AUSCHWITZ 70 AÑOS
(27/01/2015)
DICCIONARIO IMPROVISADO
«La Shoah es la puesta en marcha, en la Europa del siglo XX, de una gigantesca maquinaria de Estado, política, económica e industrial al mismo tiempo, al servicio de un único objetivo: el exterminio del pueblo judío». Así la define Marcello Pezzetti, un especialista en el tema, en el epílogo de Sonderkommando , uno de los testimonios de supervivientes más sobrecogedores, debido al sefardí Shlomo Venezia. Dentro de este sistema de exterminio, Auschwitz era una pieza clave. Pero Auschwitz es algo más. No es tan sólo un acontecimiento histórico, ni el principal escenario del mayor crimen que ha conocido la humanidad, ni siquiera un pretexto para los buscadores de morbo o los autores de best-sellers de dudoso gusto, sino la palabra que designa el fracaso de toda una civilización que comenzó hace más de tres mil años con los griegos y culminó en el agujero negro de las cámaras de gas. Es también la zona cero desde la que Occidente debió reconstruirse desde los cimientos y de la que salió mortalmente herida su confianza en cualquier certeza, utopía, ideología o creencia que fuese más allá de preservar a toda costa la vida y la libertad del individuo. Es, por tanto, el tema central de nuestra cultura, de la cultura de todos, también de aquellos países, como España, que no lo sufrieron directamente.
Pensar que se trata de una tragedia del pasado, felizmente superada, es una ingenuidad. El campo de exterminio se liberó hace setenta años, pero las aberraciones que llevaron a Auschwitz aún siguen actuando. El nacionalismo, el antisemitismo y el desprecio y persecución de las minorías están vivas en muchos sitios. Pero, sobre todo, continúa presente la misma racionalidad enloquecida, puesta al servicio de diversas abstracciones (el Estado, la nación, el beneficio económico, la explotación despiadada de recursos, la cuenta de resultados), que actúa como una monstruosa maquinaria con vida propia, para la que los individuos no cuentan más que como materia prima de la que se alimenta. Una racionalidad que agota y destruye la naturaleza, mantiene en la pobreza a la mayor parte de la humanidad y sume en la ansiedad y la insatisfacción a los presuntos privilegiados de los países ricos. La sociedad del cansancio la bautizó recientemente en un ensayo uno de los más lúcidos pensadores contemporáneos, el alemán-coreano Byung-Chul Han. Allí describe cómo los beneficiarios de esa incansable explotación, los individuos de los países ricos, son también víctimas de ella, al interiorizar la explotación y haberse convertido en patronos explotadores de sí mismos, pagando un precio cada vez más elevado en depresiones, ansiedades, agotamientos nerviosos... La infelicidad más radical en suma, aquella que el tenerlo todo no puede solucionar.
El nazismo fue derrotado hace setenta años, pero la misma perversión de la razón que fabricó Auschwitz ― la perversión totalitaria de controlar la vida de los ciudadanos hasta el último rincón de su interior―, nos ha convertido a cada uno en un pequeño nazi para quien la propia vida no es más que un esclavo, al que hay que sacar, hasta la extenuación, el máximo rendimiento.
Hablar de Auschwitz, pues, no significa ni más ni menos que hablar de nosotros mismos. Como recordó uno de sus supervivientes más preclaros: «Nada se ha resuelto todavía, ningún conflicto se ha neutralizado, la memoria no ha interiorizado su pasado… Ninguna herida ha cicatrizado…»1
Setenta años después de la liberación de Auschwitz, la información es abundante y rigurosa. Los libros de testimonios, de historia, de ficción, los documentales, las películas, e incluso el turismo de masas, han hecho del Lager casi un lugar común de nuestra historia. Hoy como entonces, sólo el que se niega saber, ignora qué sucedió allí. Competir con el testigo, el historiador o el filósofo por decir algo nuevo resulta una temeridad; por ello, al azar de las lecturas y sin ninguna pretensión de exhaustividad, hemos preferido recolectar en un diccionario algunas palabras significativas, que aún nos dan que pensar.
