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MAPAS
E N EL INSTANTE EN QUE LA CASA EMERGE entre los árboles mientras conducimos por el camino del bosque, nos enamoramos. No es exactamente la «pequeña cabaña en el campo» que estábamos buscando; esta casa es enorme e incluso tiene un nombre: Hooge Nest, el Nido Alto. Nuestros ojos recorren la majestuosa fachada, muros de ladrillo cubiertos de hiedra, ventanas enmarcadas por viejas persianas. Tiene un aire de historia y grandeza, pero sin ser fría o pretenciosa. Por el contrario: el jardín boscoso y salvaje, la hierba alta, las escaleras de cuerda colgando aquí y allá y el huerto al fondo nos invitan a correr, jugar, encender hogueras y pasar interminables noches conversando bajo las estrellas, sin que nos perturbe la civilización. Nos miramos unos a otros y pensamos exactamente lo mismo. Qué afortunados seríamos si pudiéramos vivir aquí.
Lo imposible sucede. A finales del verano de 2012, mi marido, yo, nuestros tres hijos pequeños, un viejo pastor alemán y tres gatos caminamos en procesión por el jardín del Nido Alto. Nos embarcamos en un largo viaje por devolverle a este extraordinario lugar su antigua gloria. Se renovaron los muros, se lijaron las escaleras, se retiraron los paneles del techo dejando al descubierto las ingeniosas estructuras de vigas. Con nuestras propias manos retiramos las alfombras y casi en todas las habitaciones descubrimos puertas ocultas en los pisos de madera, escondites secretos detrás de los paneles. Ahí descubrimos cabos de velas, partituras, viejos periódicos de la resistencia. Y así, junto con la renovación del Nido Alto comienza la reconstrucción de su historia. Una historia sorprendente que resultó ser un episodio importante de los años de guerra en Holanda, desconocidos para la mayoría de las personas, incluso en los alrededores de la casa.
Me entrevisto con el dueño anterior, locatarios, comerciantes de los pueblos aledaños; me sumerjo en los registros catastrales y archivos, y voy de sorpresa en sorpresa. En el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, cuando los trenes hacia los campos de concentración corrían a todo vapor y la Endlösung der Judenfrage , la «Solución final de la cuestión judía», iba a toda marcha, el Nido Alto fue un importante centro para ocultar a los perseguidos y también un bastión de la resistencia, administrado por dos hermanas judías. Aquellos que de niños se ocultaron ahí regresan a la casa. Me brindan sus recuerdos y documentos personales para que pueda darle vida a la historia y voz a las hermanas.
Lento pero seguro, habitación por habitación, las piezas del rompecabezas comienzan a formar la increíble historia que ahora, seis años después, se plasma en papel. Es una historia que confirma mi primera impresión: esta casa es más grande que nosotros. Somos simples transeúntes, muy afortunados de poder vivir aquí.
Si hay que pelear, que así sea. No puedes ser falsa contigo misma. Tampoco puedes engañarte. Hicimos lo que tuvimos que hacer, lo que podíamos hacer. Ni más ni menos.
J ANNY B RANDES -B RILLESLIJPER
Á MSTERDAM , 1912. S I LA BATALLA de Nieuwmarkt se hubiera desarrollado de manera distinta, la familia Brilleslijper tal vez jamás habría existido. Ahí, en el corazón del barrio judío, a los pies de la antigua puerta de la ciudad, el joven Joseph Brilleslijper luchó por la mano de Fietje Gerritse.
Sus familias son totalmente opuestas: Joseph desciende de una familia de cirqueros y músicos itinerantes que hablan yidis y, aunque su padre es ahora un importador de frutas, todavía celebran veladas excéntricas los viernes en su casa en Jodenbreestraat donde todos los integrantes de la familia se reúnen para actuar y cantar. Por otra parte, Fietje Gerritse proviene de una familia de devotos judíos frisios; personas altas, secas y pelirrojas que crían a sus seis hijos con disciplina de hierro en medio de la podredumbre del barrio rojo de la ciudad, con sus estibadores, marineros y prostitutas. Desde muy pequeña, Fietje trabajaba en la tienda nocturna de sus padres en Zeedijk, parada sobre un cajón detrás de la caja registradora, custodiada por sus tres hermanos. Ahora, Fietje se ha enamorado locamente del siempre alegre Joseph, pero sus padres no lo soportan: lo creen un bueno para nada; un chico sin trabajo que escapa a la menor provocación para visitar a su abuelo viajero en el circo.
