Desde el año 2018 es académico de la Universidad Austral de Chile. Actualmente, es profesor titular y director del Instituto de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la misma universidad, donde es profesor de la carrera de Administración Pública y director del Centro de Estudios del Desarrollo Territorial CER-UACh. Entre los años 2001 y 2017 fue académico del Centro de Estudios Regionales y Políticas Públicas de la Universidad de Los Lagos. En esa universidad, fue vicerrector de Investigación y Posgrado y de Planificación y Desarrollo. Entre el año 2014 y 2017, durante el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, fue intendente regional de la Región de Los Ríos.
Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.
© 2022, Egon Montecinos
Derechos exclusivos de edición:
© 2022, Editorial Planeta Chilena S.A.
Avda. Andrés Bello 2115, 8º piso,
Providencia, Santiago de Chile
Diseño de colección: Isabel de la Fuente
1ª edición: abril de 2022
Registro de propiedad intelectual: 2022-A-1265
ISBN: 978-956-9987-78-6
ISBN digital: 978-956-9987-80-9
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
Introducción
¿Es posible tener un Estado más descentralizado en Chile? ¿Es posible pasar a un modelo de Estado regional descentralizado? Esa es la pregunta tras este libro, en que todas las argumentaciones y antecedentes son para demostrar que necesitamos un nuevo modelo de distribución territorial del poder, construido desde abajo hacia arriba, en oposición a la predominante construcción regional y local que ha sido desde arriba hacia abajo, avalada por dictaduras y autoritarismos políticos presentes en el recorrido histórico al que invita este libro.
Creo que es posible avanzar hacia un Estado descentralizado; es más, creo que este es el momento más político en materia regional. La discusión sobre la nueva Constitución abrió una puerta inimaginable para quienes hemos estudiado y seguido la agenda política en materia de descentralización hace largo tiempo.
Desde la gestación del Estado en Chile, hemos padecido múltiples expresiones de centralismo, pero con distintos propósitos. Para Diego Portales, en la Constitución de 1833, el centralismo era una herramienta para consolidar el Estado-Nación, pero para ponerlo al servicio de la economía, no de las personas o de los territorios (en sentido administrativo, hoy serían las regiones y comunas).
En ese entonces, el propósito ideológico de Portales era garantizar el orden social y político para que la economía funcionara y, de paso, sus negocios anduvieran bien. Para ello necesitaba consolidar su idea matriz de Estado fuerte, centralizado, sin autonomía territorial y una sociedad cohesionada desde el gobierno.
Entre 1833 y 1925 ocurrieron innumerables intentos para descentralizar el Estado portaliano, entre ellos se pueden destacar la Ley de Comuna Autónoma, en 1891, y el intento federalista de León Gallo, en 1859. Este último tuvo como propósito derrocar al gobierno de su época por considerarlo centralista, objetivo que no se logró. Muy por el contrario, el centralismo se fortaleció y se fue metiendo no solo en las principales instituciones del país, sino que fue ganando terreno en la cultura política y en la forma hegemónica de tomar decisiones políticas.
En 1925, la Constitución le dedicó un apartado especial a la descentralización administrativa e indicaba que los municipios trabajarían en función de un plan de desarrollo nacional impulsado por el gobierno; es decir, el desarrollo local dependía de un plan nacional. Tampoco en esta época se observaba un rol protagónico de los territorios y sus instituciones principales, en este caso de las municipalidades. En 1980, y en plena dictadura, la idea de descentralización plasmada en la Constitución tuvo como propósito reducir el tamaño y el rol del Estado para facilitar la incursión del mercado en todo el territorio nacional, especialmente en la provisión de servicios básicos como salud y educación. Es decir, la Constitución estableció que las municipalidades solo administrarían las transferencias y competencias que el nivel central les determinara. Por lo tanto, si las materias de salud y educación se distribuían con múltiples restricciones, era evidente que los municipios, en el nivel local, serían competidores débiles en estas materias.
En estos tres momentos constituyentes (1833, 1925 y 1980), el Estado le asignó un propósito “administrativista” a la descentralización, alejado de la idea de autonomía territorial. La salvedad de este último periodo es que en los ochenta esto se desarrolló en el marco de una política neoliberal de reducción del tamaño y fuerza del Estado para proveer servicios esenciales. De todos modos, la dimensión política o autonómica de los territorios –incluidas las municipalidades y los gobiernos regionales– ha estado ausente en todas las constituciones del país. Esta última idea se puede relacionar con el concepto de regionalización.
La idea de regionalización –que es un concepto distinto al de descentralización– nunca estuvo conectada con autonomía política y demandas territoriales en nuestras constituciones, porque el territorio (regiones y comunas) siempre se ha construido y determinado (o dibujado, administrativamente hablando), desde arriba hacia abajo; desde el nivel central del Estado, sin protagonismo regional ni comunal.
En este contexto, este libro persigue tres propósitos derivados de la pregunta original, los cuales se irán examinando durante el recorrido de su lectura.
El primer objetivo es hacer una distinción conceptual sobre ideas tan usadas en el último tiempo, como regionalización y descentralización. Muchas veces estas concepciones se asimilan y se utilizan como sinónimos cuando, en realidad, hacen alusión a cosas diferentes. Es como decir que comer manzanas y naranjas es lo mismo porque son frutas, sin hacer la debida distinción sobre sus valores nutritivos, formas de producción y sabores que las hacen totalmente diferentes.
Esta confusión conceptual se puede apreciar en la discusión de la nueva Constitución, pero también en la elección presidencial del año 2021. En múltiples foros y seminarios, se pudo apreciar que líderes políticos, incluso candidatos presidenciales, hablaban frecuentemente de descentralización, pero en realidad se referían a desconcentración, o aún peor, algunos confundían regionalización con descentralización, o con deslocalización. Es un error frecuente que refleja el desconocimiento sobre ideas y conceptos, que al convertirse en políticas públicas, resultan determinantes para el estancamiento o el desarrollo de los territorios.
El segundo propósito del libro es revisar los contenidos y principales características de la descentralización a lo largo de las tres principales constituciones (1833, 1925, 1980), hasta llegar al cambio constitucional que vivimos.
Finalmente, el tercer objetivo del libro es ofrecer ejemplos sobre la dualidad centralismo-descentralización, evidenciando sus principales limitaciones.
Además, la parte final del libro, se plantean algunos desafíos y los componentes principales de las nueve propuestas para pasar del actual Estado unitario centralizado a un Estado regional descentralizado, las que podrían consagrarse en la nueva Constitución.
1. Descentralización y regionalización: las peras y manzanas son frutas,
¡pero no son iguales!
El 7 de febrero de 2012, un grupo de pescadores y dirigentes sociales se tomaron el puente Carlos Ibáñez del Campo, el principal acceso terrestre a Puerto Aysén, en la región de Aysén. Demandaban mejorar las condiciones de vida, salir del olvido por la lejanía y bajar el precio de los combustibles, y levantaron la ciudad en barricadas. Los “grandes” canales de televisión se demoraron en dar la noticia, mientras que la radio Santa María, uno de los medios locales más relevantes, no dejó de transmitir desde que comenzaron las protestas.