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Adolfo Dorfman - Historia de la industria argentina

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Adolfo Dorfman Historia de la industria argentina
  • Libro:
    Historia de la industria argentina
  • Autor:
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    ePubLibre
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  • Año:
    1970
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Historia de la industria argentina: resumen, descripción y anotación

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ADOLFO DORFMAN Ucrania 1907 - Ciudad de Buenos Aires 2003 Ingeniero de - photo 1

ADOLFO DORFMAN (Ucrania, 1907 - Ciudad de Buenos Aires, 2003). Ingeniero de profesión (egresado con diploma de honor de la Universidad de Buenos Aires en 1932) Dorfman ocupa un lugar destacadísimo entre los estudiosos de la industria en la Argentina. Sus trabajos deben considerarse «pioneros» en el tratamiento con perspectiva histórica de la cuestión industrial, no sólo porque abordaron en forma metódica cuestiones estudiadas por otros autores en los años veinte, sino porque habrían de iniciar y delimitar un ininterrumpido enfoque específico de la evolución del sector manufacturero en nuestro país.

Su obras fueron numerosas. En particular, La evolución industrial argentina y la Historia de la industria argentina, escritas a fines de los años treinta y comienzos de los cuarenta, constituyeron la primera aproximación sistemática al proceso de industrialización en la Argentina desde sus orígenes prehispánicos y el punto de partida para las interpretaciones predominantes hasta comienzos de la década de 1970. Reeditadas en una nueva versión con el título Historia de la industria argentina, fue hasta hace muy pocos años la única obra de conjunto disponible, formadora por décadas de un amplío espectro de cientistas sociales que se adentraban en el abanico de temas y problemas específicos o ligados al proceso de industrialización.

Su actuación profesional —al igual que su trayectoria y la trascendencia de su obra— ha sido enormemente vasta. Ejerció como docente —de grado y posgrado—, como presidente o director de numerosos centros e institutos de investigación en distintas universidades nacionales y extranjeras (fue director del Departamento de Economía de la Facultad de Ingeniería) y como investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires. Institución que lo designó Profesor Honorario.

Desde mediados de 1946 hasta su jubilación en 1970 se desempeñó en la Organización de las Naciones Unidas, primero en Nueva York y luego en la CEPAL, en Santiago de Chile, ocupando diversos cargos directivos en el Departamento Económico de esa entidad y como encargado de importantes misiones de estudio y asesoramiento en varios países latinoamericanos. También se desempeñó como consejero económico de la presidencia de la Nación durante la gestión de Raúl Alfonsín, entre 1984 y 1989.

CAPÍTULO I

EN LA AMÉRICA HISPÁNICA

La economía indígena. — Los primeros contactos. — El trasplante de formas económicas.

LA ECONOMÍA INDÍGENA

NO PODREMOS analizar la situación en que se hallaba la industria indígena cuando arribaron los colonizadores hispanos a las regiones que hoy forman nuestro solar, si no partimos de la comprensión acabada de su heterogeneidad, El vasto continente americano albergaba pueblos que habían llegado a grados de desarrollo económico muy diverso, si bien, en términos generales, ni siquiera las organizaciones más adelantadas, como la de los incas, superaron la forma comunal agraria. Es indudable que precisamente en virtud del reducido adelanto de su economía, el marco donde crecieron y se nutrieron esos pueblos desempeñó una influencia decisiva sobre su vida, que debió conformarse al medio ambiente.

La Naturaleza era todavía la soberana; no estaba dominada por los hombres. Los elementos que lo rodean constituyen el primer puntal sobre el cual se afirma el hombre para independizarse, poco a poco, del predominio excesivo que ejercen en aquella altura rudimentaria de la civilización.

