Platón nos dice por boca de Aristófanes que en los orígenes del tiempo existían tres sexos: los hombres, las mujeres y los andróginos (hermafroditas), que participaban de los dos primeros. Poderosos como eran estos seres de cuerpo doble, se rebelaron contra los dioses, que decidieron castigarlos dividiéndolos por la mitad. Desde entonces, cada parte busca unirse de nuevo con la otra que le fue cercenada y, así, los que son sección del andrógino, los heterosexuales, necesitan complementarse con el sexo opuesto para recuperar su integridad perdida; las que son sección de mujer, las lesbianas, se sienten inclinadas por las de su propio sexo; y los que son sección de varón, los homosexuales, aman a los hombres y se alegran al acostarse con ellos. Éstos son los mejores de entre los jóvenes y adolescentes, ya que son los más viriles por naturaleza y, por lo tanto, los más adecuados para dedicarse a los asuntos políticos.
Introducción
“[…] Y cuando se hacen hombres, aman a los muchachos y no se preocupan del matrimonio ni de la procreación de hijos por inclinación natural, sino obligados por la ley, pues les basta pasarse la vida unos con otros sin casarse. En consecuencia, la persona de tal naturaleza sin duda se hace amante de los muchachos y amigo de su amante, ya que siempre siente predilección por lo que le es connatu ral. […]”
¿Por qué e ste libro?
Durante muchos siglos no pudo escribirse prácticamente nada sobre la homosexualidad en la antigua Grecia. Se intentaba ocultar una realidad incómoda que, según ciertos sectores ideológicos, no convenía revelar al gran público, porque era peligrosa y dañina. En consecuencia, la poca gente que leía se dedicaba a repetir la misma información sin saber a ciencia cierta si era verdadera o falsa. Por desgracia, esto sigue sucediendo hoy en día. La homofobia más militante, basándose en prejuicios, sigue intentando denigrar tanto a la homosexualidad como a los homosexuales, y tergiversando al respecto sin pudor y a conveniencia.
Aunque en los últimos años se han editado numerosos libros consagrados al “amor dorio”, algunos son demasiado especializados y dedican capítulos enteros a explicar si determinada palabra griega significa una cosa o la contraria. Desde luego, son estudios imprescindibles y esclarecen un aspecto muy relevante de la historia de la antigua Grecia, pero para los lectores legos resultan demasiado farragosos. En muchos casos, los propios textos griegos que han llegado hasta nosotros han sido manipulados. De hecho, cuando se cotejan distintas copias de un mismo texto, las variaciones resultan más que notables, pues los copistas, en su mayoría cristianos, modificaron, cambiaron o eliminaron todo aquello que no les interesaba.
Mi propósito ha sido escribir un libro que se atenga a lo que ya sabemos y que sea además entretenido. Que relate las historias y los mitos y recoja anécdotas y curiosidades, dejando de lado los tecnicismos. Por ejemplo, amigo lector, ¿te gustaría saber a qué dios le robaron sus órganos genitales?
¿Por qué leer un libro de historia?
Desde siempre, generación tras generación, hemos cometido el error de creer que somos los primeros seres humanos de la Historia. En este libro voy a demostrar que muchas de nuestras inquietudes las compartieron las gentes del pasado y que, en ocasiones, encontraron soluciones más acertadas que la nuestras. A menudo, ciertos tertulianos televisivos debaten acerca de la pérdida de los valores y la falta de respeto que los niños muestran hacia sus padres y profesores. Según ellos, es culpa de la violencia de la televisión y los videojuegos… Pero, ¿son estas situaciones que no tienen parangón en otros tiempos, en otras épocas? Aristóteles refiere un conflicto semejante:
“[…] Como en el caso del hombre que se defendía de haberle pegado a su padre diciendo: “también él pegó a su padre y aquél al anterior”, y, señalando a su hijo, decía: “y éste, cuando sea hombre, me pegará a mí, pues es c ongénito”
El problema, según Aristóteles, no reside en la brutalidad de los actos. Los animales son incluso más violentos y no los censuramos por ello. Es la maldad con la que el hombre actúa lo que hace reprochable su conducta. La ira es un instinto animal que el hombre tiene que aprender a dominar. La maldad, en cambio, es un comportamiento adquirido, y este es el punto que hay que estudiar para erradicar la violencia.
