JOSEFA AMAR Y BORBÓN
DISCURSO SOBRELA EDUCACIÓN FÍSICA Y MORAL DELAS MUJERESY OTROS ESCRITOS
Tomados de:
«Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres» en Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid. Tomo VIII. Agosto de 1786, número XXXII. Pág. 399-430.
«Oración gratulatoria dirigida a la Junta de Señoras de la Real Sociedad Económica de Madrid» en Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid. Tomo XII. Diciembre de 1787 (parte primera), número LI. Pág. 588-592.
Discurso sobre la educación física y moral de las mugeres: por Doña Josepha Amar y Borbon, Socia de Mérito de Real Sociedad Aragonesa, y de la Junta de Damas unida a la Real Sociedad de Madrid. En Madrid, en la imprenta de D. Benito Cano, año MDCCXC.
DISCURSO EN DEFENSA DEL TALENTO DE LAS MUJERES,Y DE SU APTITUD PARA EL GOBIERNO, Y OTROS CARGOS EN QUE SE EMPLEAN LOS HOMBRES.
En los Memoriales de Abril y Mayo insertamos dos discursos hechos, el primero por el Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, del Consejo de S. M.en el Real de Órdenes, y el segundo por el Señor D. Francisco Cabarrús, Director nato del Banco Nacional de San Carlos, y del Consejo de S. M. en el Real de Hacienda, sobre si convenía o no el que en la Real Sociedad Matritense de los Amigos del País fuesen admitidas por Socias las mujeres etc. Un asunto tan controvertido y manejado por tan ilustres plumas, parecía que no dejaba qué desear para que quedase terminada y aun decidida esta controversia; pero faltaba oír a la parte que era objeto de la disputa, restaba que el bello sexo hablase, y se le oyese. Tomó la defensa a su cargo una literata conocida ya en la república literaria por su aplicación, talento y escritos, y otras prendas que la han hecho acreedora a ser admitida en el número de los individuos de una de las Reales Sociedades que se han propuesto hacer feliz el Reino de Aragón, Doña Josefa Amar y Borbón. Esta aplicadísima Señora luego que leyó uno y otro discurso, animada de un espíritu verdadero por la gloria de su sexo, se propuso recopilar los ejemplos admirables de las Heroínas en letras, armas y política, y hacer presentes los errores y preocupaciones en que están no sólo los hombres, sino aun las lismas mujeres, del poco aprecio que creen debe hacerse de su talento para las cosas civiles y conocimientos sólidos, de que se las procura apartar en la instrucción, y en algunos ramos del Estado; cuya Apología que remitió a esta Real Sociedad Económica de Madrid, es la siguiente:
1° Cuando Dios entregó el mundo a las disputas de los hombres, previó que habría infinitos puntos sobre los cuales se altercaría siempre, sin llegar a convenirse nunca. Uno de estos parece que había de ser el entendimiento de las mujeres. Por una parte los hombres buscan su aprobación, les rinden unos obsequios que nunca se hacen entre sí; no las permiten el mando en lo público, y se lo conceden absoluto en secreto; les niegan la instrucción, y después se quejan de que no la tienen. Digo les niegan, porque no hay un establecimiento público destinado para la instrucción de las mujeres, ni premio alguno que las aliente a esta empresa. Por otra parte les atribuyen casi todos los daños que suceden. Si los Héroes enflaquecen su valor, si la ignorancia reina en el trato común de las gentes, si las costumbres se han corrompido, si el lujo y la profusión arruinan las familias, de todos estos daños son causa las mujeres, según se grita. Estas mismas tampoco están de acuerdo sobre su verdadera utilidad. Apetecen el obsequio y el incienso; están acostumbradas de largo tiempo a uno y a otro; pero no procuran hacerlo más sólido, mereciéndolo de veras, como sucedería si a las gracias exteriores y pasajeras, que ahora cultivan, uniesen las intrínsecas y duraderas.
