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Gregorio Morán - Adolfo Suárez. Ambición y destino

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Gregorio Morán Adolfo Suárez. Ambición y destino
  • Libro:
    Adolfo Suárez. Ambición y destino
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    ePubLibre
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    2009
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Adolfo Suárez. Ambición y destino: resumen, descripción y anotación

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Notas

[1]Diario 16, 8 de julio de 1990.

[2] José García Abad, Adolfo Suárez. Una tragedia griega, Madrid, 2005, p. 237.

[3] Libro de penosa lectura por lo enrevesado de la sintaxis y lo rudimentario de la reflexión, pasó sin pena ni gloria. Antonio Navalón y Francisco Guerrero, Objetivo Adolfo Suárez, Madrid, 1987.

[4] A. Rubio y M. Cerdán, El Mundo, 15 de noviembre de 1996.

[5] Tres años más tarde, y habiendo pasado ya todo el agua del mundo sobre los puentes de su vida, Suárez lo negó todo. Incluso la relación.

[6] Los lectores curiosos, y con el gálibo alto, pueden leer la minucia de esta truculenta historia en dos versiones. Ernesto Ekaizer, Vendetta, Barcelona, 1996. Pedro J. Ramírez, Amarga victoria, Barcelona, 2000.

[7] José García Abad, op. cit., p. 267.

[8] Transmitidas en este caso por el jesuita José María Martín Patino, consiliario de Tarancón.

[9]El Mundo, suplemento «XX años de nuestra vida. 1975-1995», cap. X.

[10]El Mundo, editorial del 25 de septiembre de 2007.

[11] Justino Sinova, El Mundo, 27 de abril de 2007.

[12] José García Abad, op. cit., p. 21.

[13]El Mundo, 5 de octubre de 2008.

[14] Pedro J. Ramírez, diciembre de 2001.

[15] José García Abad, op. cit., p. 25.

[16]ABC, 25 de octubre de 1979.

[17]Ya, 26 de octubre de 1979.

[18]Pueblo, 2 de noviembre de 1979.

[19] «… qué suerte tendríamos si esta casta de individuos se fueran a vivir a otra parte». El Correo Español-El Pueblo Vasco, 27 de octubre de 1979.

[20]Ya, 30 de octubre de 1979.

[21] Lo que me hizo buscar una sarcástica réplica de Musil que yo recordaba de El hombre sin atributos y que venía al caso como anillo al dedo. «La Iglesia Católica cometió un grave error al amenazar a Galileo con la muerte, y al obligarle a retractarse, en vez de liquidarle sin tanta consideración; porque de su sistema de ver las cosas … han surgido las guías ferroviarias, las máquinas, la psicología fisiológica y la corrupción moral de los tiempos actuales … Probablemente se debió tal error a la excesiva prudencia eclesiástica, pues Galileo no sólo fue el descubridor del movimiento de la tierra y de la ley de la gravedad, sino que fue también un inventor con intereses en el gran capital, según se diría en el lenguaje de hoy.» Robert Musil, El hombre sin atributos, II, Barcelona, 1968, p. 12.

[22] «Uno de los ejemplos más absurdos de esta intencionalidad son los comentarios en torno al libro de Morán.» La Calle, 13 de noviembre de 1979.

[23]El País, 30 de octubre de 1979.

[24]La Vanguardia, 1 de enero de 1980.

[25]Informaciones, 3 de noviembre de 1979.

[26] «Es, evidentemente, un libro apresurado, pero sin pretensiones, irregularmente escrito, pero divertido, artificialmente inflado como biografía, pero interesante en sus disgresiones (sic), descarado con la vida pública de Adolfo Suárez, pero discreto con su vida privada.» El País, 11 de noviembre de 1979.

[27] «Acerca de cierto libro», Informaciones, 3 de noviembre de 1979.

[28]Ya, 1 de noviembre de 1979.

[29]Triunfo, 13 de noviembre de 1979.

[30] Lo más parecido a eso son los desmañados apuntes autobiográficos de José Luis Alcocer, Radiografía de un fraude (Barcelona, 1978).

[1] No confundir con el Lamo de Espinosa joven, que sería ministro con Adolfo Suárez.

[2] Importante empresa promotora de la construcción cuyo símbolo era un caballito de mar.

[3] El Rey le nombraría, por presión de Adolfo Suárez, «senador real» tras las elecciones de junio de 1977. Una fórmula copiada de Franco que Juan Carlos utilizaría en las primeras elecciones para recompensar a figuras que no estaban comprometidas directamente en los partidos políticos en liza.

