JUAN ALBERTO CEDILLO
(Ciudad de México, 1954) Tiene estudios en historia por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Actualmente es colaborador de la agencia EFE y corresponsal de Proceso. Durante los últimos 10 años cubrió la “narcoguerra” en Durango, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz, entre otros. Es autor del libro Los nazis en México (Debate, 2007), ganador del Primer Premio Debate de Libro Reportaje en 2007. También publicó La Cosa Nostra en México, una reveladora investigación histórica que documentó cómo se infiltró la mafia italiana en el gobierno mexicano durante los años cuarenta y en la que History Channel se basó para una exitosa serie de televisión.
En 2014 publicó en Debate su tercer libro, Eitingon, las operaciones secretas de Stalin en México, donde narra las operaciones de la inteligencia soviética para asesinar a León Trotsky y para conseguir los secretos sobre la bomba atómica. Su más reciente libro, Hilda Kruger (Debate, 2016), es una biografía novelada sobre la espía y actriz que desde la capital mexicana colaboró con el Tercer Reich.
Las guerras ocultas del narco
Primera edición: julio, 2018
D. R. © 2018, Juan Alberto Cedillo
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INTRODUCCIÓN
Durante la década pasada de mi labor periodística escasos fueron los días en que no estuvo servido en mi mesa un plato de sangre. No fueron tiempos de rutina. Los constantes acontecimientos de violencia entorpecían el sueño. La carrera era contra los segundos. Sagradas comidas se quedaron sin saborear. No había espacios para reconfortantes siestas. En calurosas tardes, heladas mañanas y lluviosas madrugadas sucedieron cruentas y salvajes escenas que no dejaban de sorprender. Cada vez iban de menos a más. No había espacio para asustarse. Era necesario sobreponerse y, sin pensar, observarlas y capturarlas desde todos los ángulos posibles. Siempre burlando las limitaciones e imposiciones de las autoridades o de los criminales. Esperar segundos o interminables horas para conocer los mortíferos detalles. El común denominador eran escenarios teñidos de rojo con incontables casquillos percutidos. Se trataba de espectáculos de los que muy pocos ojos habían sido testigos en los últimos años. Sucesos que hundieron a México en una edad negra. Empezaron en el norte y luego se replicaron en diversos rincones de la República.
Con queridos amigos y colegas recorrí numerosos poblados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz, Zacatecas, entre otros sitios donde ocurrieron los acontecimientos que aquí se narran. Quiero expresar mi agradecimiento a colegas como Melva Frutos, Erick Muñiz, Hans Musielik, Víctor Hugo Valdivia, Miguel Ángel Reyna, Tomás Bravo y otros periodistas cuyo nombre no se puede mencionar debido a que radican en zonas de alto riesgo como Tamaulipas. Con algunos de ellos me adentré en lugares como Allende, Progreso, Sabinas, Piedras Negras, Nava, Morelos y otros municipios de Coahuila. San Fernando, Ciudad Mier, Camargo y Miguel Alemán, en Tamaulipas. Tampico Alto, Pánuco y Tempoal, en Veracruz. Además de ciudades donde se registraban cruentas batallas como Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Ciudad Victoria y Tampico.
Los crímenes y las pavorosas masacres helaban la sangre. Las narraciones de las víctimas oprimían el corazón. Los peligros eran innumerables. No obstante, había que arriesgarse y registrar los hechos. Era necesario recoger pedacitos del presente para contar una historia en el futuro. Después de 10 años de cosechar todo tipo de maldad, aquí están los primeros capítulos de esas sangrientas historias. Hay otros capítulos que aún no pueden narrarse.
Estar en el lugar de los hechos me ayudó a conocer directamente versiones de algunos protagonistas, pero no fue suficiente para capturar todos los detalles de la vorágine que arrasó con el norte del país. Aún se carece de fuentes confiables para documentar un fenómeno protagonizado en su fase inicial por grupos del narcotráfico y posteriormente por una auténtica “insurgencia criminal”. Los documentos oficiales o las versiones de las autoridades están viciados por su complicidad con un cártel o por su parcialidad para golpear al grupo rival al que protegen.
En su momento, la poca información sobre la violencia y sobre las acciones de capos del narcotráfico se daba a conocer principalmente en los medios de comunicación. Por desgracia, la mayoría de los medios no se caracteriza por su rigor y objetividad para documentar lo que transmiten. Para mayor complicación, se intentó informar acerca de temas de narcos donde prácticamente es imposible confirmar versiones sobre determinados hechos. Los grupos del crimen organizado ocasionalmente emiten algún tipo de comunicado, pero sólo les llega a ciertos medios y periodistas de la región donde operan.
El huracán de la violencia transformó rápidamente la imagen de México. En el caso de los periodistas, pocos fueron los que documentaron el tema con seriedad. Algunos viajaron a los sitios de alto riesgo para describir las tragedias. Fueron los menos. Entre ellos sobresale Marcela Turati, con sus textos sobre las víctimas. El trabajo del sinaloense Javier Valdez; el libro El extraditado de Juan Carlos Reyna, o