Los fértiles valles de las comarcas norteñas, protegidos por altas cumbres, de espléndida floración subtropical, fueron escenario harto propicio para el surgimiento de poblaciones estables, sedentarias, dedicadas al cultivo de algunos productos agrícolas y al cuidado de rebaños domesticados; asentada sobre la base de este beneficio inmediato de los productos del suelo, pudo existir, entre aquellos pueblos, una industria basada en la trasformación de las materias que tenían a mano, en su mayor parte naturales o seminaturales. La vida agraria obligó a impulsar la ingeniería y las artes, porque su esencia misma implica la realización de una serie de actividades que requieren una buena dosis de conocimientos para roturar los campos, almacenar, transformar, acondicionar los productos colchados, prever crecidas, lluvias y sequías, etcétera. Con esta obra activa los pueblos modifican el medio geográfico donde nacieron, amoldándolo a sus necesidades mediante el trazado de obras hidráulicas, carreteras, talado de bosques, desecado de pantanos, fertilización de los desiertos, introducción de nuevos cultivos, desarrollo de las poblaciones.

Acerca de las características fundamentales de las poblaciones indígenas de América hallamos una importante documentación en la Historia de la Nación Argentina, volumen I [2]. Los pueblos de la quebrada de Humahuaca (provincia de Jujuy, parte de Salta y Catamarca) representan el ejemplo más acabado de vida agraria adelantada existente durante el siglo XV dentro de los límites de lo que es hoy la República Argentina. Los humahuacas fueron un pueblo agricultor, constructores de formidables acequias, labradas en roca viva o formadas por sillares, para ayudar a la precipitación pluvial; para estabilizar el terreno y aprovechar mejor el agua erigieron contrafuertes o pircas, que sirvieron también para cercar los corrales donde se criaban las llamas que les proporcionaban carne y leche como alimento y lana para tejer; cultivaban el maíz y lo conservaban en silos subterráneos o semienterrados; molían el grano en molinos de piedra.

A este respecto cabe recordar que entre los vegetales más importantes, el Nuevo Mundo sólo poseía el maíz y la patata; de España se introdujo el trigo, la cebada, el arroz, la caña, etcétera, y las principales especies animales. Sobre este particular dice Levene [1]: «No obstante haber desplegado una civilización brillante, los incas no conocieron otra agricultura que la del maíz, patata y yuca, y el desarrollo de la ganadería se limitaba a la domesticación del guanaco y la vicuña».

Manuel de la Puente y Ollea, citado en la obra mencionada, dice al referirse a la fauna americana: «… ninguno de los grandes animales de carga o comestibles existía en el Nuevo Mundo, en el que sólo encontraron los españoles algo semejante, pero inferior, en las llamas y vicuñas del Perú… Siendo bases muy principales para la alimentación del hombre o palancas necesarias para los trabajos agrícolas, sería tan inútil como innecesario que nos esforzáramos en demostrar hasta qué punto la aparición del caballo, la vaca, la cabra y la oveja debía trasformar, y trasformó, los campos de América».

Los humahuacas practicaron la alfarería y el beneficio de los metales, llegando a fundir inclusive algunas aleaciones, como el bronce, que utilizaban para fabricar adornos. Además, cardaban la lana de llama, la hilaban y tejían con rudimentarios utensilios de piedra, hueso o madera. Conocieron el teñido de telas y el comercio con los vecinos, aunque en forma restringida. Parece que no tomaron esclavos como resultado de acciones guerreras; sacrificaban los prisioneros, hecho que denotaría un nivel reducido de fuerzas productivas, pues no advertían la necesidad de someterlos a esclavitud con el objeto de acrecentar la producción. El carácter social de estas tribus, basadas aún preferentemente sobre el ayllu o comunidad primitiva, hace que todos los menesteres industriales descritos fueron practicados sobre todo por mujeres y en forma casera, para proveer al sustento de la familia o del grupo.

Los otros pueblos que habitaron las comarcas del noroeste participan de las características generales que acabamos de describir, aunque en menor medida algunos de ellos por las circunstancias propias de su territorio. Así, la región de los diaguitas (parte de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero) se caracterizaba por tierras áridas y salinas, razón por la cual la agricultura fue allí más pobre que en Jujuy. Los comechingones en Córdoba y ciertas tribus del Chaco practicaron también la agricultura, el tejido y la alfarería en forma de todo punto similar a la expuesta. Toda esta vasta región había recibido el influjo de la cultura incaica.

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