Si hubiéramos escuchado su consejo, tal vez habríamos encauzado mejor la respuesta en busca de una solución práctica y duradera. ¿Te gustaría saber qué otros conflictos actuales se presentaban ya en la Grecia antigua?
¿Por qué un libro sob re Grecia?
Nuestra sociedad está basada en los principios de los griegos. Fueron ellos quienes crearon la democracia y los pilares de nuestra cultura. Nos han legado una documentada impronta que nos confirma su forma de ver el mundo, la vida, y sobre todo, de experimentar con el sexo y la homosexualidad. Convienen aclarar que no tenían el mismo concepto que tenemos hoy de los heterosexuales y los homosexuales. Sin embargo, emplearé estos términos a lo largo del libro para facilitar la comprensión.
Para un griego, la heterosexualidad no existía como tal. El sexo se disfrutaba con hombres y con mujeres, independientemente de que uno se enamorara de unos u otras. La palabra “homosexual” no empezó a usarse hasta el siglo XIX, cuando se quiso catalogar y analizar a aquellas personas que se sentían atraídas por otras del mismo sexo. Para los griegos, acostarse con otro hombre no implicaba ser homosexual, ni tampoco necesariamente se consideraba menos viril a quien se enamoraba de otro hombre. ¿Te gustaría conocer qué personajes elogiados hoy por su sabiduría o por su valentía en la guerra amaban a otros hombres?
¿Qué pueden enseñarnos lo s griegos?
La mayoría de los avances que la sociedad occidental ha realizado con respecto a la aceptación de la homosexualidad ya existían en Grecia. Conceptos que hoy consideramos revolucionarios, y que aún buscan reconocimiento en muchos países, eran normales e incluso elogiados en el periodo helenístico. Por ejemplo, en EEUU se aprobó en 2011 una ley que permitía que los soldados estadounidenses se declararan homosexuales y no fueran expulsados del ejército. El colectivo gay lo celebró como una gran victoria contra la discriminación por orientación sexual, pero aún hay grupos sociales que rechazan la integración de los homosexuales en el ejército, argumentando que debilita la cohesión del batallón y pone en peligro el éxito en la batalla.
En Grecia, por el contrario, se promovían las relaciones homosexuales entre los combatientes para conseguir una mayor eficacia y asegurar la victoria. El “Batallón sagrado” de Tebas estaba compuesto por homosexuales y se mantuvo invicto hasta la batalla de Queroneas, donde murieron todos los soldados. También entre los cretenses había batallones homosexuales muy valorados por su valentía. Una explicación de la heroicidad de estos hombres y su gallardía en la batalla la encontramos en El banquete de Platón
“[…] En consecuencia, si hubiera una ciudad o un ejército de amantes y amados, es imposible que administraran mejor su propia patria que absteniéndose de toda acción vergonzosa y deseando emularse unos a otros; y si combatieran unos junto a otros, tales hombres vencerían, por pocos que fueran, a todo el mundo, por así decirlo. Porque un hombre enamorado soportaría sin duda peor ser visto por su amado abandonando la formación o arrojando sus armas que serlo por todos los demás, y antes que eso preferiría mil veces morir. Y, desde luego, dejar abandonado al amado y no socorrerlo si se halla en peligro…nadie hay tan cobarde a quien el propio Eros no inspire valor, de suerte que se equipare al que es valiente por natura leza. […]”
Con respecto al matrimonio gay ¿Te gustaría saber que emperadores romanos se casaron con otros hombres?
¿Por qué el Imper io Romano?
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