Prefacio
¿Crees que la civilización moderna caerá alguna vez y que nuestras ciudades yacerán para siempre en ruinas? Suena como un manido tema de ciencia ficción: los arqueólogos del futuro retirando con cuidado los herrumbrosos esqueletos de los rascacielos, metros o alcantarillas de Nueva York, Londres o Tokio; sacando de los cementerios a nuestros muertos y estudiándolos, como hacemos nosotros con las momias del antiguo Egipto; intentando descifrar nuestro idioma, desentrañar el código de nuestra escritura y entender quiénes éramos. Imaginar nuestros restos, tumbas y edificios tratados por otros de la misma forma en que nosotros tratamos los hallazgos arqueológicos puede parecernos algo inimaginable, pero es bastante probable que la momia que estamos desenterrando pensase lo mismo sobre su tiempo y su entorno.
Desde luego, la respuesta correcta a una cuestión así no existe. Muchas de las dudas planteadas en este libro tampoco son susceptibles de obtenerla; y, en parte, quizá sea eso lo que las hace interesantes.
Basta con observar las pruebas del pasado y extrapolarlas a acontecimientos futuros para que todo se vuelva realmente extraño. Imaginar que los sucesos que han tenido lugar muchas veces en la historia se repiten en la era moderna es hacer una incursión en la ciencia ficción. La membrana que separa la historia basada en hechos de la fantasía especulativa e imposible de demostrar es muy fina. El instante en el que vivimos es la intersección de esas dos visiones, la estricta cronología de los nombres y fechas registrados y las realidades alternativas de posibles futuros. Quién habría imaginado que en el siglo XXI sufriríamos una gran epidemia, como las del pasado; era una fantasía; y sin embargo, se ha demostrado del todo posible, y ha sucedido muchas más veces con anterioridad. ¿Cuál es la relación entre los hechos del pasado y la especulación sobre el futuro?
Me han dicho que cualquier libro convencional debería dar respuesta a preguntas o, como mínimo, ofrecer una argumentación. Si ese es el caso, este no va a ser un libro convencional. Es más bien un conjunto de estampas conectadas entre sí sin muchos miramientos. No tengo una argumentación que ofrecer, lo cual es coherente con el punto de vista que tomamos también en el podcast que presento, Hardcore History. Mi enfoque no es el de un experto, porque no es eso lo que soy. Historiadores, politólogos, geógrafos, físicos, sociólogos, filósofos, escritores e intelectuales en general han hecho su aportación en todas las épocas acerca de todas las cuestiones sobre las que reflexionamos en esta obra, cada uno de ellos utilizando sus propios métodos y considerándolas desde su propio tiempo, especialidad y cultura.
Mientras que un geógrafo moderno podría citar analogías históricas globales para dar fuerza a sus argumentos sobre la «caída» de una civilización, o un físico presentar los cálculos para determinar la probabilidad del impacto de un asteroide que diese lugar a una época oscura, el punto de vista de un narrador o de un periodista es tener en cuenta la perspectiva humana. ¿Qué clase de historias humanas tienen lugar durante el colapso de una civilización?
¿Qué relatos esconden las personas que han sobrevivido a los bombardeos que destruyeron su ciudad? ¿Cómo empieza una pandemia a deshacer los vínculos que mantienen la integridad de una sociedad? Ver las cosas a través de este prisma activa distintas partes del cerebro, también las emociones, y a menudo puede producir un impacto que los datos, los gráficos y los estudios de investigación son incapaces de generar. Piensa en ello como si fuese otra tesela en un inmenso mosaico con el que muchas disciplinas tratan de restablecer una imagen del pasado.
¿Los tiempos difíciles hacen más duras a las personas? ¿La forma en la que criamos a nuestros hijos influye sobre la sociedad en general? ¿Podemos controlar el poder de nuestras armas sin destruirnos a nosotros mismos? ¿Pueden la tecnología, las capacidades y los conocimientos humanos sufrir una regresión? En todas estas ideas hay un fuerte elemento de La dimensión desconocida, con sutiles (y a veces no tanto) matices que parecen comunicarse con los tiempos actuales. Son ideas que cruzan las fronteras de las disciplinas académicas modernas para entrar en el territorio habitualmente ocupado por el drama, la literatura y, en general, las artes.
Sin embargo, incluso sin tener respuestas consensuadas, tales cuestiones son fascinantes y potencialmente valiosas. Muchas de ellas son del tipo de las denominadas «preguntas profundas», que han ocupado siempre el centro de atención en las obras filosóficas. El simple hecho de pensar en ellas con más frecuencia puede resultar valioso. Otras pueden ofrecer, en alguna medida, una utilidad práctica. Por ejemplo, recordar cuántas veces han ocurrido hechos similares en el pasado puede ayudarnos a dar cierta credibilidad a muchos posibles sucesos futuros que, ahora mismo, solo parecen descabellados argumentos de película. Un profesor de historia me dijo una vez que hay dos formas de aprender: puedes meter la mano en el fogón o puedes escuchar historias de personas que lo hicieron y descubrir cómo les fue.
Hace tiempo que los fans de Hardcore History pedían un libro. Tengo tanto material, investigaciones e ideas almacenados que parecía algo natural utilizarlos como núcleo para un trabajo de esas características. Volver sobre él y clasificarlo se convirtió en una especie de test de Rorschach personal. Teniendo en cuenta la cantidad de horas de lectura e investigación que invierto en cada uno de los programas, es imperativo que el tema me interese y mucho.
Si la biblioteca de una persona es una ventana a sus intereses, al parecer los míos tienen una inclinación hacia lo apocalíptico. Quizá por ello resulta poco sorprendente la frecuencia con que los programas han acabado siendo diferentes desarrollos de un punto de partida más o menos común: el fin de la civilización, de una forma u otra; y no solo en cómo los humanos podríamos reaccionar o responder a ello basándose en experiencias pasadas, sino en el tipo de personas en el que estas experiencias podían convertirnos.
No me eches la culpa. El auge y la caída de los imperios, las guerras, las catástrofes, las situaciones en las que nos hemos jugado mucho —los «grandes relatos»— son intensos y espectaculares por su propia naturaleza. La combinación de material que es tanto ameno como (potencialmente) filosófico, educativo y práctico es una fórmula infalible tan antigua como el ser humano. Los historiadores y los narradores, de Homero y Heródoto a Edward Gibbon y Will Durant, se dieron cuenta de ello mucho antes de que Áyax y Aquiles se abrieran paso espectacularmente por la Ilíada, lanza en mano y derramando sangre al tiempo que hacían «historia». De ahí que no sorprenda que un tipo como Shakespeare recurriese tanto al pasado en busca de material.
Pero no se trata solo de diversión y ocio. A menudo, uno se siente impulsado hacia una especie de empatía histórica y reflexión personal. Estos acontecimientos les sucedían a seres humanos de carne y hueso, que solían estar implacablemente atrapados en los engranajes de la historia. Es difícil no preguntarse cómo nos las arreglaríamos nosotros si nos viésemos en situaciones parecidas.
Una de las dudas que no dejaba de asaltarme al sumergirme en los archivos era una duda histórica recurrente e imposible de responder: ¿seguirá sucediendo todo como siempre lo ha hecho? Es una pregunta aterradora y de una increíble intensidad en algunas circunstancias. En este libro se discuten algunos de estos tipos de, si se quiere, casos prácticos.