2° A la verdad, tanto los aplausos y obsequios de los hombres, cuanto los cargos que atribuyen a las mujeres, son una tácita confesión del entendimiento de éstas; porque de otra suerte no buscarían su aprobación y agrado, ni las supondrían de ocasionar ningún trastorno. La influencia buena o mala de un agente en otro, incluye necesariamente virtud y potencia en el que hace esta variación: una causa más débil, no puede mudar ni atraer a sí la más fuerte. Con que si los vicios de las mujeres tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad física, sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo.
3° Pero sin embargo de unas suposiciones tan justas, parece que todavía se disputa sobre el talento y capacidad de las mujeres, como se haría sobre un fenómeno nuevamente descubierto en la naturaleza, o un problema difícil de resolver. ¿Mas qué fenómeno puede ser éste, si la mujer es tan antigua como el hombre, y ambos cuentan tantos millares de años de existencia sobre la tierra? ¿Ni qué problema después de tantas y tan singulares pruebas como han dado las mismas mujeres de su idoneidad para todo? ¿Cómo es posible que se oigan nuevas impugnaciones sobre esta verdad? Pues ello es cierto que se oyen, y que son de tal naturaleza que no debemos desentendernos de ellas, porque acreditan que no está aun decidida la cuestión.
4° No contentos los hombres con haberse reservado los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado. Nacen y se crían en la ignorancia absoluta: aquéllos las desprecian por esta causa, ellas llegan a persuadirse que no son capaces de otra cosa y como si tuvieran el talento en las manos, no cultivan otras habilidades que las que pueden desempeñar con éstas. ¡Tanto arrastra la opinión en todas materias! Si como ésta da el principal valor en todas las mujeres a la hermosura y el donaire, lo diese a la discreción, presto las veríamos tan solícitas por adquirirla, como ahora lo están por parecer hermosas y amables. Rectifiquen los hombres primero su estimación, es decir, aprecien las prendas que lo merecen verdaderamente, y no duden que se reformarán los vicios de que se quejan. Entretanto no se haga causa a las mujeres, que sólo cuidan de adornar el cuerpo porque ven que éste es el idolillo a que ellos dedican sus inciensos.
5° ¿Pero cómo se ha de esperar una mutación tan necesaria, si los mismos hombres tratan con tanta desigualdad a las mujeres? En una parte del mundo son esclavas, en la otra dependientes. Tratemos de las primeras. ¿Qué progresos podrán hacer estando rodeadas de tiranos, en lugar de compañeros? En tal estado les conviene una total ignorancia, para hacer menos pesadas sus cadenas. Si pudieran desear alguna cosa, o hacer algún esfuerzo, debería ser para que se instruyesen y civilizasen aquellos hombres, esperando que el uso de la razón rompería los grillos que mantiene ahora la ignorancia. La ruina de ésta, produciría la de aquella esclavitud. ¿Mas cómo compondremos el desprecio que hacen de las mujeres, éstos, que las tienen como esclavas, con la solicitud que ponen en adquirir el mayor número que pueden mantener, y con el cuidado que les cuesta el agradarlas? ¿Por qué las desechó Mahoma del paraíso, que promete a los suyos? ¿No es esto semejarlas a los brutos, que perecen, o se extinguen con la vida? Pero si tales delirios no merecen refutación, porque sería honrarlos demasiado, menos podrán citarlos nuestros contrarios, para deducir de la esclavitud en que gimen ciertas mujeres, la inferioridad de su talento. Si valiera este argumento, también se pudiera convertir contra los mismos hombres, porque entre ellos, hay unos esclavos de los otros, y no diremos por eso, que los primeros son casi irracionales. Diremos, sí, que la fuerza destruye la igualdad, y borra la semejanza de unos a otros. De poco servirá que la aptitud sea la misma en el esclavo que en su Señor, si la opresión en que está le impide usar de su derecho y de su razón. Pónganse los dos en un perfecto nivel, y entonces se podrá hacer juicio recto. La violencia no puede establecer leyes universales: así sujétense en hora buena las mujeres que han nacido y se han criado en el país de la tiranía y de la ignorancia; la necesidad las obliga a ello por ahora, pero no pretendan degradar al sexo en general.