AMANTE DEL REY
Son años complicados. Tiempos convulsos. Todo está cambiando. La Edad Media está dando las últimas bocanadas. Se están poniendo los cimientos de una nueva sociedad. Acaban de nacer el Renacimiento italiano y la imprenta, que permiten que la cultura empiece a extenderse lentamente por toda Europa.
Los malos rollos entre la monarquía y la nobleza llegan a su momento más chungo. Si has leído a Shakespeare o has visto Juego de Tronos, ya sabes de lo que hablamos. Los reyes quieren acabar con los derechos feudales de los nobles, como tener ejércitos propios o ejercer la justicia en sus señoríos. Y los nobles, claro, quieren defender lo suyo de toda la vida y por eso quieren tener a los reyes a raya.
En la Península Ibérica conviven cinco reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y Granada. La Casa de Trastámara, que es la que nos ocupa, reina en los tronos de Castilla y Aragón, dos reinos que, en este momento, se llevan a matar. Lo típico entre vecinos: que si unas lindes, que si unos terrenitos, que si unas herencias…
En Castilla, Juan II es un tipo sensible. Le encantan los escritores, el arte y la cultura. Mientras él se dedica a impulsar el Renacimiento en estas tierras, deja el gobierno en manos de su todopoderoso privado, don Álvaro de Luna.
Don Álvaro es un tipo astuto, un seductor nato y tiene un encanto personal que encandila a hombres y mujeres. Lleva cuidando del rey desde que tenía tres añitos. Juan II le necesita para todo: es la única persona que puede bañarle, vestirle o decidir si pasa la noche o no con su esposa. Mantienen una relación muy muy estrecha. Se sospecha «de algún trato indecoroso y de lascivas complacencias» entre ellos, y se dice que el rey no puede estar «sin folgar» con Álvaro de Luna. Vamos, que son amantes. Casi nadie duda de que son homosexuales.
Álvaro de Luna, apoyándose en la pequeña nobleza, el bajo clero, la comunidad judía y las ciudades, defiende un poder real fuerte, independiente y centralizado. Desde su punto de vista, los nobles deberían estarle agradecidos: como el poder de la nobleza depende del real, una monarquía fuerte dará más poder a los nobles.
Haciendo su propia guerra, tenemos a Juan Pacheco, marqués de Villena. Es el consejero del príncipe Enrique, el oráculo que siempre guía a su antojo al príncipe de Asturias y su presunto amante. Sí, también Enrique tiene un presunto amante, como su padre. Pacheco es un personaje oscuro con una desmedida ambición, que solo quiere acumular títulos, poder y riquezas, y no les importa nada más.
Para complicar más las cosas, Juan II y sus primos, los infantes de Aragón, andan siempre a la gresca. Para resolver sus problemas, se tira por la calle del medio, casando al príncipe Enrique con Blanca de Navarra. Como los chavales tienen doce añitos, se fija el matrimonio para dentro de tres años, cuando Enrique cumpla los quince.
Un matrimonio que acabará costándonos un disgusto.
EL COTARRO GENEALÓGICO
Agárrate, que vienen curvas. Este tema es tirando a más bien bastante peliagudo. Esto es como el Hola!, pero en casas reales. Así que, por si las moscas, hemos ido dejando pistas genealógicas para seguir el hilo, aunque lo mejor es coger papel y boli y hacerte un croquis, o, mejor todavía, para qué nos vamos a engañar, saltar al capítulo siguiente.
Empecemos por el bisabuelo. El primer Trastámara, Enrique II, fue el padre de Juan I de Castilla, que tuvo dos hijos: Enrique III el Doliente, rey de Castilla, y Fernando de Antequera, rey de Aragón. Hasta aquí, parece fácil. Un rey y dos hijos, cada uno sentadito en su trono.
Enrique III fue el padre de Juan II de Castilla. Fernando de Antequera tuvo un hijo al que también llamó Juan. Y aquí empiezan los líos, porque acabó siendo Juan II de Aragón. Dos juansegundos, dos primos hermanos, dos reyes, cada uno en su correspondiente reino.