Los tres hermanos Gerritse han apaleado a Joseph, sin piedad, más de una vez, y cuando se presenta en casa de sus padres para pedir la mano de Fietje, incluso lo echan de bruces contra las baldosas. Joseph se da cuenta de que solo queda una opción. Convoca a los invictos gigantes de Zeedijk para que desciendan de su trono con el fin de mostrarle a la familia Gerritse, de una vez por todas, su verdadero temple. Con su hermano mayor, Ruben, reúne a algunos amigos del barrio, incluido el Bruto Öpie, quien a pesar de no haber pronunciado una sola palabra jamás, es tan fuerte como un toro, así que nadie habla sobre su falta de elocuencia. Con puños y mandíbulas apretados, se dirigen hacia la antigua puerta de la ciudad. Frente a los puestos de pesca en Nieuwmarkt, se desata una espectacular pelea. Por primera vez en sus vidas, los hermanos Gerritse se arrodillan. Joseph se limpia la sangre de los nudillos, recoge a su Fietje de la tienda de sus padres y juntos se mudan con Ruben y su esposa.
Haya sido un movimiento estratégico, fuerza bruta o buena fortuna, la victoria marca el comienzo de una amorosa relación. Se casan el 1 de mayo de 1912 y el padre de Joseph encuentra para la joven pareja un pequeño lugar para vivir en la parte más pobre del barrio judío. El 13 de diciembre de 1912 su hija Rebekka, «Lien», Brilleslijper ve la luz del día por primera vez.
La familia no tiene un centavo, pero son felices. Pocos años después, y con un poco de ayuda de Opa (abuelo) Jaap, el padre de Joseph, se hacen de una pequeña tienda en Nieuwe Kerkstraat; se mudan en el departamento que está arriba de la tienda con la pequeña Lien. Mientras Fietje trabaja en la tienda día y noche, Joseph ayuda a Opa Jaap en el negocio de mayoreo. Pasarán otros cuatro años antes de que los padres de Fietje —a solo dos cuadras de ellos, pero a un mundo de distancia— se acerquen a su hija. El motivo es el nacimiento de la segunda hija de Fietje; Marianne, «Janny», lleva el nombre de su abuela materna. Cinco años más tarde, en el verano de 1921, nace el tan esperado hijo, Jacob, «Japie», y la familia está completa.
Mientras Joseph y Fietje trabajan las 24 horas para salir adelante, el barrio judío cría a sus hijos. Familias numerosas viven en habitaciones largas y estrechas, hay niños durmiendo debajo del lavabo o a lo largo del zoclo en la sala, por lo que la mayoría de sus vidas transcurre en la calle. A la vuelta de la esquina del hogar Brilleslijper se encuentra el teatro Royal Theatre Carré; Lien y Janny pasan horas observando el río de gente vestida con ropa hermosa que se dirige a ver los espectáculos. Más abajo, en la Jodenbreestraat está el Tip Top Theatre, un popular lugar de reunión donde se proyectan películas mudas y se presentan artistas famosos como Louis y Heintje Davids.
Todos en la zona se conocen; los hermanos ayudan a ganarse el pan, las hermanas ayudan a criar a los más pequeños y en las calles alrededor de la casa siempre huele a comida. De Waterlooplein a Jodenbreestraat, los puestos venden castañas asadas, pescado fresco, especias y pepinillos en vinagre. Los viernes, Fietje y otras mujeres del vecindario tienen una olla grande de sopa en la estufa para los pobres. En los años de guerra de 1914 a 1915, cuando los refugiados belgas empezaron a aparecer en la tienda, Fietje les daba a las angustiadas madres sus víveres, incluso si no podían pagarlos. «Se lo anoto», decía, despidiéndolas con una sonrisa.
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