J. Jesús Esquivel - La DEA en México: Una historia oculta del narcotráfico contada por los agentes

En la mente de casi todos los mexicanos, la presencia de agentes de la administración Federal antidrogas (Drug Enforcement administration, DEA) en nuestro país ha sido siempre un tema digno de una película de suspenso, además de que para la relación bilateral México-Estados Unidos siempre han existido muchas dudas y claroscuros en torno de dicha presencia.

Es un hecho que en México existe una especie de fascinación respecto de los agentes de la DEA y su trabajo en la lucha contra el narcotráfico. Pero esto se debe principalmente a que su presencia casi invisible dentro del territorio mexicano ha generado mitos e intrigas. Para algunos, los menos, son el mal encarnado, mientras que muchos los consideran la mano justiciera, incorruptible y perfecta. Y no lo son. Ni lo uno ni lo otro.

Los agentes de la DEA son seres humanos comunes y corrientes. No son agentes secretos como el legendario James Bond, el 007, personaje infalible creado por el cine. Tampoco son quienes saben todo lo que verdaderamente ocurre en México sobre el trasiego de las drogas. Los agentes de la DEA son y serán siempre policías. Para eso se prepararon, estudiaron y se entrenaron bajo disciplinas muy rigurosas.

Es verdad que tienen información privilegiada sobre el mundo del narcotráfico, más abundante y de mejor calidad que la de algunas agencias del gobierno mexicano. Pero no saben todo.

También es un hecho que cada vez que el gobierno anuncia la captura o eliminación de un capo de cualquier cártel, de inmediato los mexicanos piensan que ahí estuvo presente la mano de la DEA.

El sensacionalismo que caracteriza a los despachos periodísticos mexicanos sobre la DEA, igualmente ha contribuido a forjar esa idea de que los agentes estadounidenses son invencibles, o al menos muy misteriosos e inalcanzables.

Desde el secuestro, tortura y asesinato de Enrique Kiki Camarena, en 1985, la prensa mexicana comenzó a magnificar y a exaltar el trabajo de la DEA en la lucha contra el narcotráfico. Por su parte, en Estados Unidos periódicos de prestigio mundial como el New York Times y el Washington Post han aportado su grano de arena a la mitificación de la DEA, sobre todo al exhibir en reportajes de primera plana casos de corrupción de políticos, policías y militares mexicanos, y siempre gracias a filtraciones e in formación que les entregaron los agentes antinarcóticos.

Con la explosión de la narcoviolencia que generó la estrategia militarizada de Felipe Calderón para combatir a los cárteles de la droga y al crimen organizado, creció también el mito de la DEA. La supuesta elaboración de documentos secretos o clasificados por parte de la DEA, o de listas con nombres de políticos, policías y militares, supuestamente corrompidos por el narco, son ya un lugar común de las notas policiacas en los periódicos y las revistas mexicanas, por no hablar de los medios electrónicos. Sólo contados periodistas llegan a publicar las pruebas supuestamente elaboradas por la DEA, que muchos presumen tener en su poder para sustentar los despachos noticiosos.

Otro lugar común del periodismo nacional consiste en exagerar la reacción de las oficinas centrales de la DEA en Washington cuando en México es capturado algún capo importante del narcotráfico. Así, continuamente leemos: “aplaudimos […] éste es un golpe muy fuerte en las estructuras de poder de este cártel […] La captura refleja el éxito de la cooperación bilateral…”; y, por cierto, casi como regla, la DEA siempre hace este tipo de declaraciones.

Cuando se arresta a un narco, no faltan los mexicanos que asocian la captura del criminal con la efectividad del trabajo de la DEA. Rara vez se le da crédito a la Procuraduría General de la República (PGR), a la secretaría de seguridad Pública (SSP), al Ejército o a la Marina.

Pero más allá de estas consideraciones, ¿quiénes son los agentes de la DEA que están en México? ¿cómo trabajan? ¿qué hacen para saber todo lo que se dice que conocen con detalle sobre el narco tráfico y cuál es su metodología? ¿cómo se visten, qué comen? ¿saben en realidad qué funcionarios, policías y militares de México están en la nómina de pago de los narcotraficantes? ¿son de verdad los superhéroes que salvarán a México de los malos y de los políticos corruptos?

Son muchas las preguntas que se pueden formular. La respuesta a casi todas la proporcionan los testimonios de agentes de la DEA que han trabajado en México. Su propia descripción de lo que hacen, de cuáles son sus métodos, acaba en muchos sentidos con los mitos y los misterios que los envuelven.

Quienes aceptaron ser entrevistados para este libro hablan de sus inconformidades, de sus frustraciones, de las ventajas que les da el hecho de ser “policías estadounidenses en México”. Al mismo tiempo, denuncian la podredumbre que ha generado la corrupción por narcotráfico en todos los niveles del gobierno en México. Con frecuencia se burlan de lo que informan los medios de comunicación nacionales, porque no es verdad lo que ahí se dice, y nadie desmiente. “Porque no afecta”, explican.

Son policías que repudian lo que dicen sus jefes, burócratas en Washington —algunos que ni siquiera han puesto un pie en territorio mexicano—, que critican el que hablen y den cátedra con tanta seguridad sobre “lo que verdaderamente ocurre en México”. Y también aceptan que filtran información importante al NewYork Times o al Washington Post porque no confían en las autoridades mexicanas.

A través de varias entrevistas, tanto con agentes de la DEA que trabajaron en México en la década de 1970 y que volvieron años después, como con otros que se fueron a mediados del sexenio de Felipe Calderón, se puede encontrar respuesta a las interrogantes.

Con sus palabras desmienten al gobierno mexicano: “sí, todos los agentes de la DEA portamos armas cuando estamos trabajando en México”, dice uno de los entrevistados. “El gobierno de México nos puso como condición, para aumentar el número de oficinas y de agentes, que no informáramos sobre esto a los mexicanos”, matiza otro.

Con frialdad y pulso policiaco, los agentes de la DEA que han compartido su testimonio para estas páginas dicen no entender por qué las autoridades no arrestan a capos de la talla de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Deploran los más de 60 000 muertos que dejó la lucha militarizada contra las drogas de Calderón. Califican a esta guerra como un “fracaso”, por el altísimo nivel de corrupción por narcotráfico que se expandió en la administración calderonista, y que inició durante la de Vicente Fox. “Más que cuando el gobierno estaba en manos del PRI”, sentencia uno de los agentes entrevistados.