A MANERA DE INTRODUCCIÓN
El presente libro forma parte de una investigación más amplia sobre las formas literarias tradicionales y la literatura actual en varias lenguas indígenas de México. En términos generales, tal investigación ha partido de este hecho básico: que las culturas indígenas de México permanecen vivas entre otras causas por el soporte esencial del idioma, por la función que desempeña en la ritualización de la vida civil, agrícola y religiosa. La relación entre los enclaves sociales de resistencia cultural y el uso ritual de la lengua aun en comunidades donde el bilingüismo se acrecienta es uno de los casos preclaros en que el idioma representa la vida misma de los pueblos.
La investigación se ha apoyado en tres premisas. Primera, que en esos contextos de resistencia cultural las lenguas indígenas suponen un uso específico que es en sí mismo un tipo de composición que se diferencia del uso coloquial en la misma medida que en cualquier otro idioma se distingue la composición artística de la expresión común. De este arte de la lengua es necesario partir para entender el fenómeno de la literatura en lenguas indígenas de ayer y de hoy. La segunda premisa es que el complejo proceso idiomático y cultural que se ha dado en llamar “tradición oral” sólo puede explicarse cabalmente a partir del arte de la lengua, pues en estricto sentido la tradición oral es cierto arte de composición que en las culturas indígenas tiene funciones precisas, particularmente la de conservar conocimientos ancestrales a través de cantos, rezos, conjuros, discursos o relatos. Ciertamente, el término “literatura” como técnica de escribir proviene de la voz latina littera (letra), pero el concepto se refiere más a la noción de arte que a la de redacción, y el concepto de “tradición oral” no parece distinguir suficientemente las fronteras entre arte de la lengua (escrita o no) y comunicación oral. Quizás a esto contribuye, además de la visión etnográfica que afecta a esta clase de estudios (en lugar de criterios estéticos, que se aplican a la literatura de los países europeos), el olvido de que las dos obras cumbres de la “literatura” de Occidente, la Iliada y la Odisea de Homero, surgieron antes de la invención del alfabeto y, por tanto, son producciones de una sociedad ágrafa. La tercera premisa es que la tradición oral, entendida como arte de composición, transmite y refleja no solamente los cambios que las culturas indígenas han experimentado durante la Colonia y el México independiente, sino la persistencia del mundo religioso y artístico prehispánico. Por ello, uno de nuestros principales objetivos ha sido proponer un método práctico para analizar el arte de composición de las formas literarias tradicionales en algunas lenguas del país. En este sentido deben ser considerados El arte y composición de los rezos sacerdotales mayas
Ahora bien, en términos generales podemos afirmar que cualquier forma literaria supone unidades mínimas de composición y que algunas de estas unidades pueden modificarse dentro de una misma lengua a lo largo de generaciones o sobrevivir a mudanzas de pueblos, lenguas y culturas. En Occidente el “verso” es una unidad que ha permanecido vigente varios milenios. Entre los valores que se le atribuyen, uno ha perdurado también a través de milenios y constituye quizá su principal supuesto: el ritmo.
Pero la idea de verso y de ritmo cambia según la época o la naturaleza concreta de las lenguas. En su periodo clásico, por ejemplo, las lenguas griega y latina basaron la versificación en la medida del tiempo necesario para recitar los versos, distinguiendo prosódicamente entre sílabas largas y breves.
Es decir, el verso no ha sido una unidad cerrada, definida desde fuera, sino una unidad dinámica y cambiante a la que han recurrido los poetas de muchos milenios para componer obras con cierto artificio, y sus modalidades han durado siglos (en el caso del número fijo de sílabas con rima, desde el siglo XII al XX), o en ocasiones milenios (en el caso del verso prosódico de sílabas breves y largas, desde el siglo IX a.C. al, por lo menos, IV d.C.). Si nos redujéramos a definir la poesía y el verso en función de la tradición europea más reciente (o sea, en función de un ritmo silábico acentual), perderíamos elementos notables de las lenguas indígenas que no poseen las europeas: la desigual duración silábica, vocales rearticuladas con cierre glotal y alturas tonales.
Pero las formas literarias indígenas señalan valores formales dentro de la oralidad. Al transcribir, reelaborada o no, una entrevista acerca de relatos indígenas, se fijan elementos desiguales y vagos no de la tradición oral, sino de la conversación. La inercia etnográfica pierde de vista los distintos desarrollos estilísticos en las lenguas indígenas y la importancia que tienen actualmente para las comunidades y para una inmediata y futura producción literaria. Conviene, por ello, no referir el concepto de lo literario al sentido etimológico de la escritura, sino a valores o