COLECCIÓN SOCIOLOGÍA
PERSONAS, ORGANIZACIONES, SOCIEDAD
DESIGUALDAD EN CHILE: LA CONTINUA RELEVANCIA DEL GÉNERO
DESIGUALDAD EN CHILE:
LA CONTINUA RELEVANCIA DEL GÉNERO
Claudia Mora
EDITORA
DESIGUALDAD EN CHILE: LA CONTINUA RELEVANCIA DEL GÉNERO
© Claudia Mora
Editora
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 - Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl – 56-02-28897726
www.uahurtado.cl
Impreso en Santiago de Chile
Noviembre de 2013
ISBN libro impreso: 978-956-9320-54-5
ISBN libro digital: 978-956-9320-55-2
Diseño de portada
Francisca Toral
Imagen de portada
Latinstock
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
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ÍNDICE GENERAL
Primera parte
Desigualdad y exclusión/inclusión de género
Claudia Mora
Mauro Basaure
Aldo Mascareño
Segunda parte
Instituciones (re)productoras de jerarquías y desigualdad de género
Irma Arriagada
Rosario Undurraga
Ana Cárdenas Tomažiè
Elisabeth Simbürger y Rosario Undurraga
Tercera parte
El contrato de género y la política
Virginia Guzmán
Lidia Casas Becerra
Teresa Valdés E.
Gwynn Thomas
José Olavarría
Los seres humanos venimos al mundo provistos de dotaciones o recursos muy desiguales. Algunos de ellos son fruto del azar natural (una discapacidad por ejemplo o, por la inversa, una especial aptitud física), otros son resultado de la historia (por ejemplo la clase social en que se vino al mundo). Esas diversas dotaciones situarán a su poseedor en un determinado lugar del espacio social, dirán en qué parte de las múltiples e invisibles escalas del prestigio y del poder podrá descansar.
La desigualdad se origina, pues, o en la naturaleza o en la historia.
Ahora bien, el ideal democrático sostiene que ni una ni otra, ni la naturaleza ni la historia, efectúan distribuciones que puedan estimarse, sin más, justas. La cultura democrática puede ser descrita como un esfuerzo, casi sin fin, por corregir una y otra vez las dotaciones que son resultado del azar natural o de la trayectoria de las generaciones. Este es el sentido más profundo del ideal democrático: la pretensión que sea la voluntad de todos, y no el silencio de la naturaleza o la sombra de la historia, la que establezca cómo debemos vivir y tratarnos recíprocamente.
¿Cómo considerar, a la luz de ese ideal, al género?
El género, como se muestra en este libro, alude a la construcción social de una cierta identidad que reposa sobre el sexo. Mientras el sexo es una cualidad adscrita, como el color de la piel o la estatura, el género constituye una cualidad adquirida, una construcción que no pertenece a la naturaleza, sino a la cultura, y que, adosada sobre nuestra pertenencia sexual, define para cada uno la participación en el mundo del trabajo y en la totalidad de los asuntos humanos. El género es, pues, una definición social de roles o funciones que aspira a poseer la naturalidad de la respiración; pero que, cuando se lo mira de cerca, equivale a uno de los varios relatos posibles de nuestro lugar en el mundo. El género nos constituye, posee una relación tan íntima con nosotros, que casi llegamos a identificarnos con él, como le ocurre a Nora, el personaje de Ibsen quien “podía hacer todo lo que quería, porque solo quería hacer aquello que debía”.
¿Cómo tratar, entonces, a la luz del ideal democrático, al género? ¿Se trata de un concepto indiferente para el ideal democrático o de un aspecto de la vida social que hay que corregir a la luz de algún ideal normativo? Y si hubiera que corregirlo ¿qué dificultades, teóricas y prácticas habría que enfrentar?
Este libro —editado por Claudia Mora— intenta, a la luz del conocimiento acumulado, responder esas preguntas.
Se trata de preguntas que son urgentes de responder especialmente si se atiende a los problemas que hoy día ocupan a la esfera pública. Como constata la misma Claudia Mora, actualmente se verifica una suerte de rara paradoja: un creciente reclamo de igualdad y un olvido igualmente creciente, en esos mismos reclamos, de los problemas del género. A pesar que una abundante literatura indaga en la forma en que el género se constituye y naturaliza, hasta casi la invisibilidad, contribuyendo así a configurar la posición de cada uno en el mundo social, las demandas sociales parecen ignorarlo. Una demanda de acceso generalizado a bienes —sin considerar la economía simbólica que los hace posible y los distribuye— ha sustituido un acercamiento más crítico y reflexivo al problema de la desigualdad. La situación podría explicarse, como sugiere Claudia Mora (vid. “La imperceptibilidad del género”, infra), porque las demandas sociales se encontrarían inspiradas por los ideales meritocráticos subyacentes al proyecto modernizador, en vez de por una crítica a las diversas formas de distribución del poder que en él se realizan. En otras palabras, el contenido normativo de las demandas sociales sería el reflejo del proceso que, no obstante, presumen criticar. Poner de relieve los problemas de género —la manera en que el género incide en la forma en que nos tratamos recíprocamente— podría contribuir entonces a que esas demandas sean más adecuadas a la complejidad del medio que pretenden, aparentemente, corregir.
La situación que constata Claudia Mora —el género como un asunto más o menos preterido en las demandas sociales de los últimos años— no coincide con lo que ocurrió en las décadas siguientes a la recuperación de la democracia.
Y eso hace al fenómeno aún más urgente de ser examinado.
Luego de recuperada la democracia, se incorporaron a las diversas agendas estatales los temas de género; aunque (vid. Guzmán, “Discursos de género e institucionalidad pública”, infra) la economía cognitiva de las instituciones, las formas en que ellas interpretan y orientan la acción, parecieron morigerar su presencia. En esos años también se produce una expansión de los ideales de la autonomía personal y de la soberanía sobre el propio cuerpo hacia la esfera reproductiva y la familia (vid. Casas, “Ciudadanía y reproducción en Chile”, infra). Y, en fin, en ese lapso se produce la incorporación deliberada de la mujer al manejo del Estado en proporciones que se busca equilibrar con la de los hombres (Valdés, “Acción política de mujeres 1990-2006: institucionalizando la equidad de género”; Thomas, “Un Estado más incluyente: la regenerización de la presidencia en Chile”, infra). Esa presencia no se condice con la ausencia del tema de género en las demandas sociales masivas, las que arriesgan el peligro de reducir la complejidad de los problemas sociales al acceso económico y la concesión de derechos.
Recuperar una mayor conciencia reflexiva acerca del género es, pues, urgente.
Ahora bien, como sugiere este libro, traer al debate público el problema de género supone al menos resolver dos problemas distintos: uno, el de la situación empírica que reviste el género en Chile; otro el de cuál es la teoría normativa, por llamarla así, que debiera inspirar una política para corregirla.
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