Nathalia Brodskaya
Paul
Gauguin
Traducción: Maria Sol Kliczkowski
© Confidential Concepts, worldwide, USA
© Parkstone Press International, New York, USA
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ISBN: 978-1-64461-739-7
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Contenido
Paul Gauguin muere el 8 de mayo de 1903, agotado por su inútil combate contra los funcionarios coloniales, vencido, desamparado, amenazado con una gran multa por haber incitado a los indígenas a la rebelión y haber calumniado a las autoridades locales, en completa soledad. Así acababa la vida del pintor que había dedicado su obra a glorificar la armonía original de la naturaleza generosa de Oceanía que lo había acogido. Los nombres que Gauguin había dado a su casa de Atuana y a los paneles de madera esculpida que la decoraban: “La casa del placer”, enamoraos y seréis felices, sed misteriosas resuenan con una ironía amarga. Sólo algunos nativos acompañaron a Gauguin hasta su última morada. No se pronunció ninguna oración fúnebre, ni siquiera una inscripción grabada en su tumba.
En el informe que enviaba regularmente a París, el obispo mencionaba: “No ha habido aquí nada más destacado que la muerte súbita de un triste personaje llamado Gauguin, artista de renombre, pero enemigo de Dios y de todo lo que es honesto”.
El nombre de Gauguin no se grabó en la tumba hasta veinte años más tarde y su descubrimiento fue cuanto menos un acontecimiento original.
En efecto, un artista miembro de la Society of American Fakirs encontró su tumba. Francia no rindió homenaje a su célebre ciudadano hasta pasados cincuenta años de su muerte, y se consiguió gracias a la iniciativa de Pierre Bompard, que había realizado los planos para un monumento y había participado en su erección. La presencia de ciertos aficionados al arte entre los viajeros y los colonos, así como la avidez de aquellos que habían denigrado al artista, pero a los que no les disgustaba enriquecerse a su costa, permitieron salvar parte de la herencia artística de Gauguin. De esta forma, el brigadier de Atuana, al regresar a Europa, abrió una especie de museo Gauguin que presentaba las obras que había requisado y escondido. De hecho, en Tahití no se encuentra ninguna de las producciones de Gauguin.
La noticia de la muerte de Gauguin llega a Francia cuatro meses más tarde. Su vida y su obra provocaron entonces un interés sin precedentes. Las palabras del pintor, así como las predicciones de Daniel de Monfreid, sobre un reconocimiento póstumo resultan proféticas: “Es de temer que su llegada estorbe un trabajo, una incubación que tiene lugar en la opinión pública en cuanto a usted, escribía Daniel de Monfreid a Gauguin meses antes de su muerte. Usted es actualmente el artista increíble, legendario, que desde el fondo legendario, desde el fondo de Oceanía envía sus obras definitivas, las de un gran hombre por decirlo de alguna manera, desaparecido del mundo. Sus enemigos (y tiene una buena cantidad de ellos, como todos aquellos que molestan a los mediocres) no dicen nada, no se atreven a combatirlo, ni lo piensan: ¡usted está tan lejos! Por consiguiente, no debe arrebatarles el hueso que tienen entre los dientes. En resumen, usted goza de la inmunidad de los grandes difuntos, ha pasado a la historia del arte”.
1. Efecto de nieve (La nieve, calle Carcel), 1882-1883, óleo sobre lienzo, 60 x 50 cm, Ny Carlsberg Glyptotek, Copenhague.
2. La playa de Dieppe, 1885, óleo sobre lienzo, 38 x 46 cm, Museo Nacional de Arte Occidental, Tokio.
3. Bañistas en Dieppe, 1885, óleo sobre lienzo, 71,5 x 71,5 cm, Ny Carlsberg Glyptotek, Copenhague.
En 1903, Ambroise Vollard exponía en su galería parisina cerca de cien pinturas y dibujos de Gauguin, algunas enviadas por el artista, y otras compradas por los marchantes y coleccionistas. En 1906, París organizó una exposición retrospectiva de Gauguin en el Salón de Otoño, de reciente creación; se expusieron 227 obras (sin contar aquellas que no estaban numeradas): pinturas, dibujos, cerámicas y maderas esculpidas. El crítico belga Octave Maus escribió: “Y finalmente, aquí está Paul Gauguin bajo todos los aspectos de su talento viril y sabio, Paul Gauguin gran colorista, gran dibujante, gran decorador, pintor multiforme y siempre seguro de sí mismo”. Cuando se trata del reconocimiento o del no reconocimiento de las concepciones artísticas de Gauguin y de su lugar en el arte, las variadas apreciaciones de los expertos de diferentes generaciones, con convicciones y gustos estéticos diversos, son totalmente legítimas. Algunos ven en Gauguin un destructor del realismo que se enfrenta violentamente con la tradición y que se abrió un camino para llegar a un “arte libre” que engloba las corrientes más diversas: fauvismo, impresionismo, surrealismo y abstracción pura. Otros consideran a Gauguin como el continuador de la tradición artística europea. Numerosos contemporáneos juzgaban con suspicacia y desconfianza su marcha de Europa, partiendo de la convicción de que un verdadero maestro puede y debe crear en su país natal y no debe ir a buscar la inspiración en viajes al fin del mundo, ni a una cultura diferente de la suya.
Pissarro, Cézanne, Renoir eran de esta opinión. Consideraban el deseo de Gauguin de interesarse por la estilística de la cultura de Oceanía como una especie de plagio.
Esta discordancia entre las opiniones sobre Gauguin no es fortuita.
La vida y el arte del pintor muestran muchas contradicciones, aunque es cierto que muchas son más exteriores y aparentes que reales. Gauguin forma parte de aquellos maestros cuyo destino personal se funde con la creación, mientras que ésta es la concretización de los ideales del artista. El encadenamiento de su vida y de su arte ha sido una lucha permanente y dramática. Lucha por convertirse en pintor, lucha por sobrevivir, lucha contra la opinión pública, su familia, sus amigos, sus compañeros artistas, lucha contra sí mismo para seguir siendo él mismo. No hubiera sido posible que Gauguin se convirtiera en el pintor que “reinventó la pintura”, “el iniciador de los nuevos tiempos” como declaran los dos historiadores del arte más eminentes, Maurice Malingue y René Huygue, sin tener una concepción clara, una voluntad de hierro y la capacidad de superar todos los obstáculos que encontraba en el camino.
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