© Ingrid Betancourt, 2021
© Juan Manuel Santos, 2021
© Juan Carlos Torres, 2021
© Editorial Planeta Colombiana S. A., 2021
Calle 73 n.º 7-60, Bogotá
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Diseño a cargo de Juanfelipe Sanmiguel
Departamento de Diseño Grupo Planeta Colombia
Primera edición (Colombia): septiembre de 2021
ISBN 13: 978-958-42-9649-8
ISBN 10: 958-42-9648-5
Desarrollo E-pub
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Impreso en Colombia – Printed in Colombia
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Quien sabe del pasado sabe del porvenir.
—Ramón del Valle-Inclán
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
—Jorge Luis Borges
Vidas paralelas
Por: Juan Carlos Torres
Conversación en tiempos de pandemia
La cita era en la biblioteca del Old Parsonage Hotel, uno de los hospedajes más bellos y tradicionales de Oxford, cuya construcción data de 1660. Por cuatro mañanas nos encontraríamos allí el expresidente Juan Manuel Santos —que se hospeda en ese hotel cuando dicta clases como profesor visitante—, la excandidata presidencial Ingrid Betancourt y yo para reconstruir, en una conversación informal, buena parte de la historia contemporánea de Colombia y del mundo, de la que Santos y Betancourt han sido protagonistas por diversos motivos. Pero no solo la historia. Se trataba también de recoger sus reflexiones y análisis sobre los tiempos convulsionados que vivíamos, en medio de multitudinarias protestas callejeras y con un cambio climático galopante que pone en riesgo la supervivencia misma de nuestra especie.
Santos y yo teníamos planeado volar de Bogotá a Londres la noche del 21 de marzo de 2020, y seguir desde la capital inglesa a la más antigua ciudad universitaria del Reino Unido. Allí nos esperaba Ingrid, que investiga y escribe en ese campus legendario su trabajo de doctorado en teología. Pero un hecho abrumador se cruzó en nuestros planes: la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus.
La biblioteca del Old Parsonage, con una colección entrañable de libros, presidida por Alicia en el país de las maravillas, que Carroll imaginó y escribió en Oxford; ese salón con un acogedor patio anexo, donde Oscar Wilde mataba el tiempo mientras estudiaba en la afamada universidad, tendría que esperar. Los cielos se cerraron para los vuelos internacionales y tanto el Reino Unido como Colombia entraron en cuarentena.
Pero las crisis —cuántas veces se ha dicho— son a menudo bendiciones ocultas. Obligados al confinamiento, decidimos seguir con el proyecto, y lo que iba a ser una charla de cuatro mañanas se convirtió, gracias a la tecnología de las comunicaciones, en una extensa, animada y franca conversación que tuvo veinte sesiones y que ocupó cuarenta horas de grabación. No hubiéramos logrado tanto, ni ahondado en tan variados temas, de no haber sido por la pandemia, que nos dio el tiempo y el sosiego que se requerían.
Santos, desde su casa campestre en Anapoima, donde pasó la cuarentena con su familia; Betancourt, desde Oxford, donde alternó esta entrevista con el avance en su investigación doctoral, y yo, desde Paipa, con el apacible marco del lago Sochagota, viajamos por el tiempo descubriendo sucesos, coincidencias y matices de los que incluso ellos mismos no eran conscientes.
Fue una conversación entre amigos, marcada por la sinceridad, las confidencias y también, en algunos momentos, por una intensa emotividad. Juan Manuel e Ingrid: el ministro y su asesora, el liberador y la liberada, el expresidente y la exsenadora, compartieron sus anécdotas y visiones con asombro y corazón abierto, reconstruyendo entre ambos el tapiz de sus vidas cruzadas, uniendo cabos que habían quedado sueltos, y dejando un testimonio —su testimonio— para la historia.
Hace más de doce años que escribí el relato de la operación Jaque con base en entrevistas con quienes la gestaron y ejecutaron. En esta ocasión, reunido con dos de sus protagonistas, no fui más que un animador, un incitador, que ponía temas o verificaba datos mientras la conversación, como toda buena charla, fluía libremente. Juan Manuel Santos regresó a su vocación periodística y se convirtió en el entrevistador de Ingrid Betancourt, en tanto ella, siempre analítica y curiosa, tampoco dejó pasar oportunidad para auscultar la realidad contradictoria de Colombia en la voz de quien firmó la paz con sus secuestradores y recibió por eso el Premio Nobel.
Más que coincidencias
Pronto nos dimos cuenta de que el hilo cósmico que une las vidas de Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt es mucho más que una cadena de coincidencias. Fue inevitable recordar el prototipo de las biografías de Plutarco, el escritor que reunió, a comienzos del siglo II, las historias de vida de personajes griegos y romanos en duplas que guardaban similitudes tanto en sus personalidades como en sus trayectorias. Lo interesante del ejercicio es que no solo se trata de los grandes temas, lo que podríamos llamar la historia oficial, sino también de las pequeñas anécdotas, esas que marcan la cotidianidad de la vida humana.
Bien dijo Plutarco, y se aplica perfectamente a esta conversación: “No escribimos historias, sino vidas; no es en las acciones más ruidosas donde se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces una situación pasajera, un dicho o una niñería sirven más para declarar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades”.
Un rápido recorrido por la parábola vital de Santos y de Betancourt da sentido a la afirmación de que sus historias, tan distintas en muchos aspectos, pueden encuadrarse en el concepto de “vidas paralelas”. Veamos:
* Los dos nacen en Bogotá, con una década de distancia: Santos en agosto de 1951 y Betancourt en diciembre de 1961.
* Ambos son hijos de familias con gran reconocimiento en el ámbito nacional y, por eso mismo, crecieron rodeados de personalidades del poder, la academia y el arte.
Juan Manuel Santos —cuya genealogía más extensa nos lleva a Antonia Santos, su tía-tatarabuela, heroína y mártir de la Independencia— es sobrino-nieto del presidente Eduardo Santos; nieto del recordado columnista Enrique Santos Montejo, que firmaba como Calibán, e hijo de Enrique Santos Castillo, jefe de redacción y editor general de El Tiempo, el periódico más influyente del país, por cerca de sesenta años.
Ingrid es hija de Gabriel Betancourt, dos veces ministro de Educación, embajador ante la Unesco y director adjunto de esta organización, y presidente de la Comisión de Educación de la Alianza para el Progreso. Betancourt fue pionero en el concepto de crédito educativo y lo concretó en su gran obra, el Icetex, el primer instituto de financiación de la educación superior en el mundo, que les ha permitido a miles de jóvenes colombianos formarse en las mejores universidades del país y del exterior. Su madre, Yolanda Pulecio, fue reina de belleza y fundó a los 17 años un albergue para niños abandonados y maltratados que le ha dado hogar a miles de muchachos hasta hoy; fue concejal de Bogotá, embajadora, representante a la Cámara, senadora e inspiradora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.