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ADVERTENCIA
En una gran Estoria se pueden alterar pequeñas verdades para que resalte la verdad más grande.
UMBERTO ECO, Baudolino
Al escribir no se nos pide que seamos verdaderos sino verosímiles.
JUAN SASTURAIN, El último Hammett
El documento no fue para Michelet más que un trampolín para la imaginación.
JACQUES LE GOFF, ¿Realmente es necesario
cortar la historia en rebanadas?
SUKU’UN FELIPE es un relato biográfico que en su búsqueda de la verosimilitud se permite ciertas licencias historiográficas que sin embargo falsean la verdad histórica. Los personajes existieron, los acontecimientos relevantes se cuentan tal como ocurrieron y los documentos citados son fidedignos. Los diálogos y algunos eventos circunstanciales, en cambio, siendo posibles, no son verificables; unos porque los testigos los reconstruyeron años después según los recordaban, otros porque los imaginé yo apoyándome en lo que sé de los participantes y las circunstancias.
Ignoramos, por ejemplo, qué tan buena era la memoria de Marte R. Gómez, pero las palabras que pone en boca de Felipe Carrillo Puerto cuando, años más tarde, nos relata la conversación en que éste le comunicó su decisión de dejar Morelos y regresar a Yucatán concuerdan con lo que, por esos días, Felipe le escribió a su hermano Acrelio en una carta, ésa sí consultable. De modo que el diálogo es verosímil e históricamente consistente, aunque historiográficamente no resulte fidedigno por no haber documento alguno que lo avale.
Otro caso es el del discurso de Felipe en el Zócalo de la Ciudad de México pronunciado desde el balcón de Palacio Nacional. He leído cuando menos tres versiones periodísticas distintas de lo que dijo, que, sin embargo, coinciden en que llamó a pasar de las palabras a los hechos y a ponerle bombas a las instituciones, de manera que elegí la más elocuente.
Algunas reconstrucciones fueron arriesgadas. Acerca de lo que ocurrió entre el 12 de diciembre de 1923, fecha en que Carrillo Puerto y un grupo de colaboradores escapan de Mérida ante la inminencia de su ocupación por los golpistas vinculados a la rebelión de Adolfo de la Huerta, y el 3 de enero de 1924, en que Felipe y doce más son fusilados en el Cementerio General de Mérida, tenemos testimonios abundantes y minuciosos que permiten reconstruir lo sucedido casi hora tras hora. Hay, sin embargo, una semana perdida: la que los perseguidos pasan en la barra de Río Turbio. Y se trata de una semana narrativa e históricamente decisiva. La noche anterior a la llegada a Río Turbio había transcurrido en medio de versos y bromas —que transmite puntualmente El Chato Duarte en un breve escrito—; en cambio, siete días después, cuando salen de Río Turbio, su mejor opción es entregarse a los golpistas. ¿Qué pasó en el manglar? Nunca lo sabremos porque todos los que estuvieron ahí fueron detenidos, incomunicados y fusilados dos semanas después. En la última entrevista que le hicieron el 21 de diciembre, a unas horas de su captura, Felipe se refiere a “penalidades sin cuento”. Pero la lacónica expresión no basta: hay que narrar las penalidades, pues de otro modo la facilidad con que se pusieron en manos de los militares infidentes resulta históricamente incongruente y dramáticamente inexplicable. Y en el libro las narré; las narré empleando para ello lo que conozco de los personajes y mi experiencia personal con las barras de los ríos, los manglares, los lagartos y el chaquiste.
Otra decisión tuvo que ver con las referencias. Todo lo que cito entre comillas: cartas, telegramas, diarios, actas de eventos públicos, declaraciones judiciales, artículos periodísticos, testimonios…, lo tomé de alguna parte y pude haber mencionado su origen. No lo hice en bien de la fluidez de la lectura y también para evitar que mi narración se viera como texto de consulta. En esto llevé hasta sus últimas consecuencias la recomendación de Jacques Le Goff: “La erudición es un andamio que el artista, el historiador, deberá retirar una vez que haya concluido su obra”. Y como este libro habla de cosas que ocurrieron, pero no pretende tener valor documental, me tomé incluso la libertad de modificar no el sentido, pero sí la redacción de algunos de los textos que reproduzco, pues de la manera en que estaban escritos eran de incómoda lectura. Si alguien quisiera citar algo de esta narración histórica, le sugiero que no lo haga y que mejor acuda a la bibliografía. Ahí está la fuente.
La saga de Felipe Carrillo Puerto es bastante conocida; sin embargo, traté de que el relato conservara el suspenso. Es posible que el lector sepa cuándo y cómo murió el biografiado, pero aun sabiéndolo me gustaría que leyera esta historia como si transcurriera mientras la voy narrando.
San Andrés Totoltepec,
México, 2020, año del coronavirus.
I. CON ZAPATA EN MORELOS, 1913-1915
¿TÚ HAS MATADO A ALGUIEN?
—Hay que sembrar caña. Sembrando puro maíz, frijol y chile nunca saldrán de pobres, por eso les aconsejo que también siembren caña…