Akal / Universitaria / Interdisciplinar / 376
José Carlos Bermejo Barrera
Historia y melancolía
Desde los griegos hasta nuestros días se fue desarrollando la idea de que, por una parte, el historiador es un espectador del pasado y, por otra, que la visión de mundos desaparecidos a través del estudio de las ruinas, los fragmentos de todo tipo y las lecturas de libros en desuso o documentos rescatados es la tarea que lo define.
El historiador del siglo xxi , sin embargo, labora bajo la forma de la melancolía, preso de la sensación de pérdida del sentido y la percepción del futuro; la historia ya no es aquel gran discurso que vinculaba sociedad con estado e integraba el núcleo duro de la ideología. Antes bien, las tramas cognitivas –económicas, jurídicas, técnicas o militares– crean un sistema de información propio, ante el cual la reflexión histórica profunda, planteada desde el libro de autor, acaso pueda ofrecer un contrapunto crítico, no necesariamente articulado ya en un discurso integral.
Historia y melancolía recorre un vasto catálogo de las cuestiones que han interpelado a José Carlos Bermejo a lo largo de su trayectoria. De la naturaleza de los textos hagiográficos y el tráfico de reliquias medieval al mito jacobeo en la Galicia tardorromana, de la mitología del mar en la Grecia antigua a las relaciones entre religión, tortura y ciencia en la Francia del siglo xvi , pasando por la disputada herencia de Foucault o lo artificial del discurso histórico, esta espléndida obra se proyecta, también, bajo el signo de la melancolía.
José Carlos Bermejo Barrera es catedrático de Historia antigua en la Universidad de Santiago de Compostela. Intelectual de reconocido prestigio, cuya vasta obra ha venido apareciendo regularmente en Ediciones Akal, viene desarrollando principalmente sus investigaciones en dos ámbitos del saber: las mitologías y las religiones antiguas, de un lado, y la teoría de la historia, de otro.
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© de sus textos, José Carlos Bermejo Barrera, 2018
© de sus textos, Mar Llinares García, 2018
© Ediciones Akal, S. A., 2018
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ISBN: 978-84-460-4559-5
I
Una elegía para después del fin del mundo
El tiempo es blanco pergamino
y el hombre escribe, en cada hoja,
con tinta que es su sangre roja
hasta que lo hunde el torbellino.
Gottfried Keller
Si comenzásemos diciendo que las tres fuerzas dominantes en el universo son el frío, la oscuridad y el silencio, se nos preguntaría si estamos acaso resumiendo algún mito gnóstico o si pretendemos escribir poesía. Sin embargo, de acuerdo con la llamada 'cosmología estándar' –ese relato global que los físicos teóricos imaginan partiendo de diversos tipos de datos y leyes científicas–, esto podría no ser tan disparatado .
Y es que, en efecto, de acuerdo con el segundo principio de la termodinámica o principio de la entropía, sabemos que la energía se disipa en el universo y que en él se está produciendo un enfriamiento constante, que desembocará en la 'muerte térmica' cuando, al llegar la temperatura al cero absoluto y cesar todo movimiento, ya no pueda ocurrir ningún tipo de acontecimiento que describir ni contar.
De la misma manera, esa pérdida de energía, que habría sido constante desde el instante inicial del Big Bang –el macroacontecimiento que se identifica con el propio universo en su comienzo–, haría cada vez más difícil la transformación de la masa en energía y así, progresivamente, se irían apagando estrellas y galaxias, hasta que todo el universo quedase sumido en un gigantesco agujero negro supermasivo, en el cual desaparecería también lo que se denomina 'el horizonte de los acontecimientos', y no habría ninguna posibilidad de obtener información, al ser devoradas en ese superagujero negro todo tipo de ondas y partículas.
Por último, en ese universo oscuro, frío y totalmente estático, también dejarían de existir los sonidos, y así frío, oscuridad y silencio envolverían el sueño de un universo en el que no quedaría nada que contar ni nadie que lo contase, por supuesto; si exceptuamos al que esto narra, que, como los cosmólogos actuales, piensa y escribe como un narrador situado fuera del espacio y el tiempo o que, si bien es imposible física e históricamente, sin embargo, se acepta como una convención retórica apenas sin crítica.
El relato de la cosmología estándar, un mero relato y no ciencia en sentido estricto, es el dominante hoy entre diferentes comunidades científicas. En el año 1960, aún se publicaban libros colectivos , ha desarrollado argumentos matemáticos bastante convincentes a favor de la negación de la idea de un tiempo cosmológico global.
El discurso narrativo de la cosmología estándar parte de varios presupuestos metacientíficos, como es el principio de unidad de la ciencia; en su relato, se comienza con el instante inicial de la aparición del espacio-tiempo y de ahí se pasa al origen de las estrellas, los planetas, y de ahí a la vida y la aparición de la inteligencia, que culmina en último término en la especie humana, con la figura del científico que, en la cumbre de la evolución, es capaz de dar cuenta de la evolución misma. La idea de unidad de la ciencia es un presupuesto metafísico, como ha señalado con acierto John Dupré , y la pseudohistorización del universo descrita por un narrador ausente es parte esencial de ella.
El relato de la historia del universo, que en el célebre libro de divulgación de Stephen Hawking incluso se llamó 'historia del tiempo' –lo que presupone una contradicción en los términos, pues el tiempo y el espacio es donde transcurre la historia, sea del tipo que sea, y no la historia misma–, posee una estructura básica como todos los demás relatos, que ha sido analizada por Kenneth Burke .
Una narración se compone de los siguientes elementos: escena, acto, agente, medios y fin. La escena es el lugar en el que va a transcurrir la acción: ya sea una habitación, un paisaje o el territorio de un país en el caso del relato de una historia nacional. En nuestro caso, la escena es el espacio-tiempo. El acto es la sucesión de acontecimientos que formarían lo que llamamos el argumento de la historia: en una historia de amor se trata de la sucesión de hechos que van desde el momento en el que los protagonistas se conocen hasta su encuentro o reencuentro final. En una historia nacional, por ejemplo, el acto narraría la génesis, formación y consolidación de un estado-nación y, en el caso del universo, el acto estaría constituido por todas las fases físico-químicas y biológicas que nos habrían llevado desde el agujero negro inicial hasta el momento presente.
El agente o protagonista es la persona o personas en torno a las que se estructura el relato: la pareja, el grupo o la clase social, el país, la nación. En el caso del universo el protagonista, curiosamente, no es en realidad el propio universo –en él la inteligencia, o la necesidad de dar cuenta de su propio desarrollo, no sería más que un epifenómeno–, sino la misma inteligencia humana, lo que se conoce con el nombre de principio antrópico, según el cual las leyes de la ciencia son válidas en cualquier lugar del espacio y en cualquier instante del tiempo cósmico, y esas leyes pueden dar cuenta de que todo lo que ocurre lo hace por necesidad. De este modo, nuestra aparición sobre la tierra sería una consecuencia necesaria de todo el devenir cósmico y planetario que desembocó en la formación de nuestro privilegiado planeta.
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