Autora: Nathalia Brodskaïa
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ISBN: 978-1-64461-725-0
Nathalia Brodskaïa
ArteNaif
Contenido
HenriRousseau, llamado elAduaneroRousseau, ElEncanto, 1909. Óleo sobre tela, 45.5 x 37.5 cm. Museo Charlotte Zander, Bönnigheim.
I. Nacimiento del arte naif
¿Cuándo nació el arte naif?
Existen dos maneras de considerar el nacimiento del arte naif. Como corriente artística que no vio la luz del día sino hasta el comienzos del siglo XX y como las manifestaciones que han aparecido de modo absoluto desde hace algunas decenas de siglos con las pinturas rupestres y las primeras esculturas de animales. ¿Quién fue el primer artista naif? Ciertamente un cazador del neolítico grabando sobre una piedra llana los contornos de una presa en fuga y utilizando sólo una fina línea para representar la silueta elegante del animal en movimiento. Sin ninguna experiencia artística utiliza su ojo de cazador. Durante toda su vida ha observado su “modelo”. Es difícil, sin embargo, comprender qué lo incitó a realizar tal dibujo. ¿Intentaba transmitir un mensaje a su tribu? ¿Una oración a un dios para que la caza fuera buena? Según los historiadores del arte, esta primera prueba, independientemente de su objetivo, testifica un arranque vital de una necesidad de expresarse nacida con el contacto de la naturaleza. Este cazador, quien debe ser considerado seguramente como el primero de los “artistas naif”, fue sin duda el más original porque no existía aún ningún sistema de representación pictórica. Poco a poco, el método se formó y se perfeccionó. Seguramente, las pinturas de las grutas de Lascaux o de Altamira no fueron realizadas por las manos de un cazador. La representación precisa y pormenorizada de los bisontes, sus formas, el uso del claroscuro y finalmente la hermosura del dibujo revelan una incontestable maestría. Pero, como vivía en el anonimato y como, sin duda, sus contemporáneos no prestaban la misma importancia que le damos nosotros hoy a lo que pintaba, este “naif”, cazador o artista aficionado, siguió con sus ensayos.
Con la aparición de los diversos sistemas artísticos y de muchas escuelas de arte se han revelado, poco a poco, artistas, pintores, escultores y dibujantes, innovadores y originales. El mundo europeo conserva con cuidado las obras maestras de la antigüedad, lo mismo que los nombres de los grandes arquitectos, escultores y pintores.
Sin embargo, en el siglo V a.C., un ciudadano ateniense desconocido que intentara realizar una pintura, tenía pocas probabilidades de pasar a la posteridad. Es verdad que la mayoría de los frescos antiguos no han sobrevivido a los estragos del tiempo y los textos sólo han inmortalizado muy pocos nombres de sus dueños. El nombre de este artista, precursor de Henri Rousseau, se ha perdido para siempre, pero el hombre ciertamente existió.
Por otro lado, el número aúreo y las bases matemáticas utilizadas en arte, aunque fueron considerados cánones de la hermosura humana por Policleto, no eran más que el patrimonio de un pequeño territorio puesto a prueba constantemente por invasiones procedentes del Mar Negro o de Siberia, que trajeron las estatuillas de piedra mencionadas, que constituían, para los griegos, ejemplos de arte “salvaje”, “primitivo”, en todo igual a los hombres que las habían creado.
Marcado por la veneración de los maestros griegos, el arte romano fue influenciado por estos bárbaros (palabra que no significa, en la óptica de la época, otra cosa que “extranjero”) desde el III siglo d.C. Para los romanos, quienes se consideraban el único pueblo civilizado de la tierra, los bárbaros eran incultos y su arte no podía rivalizar con el arte de su capital, Roma. Sin embargo, los escultores romanos recogieron a menudo estas formas bárbaras simplificándolas, a veces, hasta el extremo.
El arte de los pueblos bárbaros, era también “incorrecto”, y poseía esta elocuencia de la que tanto carecía la mayoría de las obras clásicas. Los artesanos escultores fueron influenciados por sus nuevas formas (ver por ejemplo las tarascas), pidiendo prestado de los mismos senderos que más tarde seguirían Picasso, Miró, Ernst y otros.
Después de haber revertido el dominio de Roma, los bárbaros se liberaron de los principios del arte clásico y despreciaron los cánones establecidos por Policleto. Desde entonces, el arte aprendió a asustar, a suscitar horror, a hacer temblar. Bajo los capiteles de las iglesias románicas aparecieron asombrosas criaturas de miembros cortos y cabeza enorme. ¿Quiénes eran pues los autores anónimos de estas formas extrañas? Sin duda alguna, buenos artesanos que sobresalían en el labrado de la piedra, pero ante todo verdaderos artistas. De ello es testimonio la poderosa influencia que ejercen sobre nosotros tales obras. Estos artistas han llegado al arte por esta vía paralela, que parece haber existido siempre y que los europeos han finalmente denominado “arte naif”.
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