A pesar del progreso vertiginoso al que hemos asistido durante las últimas décadas, no todo el mundo está de acuerdo en que estemos mejor. En el libro, los autores abordan la historia y la caracterización de la construcción de la UE, los intentos de estabilización monetaria, la crisis del euro, la ampliación a los países del centro y del este y el Brexit. Plantean los retos que debe afrontar Europa. Hablan de las crisis de refugiados, del problema de legitimidad que tiene Europa y del auge de los nacionalismos. Todos estos conflictos hacen necesario consensuar un modelo económico y de convivencia para un futuro común. Para cerrar el libro fijan una serie de objetivos a largo plazo que se articulan en función de los problemas mencionados y remarcan los riegos a los que nos enfrentamos si no se abordan esos problemas.
Introducción y recomendaciones
Este libro es una reflexión sobre la célebre fotografía que figura en su cubierta: una imagen, tomada el 22 de septiembre de 1984, en la que el canciller alemán Helmut Kohl y el presidente francés François Mitterrand se dan la mano en Verdún, en un acto de homenaje a los muertos de ambos bandos en los diez meses que duró el sitio a dicha ciudad durante la primera guerra mundial; acto cuyo simbolismo representaba también una forma de pasar página respecto a las tres sangrientas guerras franco-alemanas, que tuvieron lugar en un siglo, y que suponía un gesto que cimentaba la paz y la estabilidad en Europa. La reflexión sobre dicha imagen combina muchos elementos de análisis histórico, económico, político, institucional, militar y filosófico. El hilo argumental fluye como contrapunto armónico entre las concepciones de Europa de Edward Gibbon, de Salvador de Madariaga y de Robert Schuman, entre muchos otros.
Es muy probable que, contra lo postulado por los agoreros, Europa haya comenzado ya un nuevo período de aceleración de su integración política. De confirmarse, sería una buena noticia para Europa y también para el mundo. El Viejo Continente aloja al 7 por ciento de la población mundial, produce el 25 por ciento del producto interior bruto (PIB) global y gestiona el 50 por ciento del gasto social del planeta. Es un modelo de sociedad que la gran mayoría de los europeos quiere conservar y profundizar. También es una fuente de inspiración para el conjunto de la humanidad.
La Unión Europea (UE) ha atravesado un largo período de desorientación que, en el contexto de la Gran Recesión, ha desembocado en lo que podríamos llamar una crisis existencial. En años recientes ha crecido la incertidumbre sobre la viabilidad del euro y sobre la conveniencia y el sentido de la continuidad de la Unión Europea. Han proliferado los populismos vocingleros, antieuropeos y antiglobalización que, convenientemente jaleados por los sensacionalistas tabloides, parecían amenazar de muerte el proyecto europeo. Tigres de papel. Las elecciones de 2016 y 2017 han colocado a cada cual en su sitio, poniendo de manifiesto que el populismo sólo ha triunfado en el mundo anglosajón, tradicionalmente el más crítico con la idea de una Europa unida. Donald Trump y el brexit no son vistos hoy día como obstáculos, sino como estímulos para la aceleración de la construcción europea. Las abultadas victorias electorales de Emmanuel Macron en Francia, con un programa abiertamente europeísta, hacen presagiar un nuevo dinamismo del eje franco-alemán. Y ello debería dar un nuevo impulso a la integración política en el seno de la Unión Europea.
¿Por qué es necesaria una Europa unida? ¿Por qué la unidad de Europa no puede construirse en detrimento de su diversidad? Éstas son las grandes preguntas cuyas respuestas se desgranan a lo largo de los nueve capítulos que componen este libro.
Está bien empezar los libros por el final, especialmente los de ensayo. Para ayudar al lector en esta tarea —y también para despertar su curiosidad— resumimos a continuación las principales propuestas y recomendaciones con las que concluye el libro. Pero, para hacerse una idea cabal de por qué estas recomendaciones tienen sentido, es probable que haya que leerse el libro en su integridad.
Un decálogo de recomendaciones
A modo de resumen, he aquí diez recomendaciones referidas al proceso de integración europeo:
1. Siguiendo el ejemplo de Irlanda, la acción estructural de la UE debe dejar de poner énfasis en las infraestructuras de transporte y medioambientales y centrarse en la mejora de la empleabilidad y del capital humano para fomentar la convergencia real de las economías de la eurozona. Sólo así podrá asegurarse la convergencia nominal y la sostenibilidad presupuestaria a largo plazo.
2. Es deseable el establecimiento de un Tesoro europeo con capacidad de endeudamiento que pueda financiar proyectos orientados a acelerar la convergencia real de las economías de la UE. Los proyectos encaminados a mejorar y aumentar el capital humano —desde la I+D más sofisticada hasta la formación de desempleados de baja cualificación— deberían ser prioritarios.
3. Los partidos políticos deberían presentar programas paneuropeos para las elecciones al Parlamento Europeo. Sólo así, cuando las elecciones al Parlamento Europeo se desarrollen en clave europea, se podrá articular una legitimidad democrática en la UE.
4. El Semestre Europeo necesita dotarse de legitimidad democrática. Ello supone dar una implicación mucho mayor al Parlamento Europeo y a los diversos Parlamentos de los Estados miembros en los procesos presupuestarios de cada país.
5. La integración europea en defensa sólo tiene sentido si se hace alrededor de una fuerza nuclear táctica de carácter disuasorio, puesto que Rusia considera explícitamente el uso de dichas armas en posibles batallas convencionales.
6. Es un error que la UE trate a Rusia solamente como se trata a un enemigo. Hace falta una estrategia de palo y zanahoria, en la que la zanahoria sea la posibilidad de un acuerdo comercial preferencial tan ambicioso como sea posible.
7. Hace falta un «FBI europeo». La mera coordinación de servicios de seguridad e inteligencia no funciona ni tan siquiera dentro de cada país; y en ningún país del mundo. La labor antiterrorista debe ser dirigida por un organismo europeo con superioridad jerárquica respecto a los distintos servicios nacionales.
8. El ciberespacio se parece al mar. Por él circulan bienes y servicios, y también todo tipo de piratas, corsarios y hackers. La UE debería aplicar al ciberespacio la ley del mar, impulsando el reconocimiento de la jurisdicción universal para los ciberpiratas y ciberterroristas, y combinándola con un sistema de cuantiosas recompensas para los delatores.