[4] La más desaforada de las críticas de Ricardo de la Cierva cuando apareció la primerísima versión de mi Adolfo Suárez, historia de una ambición (Barcelona, 1979) fue esta retórica referencia a Galileo. ¡Debía decir Copérnico! Me acuerdo que entonces me vino a la cabeza una vieja cita de Robert Musil en El hombre sin atributos que ya está transcrita en la Introducción.

[5] El episodio me lo contó con pelos y alguna señal el propio Torcuato, pero tuvo siempre la precaución, como en casi todas mis conversaciones con él, de no dar demasiados detalles, sino sólo los rasgos generales. Así, por ejemplo, yo desconocía que fue en casa de Adolfo y que se trató de una cena. Es gracias a la publicación de sus apuntes de época, aparecidos en el libro de su hijo y sobrina —Lo que el Rey me ha pedido— que conocemos con mayor precisión lo sucedido, escrito ya bien pasadas las fechas de la cena y metido Fernández Miranda en el ostracismo del que no saldría.

[6] Pilar Fernández-Miranda Loazana y Alfonso Fernández-Miranda, Lo que el Rey me ha pedido, Barcelona, 1995, p. 200.

[7] «Los 40» eran consejeros nacionales designados directamente por Franco. Al coincidir estos nombramientos con la estancia veraniega del Generalísimo en San Sebastián también se les denominaba con el nombre de su residencia palaciega, «los 40 de Ayete».

[8] Conversación de Torcuato Fernández Miranda con el autor.

[9] Alfonso Osorio, presente en el comentario, no desdeña la ocasión de hacerse con una parte del protagonismo. Carlos Abella recoge la anécdota repartiendo el gesto entre Osorio y Suárez. Carlos Abella, Adolfo Suárez. El hombre clave de la transición, Madrid, 2006, p. 88.

[1] Ministro secretario general del Movimiento, con el que Suárez había sido subsecretario en 1975. Para más detalle, véase capítulo 12.

[2]Gaceta Ilustrada, julio de 1976.

[3]El País, 8 de julio de 1976.

[4] Habrá ocasión de insistir en lo importante que fueron en la transición algunos políticos casados con hijas de ministros de Franco: Marcelino Oreja, Leopoldo Calvo Sotelo, Rafael Arias-Salgado, José Lladó Fernández-Urrutia.

[5] Alfonso Osorio, Trayectoria política de un ministro de la Corona, Barcelona, 1980.

[6] Esta metáfora del Ejército español como un elefante fue escrita por primera vez en 1979 (Adolfo Suárez. Historia de una ambición) y tuvo un sarcástico valor premonitorio, porque en torno al «Elefante» se jugará buena parte de la simbología utilizada durante la preparación y ejecución del golpe de Estado del de febrero de 1981.

[7]El País, 23 de septiembre de 1976.

[8]El Alcázar, 24 de septiembre de 1976.

[9] Miguel Primo de Rivera y Urquijo, No a las dos Españas, Barcelona, 2002.

[10]Historia de la transición, Diario 16, abril-septiembre de 1984, cap. 30.

[11] Carlos Abella, op. cit., p. 130.

[12]El País, 24 septiembre de 1976. No es extraño que Josep Melià, apenas un año después, se convirtiera en uno de los principales asesores del presidente Suárez y su escritor de discursos favorito.

[13] Partido Socialista Popular, que poco tiempo después se integrará en el PSOE.

[14] El relato de la reunión y las frases entrecomilladas pertenecen a los apuntes tomados por el anfitrión, José María de Areilza, quien me los leyó en las entrevistas que celebramos en 1979.

[15] Pequeño apunte personal a pie de página y a pie de calle. Fui detenido en la redacción de Diario 16 la tarde del 20 de mayo de 1977, por orden del general Milans del Bosch, llevado a la Dirección General de Seguridad, donde pasé la noche, y al día siguiente puesto a disposición de un tribunal militar. Había publicado en Diario 16 una serie consagrada a esos «siete días de enero». La titulé «La semana del complot» y apareció en la primavera de aquel año infausto de 1977. Cuando ocurrió el fallido golpe de Estado capitaneado por Milans del Bosch el 23 de febrero de 1981, nadie recordó que cuatro años antes Milans ya amagaba con golpear.

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