1Jean Améry, Más allá de la culpa y la expiación , Valencia, Pre-Textos, 2004, p. 46 Álbum Auschwitz.
Uno de los testimonios fotográficos más vertiginosos e insoportables de todos los tiempos. Se trata de una colección de 193 instantáneas, tomadas por dos SS para documentación y recreo de sus superiores, y abarcan todo el proceso, salvo la propia aniquilación, desde la llegada en tren de las víctimas a Birkenau, la selección en las rampas y la espera y marcha de los condenados hacia la cámara de gas. Fueron realizadas en mayo o junio de 1944 y sus protagonistas son todos judíos húngaros, en fase de frenético exterminio durante aquellos meses. En la actualidad pertenece a Yad Vashem. Resulta difícil sostener la mirada sobre cualquiera de estas fotos sin sentir que todo empieza a tambalearse a nuestro alrededor.
Álbum Auschwitz: Un enano seleccionado para la cámara de gas. (Fuente: Yad Vashem)
Álbum Auschwitz: (arriba:) Mujeres y niños camino de la cámara de gas ― (abajo:) Aguardando el turno para ser gaseados
Álbum Höcker
Karl Höcker (1911-2000), un teniente SS destinado en Auschwitz, dejó constancia en un álbum descubierto recientemente de la vida privada del personal del campo. En ninguna de las instantáneas recogidas se trasluce la finalidad de las instalaciones ni la actividad de los confiados modelos. La jovialidad y el buen humor son la tónica dominante. Los fotografiados aparecen relajados y sonrientes, como si, en lugar del mayor escenario del crimen, se tratase de un balneario. Es difícil encontrar en estas fotos un solo rostro sádico e incluso desagradable, ninguna actitud torva. Las expresiones resultan francas y cordiales, llenas de sana vitalidad y camaradería. Nadie diría viéndolas que pertenecen a los mayores verdugos de la historia.
Personal de Auschwitz cantando bajo la lluvia: En medio de la gira campestre, comienza a lloviznar; pero en lugar de aguar la fiesta, el suceso se convierte en un nuevo motivo de alborozo .
Alemanes
«Yo, que conozco Norteamérica y también un poco la Rusia soviética, […] sigo afirmando que
Alemania alberga hoy la chusma más infernal del mundo» (Friedrich Reck, 2-julio-1944).
«Era un mundo sin comedimiento, donde los nuevos alemanes podrían expresar sus odios profundos, podrían practicar el dominio sobre sus “inferiores” y enemigos, podían dar rienda suelta a la moralidad nazi alemana cuyo principio era no tener piedad en la aplicación de la violencia a los “infrahumanos”. Sin embargo, la libertad de las cortapisas expresivas y la gratificación que los alemanes obtenían de esa libertad no eran tan sólo la expresión de cualesquiera impulsos viles que pueden albergar los seres humanos. No hay duda de que el sistema de campos no sólo permitía sino que también promovía la expresión de tales tendencias». (Goldhagen, p. 229).
«Soy un hombre porque actúo. Antes era sólo una voz. No cuestiono los fines de nuestra acción. No hace falta. Sé que son justos porque son vitales. Los hombres no se ven arrastrados a la iniquidad con tanta alegría y afán. Dices que perseguimos a hombres de pensamiento liberal, que destruimos bibliotecas. Debes despertar de tu desfasado sentimentalismo. ¿Debe el cirujano perdonar al cáncer porque para extirparlo está obligado a cortar? Somos crueles. Claro que somos crueles. Todo alumbramiento es atroz, así es este alumbramiento nuestro. Pero nos regocija. Alemania levanta bien alta la cabeza entre las naciones del mundo» (Taylor, p. 43).