Maya Lorena Pérez-Ruiz - ¡Todos somos zapatistas!: Alianzas y ruptura entre el EZLN y las organizaciones indígenas de México

Este libro narra los conflictos que vivieron los indígenas mexicanos a finales del siglo XX, cuando se propusieron cambiar el mundo desde diferentes trincheras. Nació de mi inquietud por comprender la dimensión indígena de la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y conocer cuáles eran las relaciones de los zapatistas con otras organizaciones indígenas de Chiapas y de otras partes del país, en el contexto de esa insólita guerra que dicha organización emprendió contra el gobierno mexicano y que se extendió después por la humanidad y contra el neoliberalismo. Es, por tanto, una etnografía sobre la trayectoria de los enfrentamientos y negociaciones que las diversas organizaciones indígenas de México entablaron con el gobierno mexicano después de 1994, un análisis del papel que desempeñaron, en esa contienda, los derechos políticos y culturales indígenas, así como una reflexión sobre las difíciles relaciones que establecieron entre sí esas organizaciones indígenas para lograr sus objetivos.

Los protagonistas son los miembros del EZLN, las organizaciones indígenas y campesinas de Chiapas y las de otras regiones que, como integrantes del movimiento indígena nacional, se solidarizaron con los insurrectos para, junto con ellos, luchar por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Como actores colaterales están todos aquellos que, de una u otra forma, actuaron al lado o en contra de los tres actores principales. El núcleo del relato lo constituye el conflicto entre el EZLN y el gobierno federal, porque los zapatistas son quienes a nombre de los indígenas de México sostienen, hasta hoy, esa guerra contra el régimen y el sistema político imperante y porque, bajo esa cobertura, las demás organizaciones indígenas del país se enfrentaron al gobierno y se han solidarizado, aliado y confrontado, a su vez, con el zapatismo chiapaneco. La parte central de este estudio abarca el periodo de 1994 a 2001. Sin embargo, fue necesario buscar en el pasado los antecedentes que permitieran comprender quiénes eran esos tres actores que soñaron unirse para luchar por sus derechos. Se indagó lo esencial para saber de qué manera llegaron a identificarse como indígenas y a construir sus proyectos.

Reconstruir una historia tan reciente presentó diversos retos: unos se relacionaban con las fuentes de información, otros con la forma de acercarse al tema y algunos más con el contexto político y militar que marcaba no sólo el ritmo de la confrontación entre zapatistas y gobierno, sino que determinaba que las fuentes de información adquirieran posturas que iban del apoyo incondicional a la acérrima oposición con alguno de los actores. La información, por tanto, era abundante y fluida en ciertos aspectos, pero escasa en otros. Mientras se elaboraba este libro estuvo presente, como una sombra amenazante, la posibilidad de que la información desprestigiara a los actores y “sirviera al enemigo”. La narración de la historia central que recoge esta obra se basa en la revisión minuciosa de cientos de cuartillas hemerográficas, en la transcripción de varias horas de grabaciones y en la lectura de diversos documentos generados por los actores. El trabajo de campo se llevó a cabo en los foros indígenas, en las reuniones académicas, en los espacios legislativos y en todos aquellos relacionados con la discusión y la aprobación de los derechos indígenas. Las entrevistas y las pláticas informales permitieron dar contexto a las situaciones y comprender las dificultades que atravesaban los actores en su lucha por el reconocimiento de los derechos indígenas. Toda la información contenida en este libro ha sido publicada o difundida en diversos medios y no se incorporó ninguna otra emanada de documentos o fuentes confidenciales. Esta prevención metodológica y política quizá parezca inútil ahora que existe más apertura para discutir el surgimiento y desarrollo del levantamiento zapatista en México, pero en 1994, cuando dio inicio esta investigación, el ambiente era otro.

Asimismo, las dificultades de aproximación a este tema desde el punto de vista metodológico deben situarse en el momento en que comenzó este trabajo: se ignoraban aún muchos aspectos del EZLN que hoy se conocen, así como los resultados de su confrontación con el gobierno; existía una fascinación por el zapatismo y era impensable el fin del régimen priísta. ¿Cómo caracterizar entonces al EZLN? ¿Cómo explicar el levantamiento armado? ¿Cómo entender su lucha por los derechos indígenas? ¿Cómo explicar la existencia de cientos de organizaciones que se decían indígenas y zapatistas aunque estuvieran a miles de kilómetros de Chiapas y no hubieran establecido nexo alguno con esa organización? ¿Eran parte de un mismo movimiento? ¿Eran un mismo actor todas las organizaciones unidas por la defensa de los derechos indígenas?

Miles de cuartillas se publicaron en periódicos, libros y revistas para responder a estas y otras preguntas, y gran cantidad de ellas fue escrita casi inmediatamente después de enero de 1994. De pronto la prensa nacional e internacional, así como un buen número de analistas políticos, se volvieron “chiapanecólogos” y expertos en el movimiento indígena mexicano. Yo no compartía muchas de sus convicciones y, para mí, las preguntas seguían sin respuesta. Opté por seguir un enfoque antropológico e inicié la recopilación de información para elaborar una etnografía. Con todos los riesgos que implica emprender una aventura fuera de los ámbitos comunitarios, que son los tradicionales en este tipo de trabajo, elaboré una “etnografía del conflicto” para hacer un seguimiento de las relaciones entre el EZLN y el gobierno federal, y otra más para conocer cómo eran las relaciones entre los zapatistas y las otras organizaciones indígenas del país. Mi tema de investigación no era el origen histórico del EZLN ni su arraigo en las —comunidades, tampoco los derechos indígenas en sí mismos —aspectos que investigaban ya otros colegas—; me interesaba conocer qué pasaba con las organizaciones indígenas, sorprendidas por la irrupción de un movimiento indígena armado, y cómo en ese contexto se luchaba a favor del reconocimiento de los derechos indígenas en México. La etnografía general, que abarcaba de 1994 a 1998, arrojó más de 800 cuartillas. La amplitud obedeció a que la reconstrucción de la historia, elaborada día tras día, todavía no me permitía saber cuáles hechos registrados iban a resultar trascendentes.