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Roberto Valencia - Carta desde Zacatraz: Retrato del monstruo de El Salvador

Aquí puedes leer online Roberto Valencia - Carta desde Zacatraz: Retrato del monstruo de El Salvador texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2018, Editor: Libros del K.O., Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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  • Libro:
    Carta desde Zacatraz: Retrato del monstruo de El Salvador
  • Autor:
  • Editor:
    Libros del K.O.
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  • Año:
    2018
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Carta desde Zacatraz: Retrato del monstruo de El Salvador: resumen, descripción y anotación

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Encuentro con el hombre más peligroso y temido de El Salvador.
En 1999 un joven de diecisiete años llamado Gustavo Adolfo Parada Morales, el Directo, fue acusado de cometer diecisiete asesinatos como líder de una de las clicas noventeras más activas y peligrosas de la Mara Salvatrucha: la Pana Di Locos. De él se escribió que era el hombre más peligroso y temido de El Salvador, el monstruo, el enemigo público número uno. Se fugó poco después de ser condenado. Lo recapturaron. La Mara Salvatrucha lo sentenció a muerte. Se rehabilitó. Recuperó la libertad. Se casó. Regresó a la cárcel. Crio dos hijos. Volvió a asesinar. Fue asesinado.
Durante siete años, el periodista Roberto Valencia entrevistó a medio centenar de personas que lo conocieron de cerca (familiares, víctimas, policías, jueces, curas, psicólogos, mareros...), indagó en expedientes y archivos oficiales, y pasó cuatro tardes con el Directo en Zacatraz, la cárcel de máxima seguridad de Zacatecoluca. Con esta información, Valencia teje una minuciosa tela de araña que conecta —sin atajos ni tentaciones exculpatorias— la violencia de las maras con la reciente historia sociopolítica de El Salvador. Un relato obsesivo y desasosegante. Sin escapatoria.
Descubren el relato de un periodista que ha estudiado de manera profunda el Directo y su entorno, y propone una tela que conecta la violencia de las maras con la reciente historia sociopolítica de El Salvador.
FRAGMENTO
¿Por qué Costa Rica?
En 1999, la ciudad chilena de Viña del Mar acogió la VII Conferencia Latinoamericana de Comunidades Terapéuticas. Al evento asistieron, cada uno por su lado y en calidad de aprendices, el terapeuta costarricense Juan Orlando Víquez, y el sacerdote católico guatemalteco radicado en El Salvador Jaime Enrique González Bran. Se conocieron, se cayeron bien, compartieron proyectos y sueños. Cada uno se entusiasmó con el entusiasmo del otro. Tiempo después, el terapeuta Víquez viajó a El Salvador a conocer la comunidad terapéutica de Sendero de Libertad, un proyecto que el padre González Bran había establecido con más voluntad que conocimientos.
La visita terminó de apuntalar la complicidad entre ambos. A partir de entonces, el terapeuta Víquez se dedicó, según sus propias palabras, a «vender a los jueces el modelo de comunidades terapéuticas» para que comenzaran a funcionar en los centros de menores. En 2001 lograron los primeros resultados: dos expandilleros salvadoreños —un dieciochero y un emeese— fueron enviados al centro de El Alfarero, en Costa Rica, la comunidad para drogadictos en la que el terapeuta Víquez trabajaba. Estaba ubicada en San Rafael de Heredia, un acogedor municipio a unos veinte minutos en carro de la capital, San José.
La jueza Bertha fue una de las magistradas más receptivas a la campaña. Un traslado a Costa Rica, pensó, podría ser una buena solución para Gustavo. Pero había un pero obvio: no tenía un problema de drogodependencia que justificara internarlo entre drogodependientes.

ACERCA DEL AUTOR


Roberto Valencia nació en Euskadi en 1976, pero reside en El Salvador desde 2001. Forma parte del equipo «Sala Negra» del periódico digital El Faro, un proyecto de cobertura de la violencia en Centroamérica, especializado en el fenómeno de las maras. Ha ganado, entre otros reconocimientos, el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2013 y el Premio Excelencia Periodística 2015 de la SIP en la categoría «Crónica». Es autor y coautor de varios libros, entre los que destacan Crónicas negras. Desde una región que no cuenta, (Aguilar, San Salvador, 2013), Hablan de monseñor Romero (Fundación Monseñor Romero, San Salvador,...

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CARTA DESDE ZACATRAZ Roberto Valencia primera edición abril de - photo 1

CARTA DESDE ZACATRAZ

Roberto Valencia

primera edición abril de 2018 Roberto Valencia El Faro Libros - photo 2


primera edición : abril de 2018


© Roberto Valencia

© El Faro

© Libros del K.O., S.L.L., 2018

C/ Infanta Mercedes, 92 — Dpcho. 511

28020 Madrid

hola@librosdelko.com

librosdelko.com


isbn : 978-84-16001-89-7

depósito legal: M-10954-2018

código bic: dnj

diseño de cubierta, mapas e infografías: Artur Galocha

fotos de cubierta : Pau Coll (RUIDO/El Faro)

maquetación : María O’Shea

corrección : Ana Doménech


Espanta pensar que en la patria haya tantos muertos, y que los caminos sagrados de nuestro suelo se empapan cada vez más de sangre humana.

Monseñor Óscar Arnulfo Romero

2 de marzo de 1980


La crónica es la novela de la realidad.

Gabriel García Márquez

14 de enero de 1991

PRÓLOGO
Un poco de luz


La historia del Directo es lo que en América Latina llamamos una crónica de largo aliento, solo que el aliento se desparramó en casi cuatrocientas páginas. Es periodismo, sin licencias de ningún tipo, como el que ejercemos con orgullo en la «Sala Negra» de El Faro . Reporteo hasta el agotamiento, documentación, contraste, verificación, elección de una estructura narrativa, escritura, autoedición, escritura, edición.

Ha sido un trabajo lento: para escribir estos párrafos revisé cuándo había realizado la primera entrevista en profundidad de esta historia: fue con la jueza Bertha, en abril de 2010. Hace casi ocho años.

Quizá con un ejemplo me explique mejor: en un momento de su vida, en mayo de 2002, el Directo es sacado de El Salvador y enviado a Costa Rica casi de forma clandestina. Ese viaje, del que la sociedad salvadoreña nunca supo en tiempo real, se hizo por tierra en un Mitsubishi Colt del año 1992. Para reconstruirlo, hablé por separado con cuatro de las cinco personas que fueron en ese carro, y con el quinto no porque ya había fallecido.

A eso me refiero cuando proclamo que este libro es una apuesta por el periodismo. Descarté secuencias poderosas porque no pude confrontarlas, como tiene que ser, y comprobé que lo oficial —aquello que está en expedientes judiciales, fiscales o en reportajes periodísticos de medios de referencia— en un país como El Salvador tampoco es confiable.

Leila Guerriero, la genial periodista argentina a la que le debo lo poco que soy, escribió hace varios años un ensayo maravilloso titulado «¿Qué es el periodismo literario?». Habló de los tiempos y los esfuerzos dedicados por Susan Orlean para reportear y escribir El ladrón de orquídeas , y de los tiempos y los esfuerzos dedicados por Martín Caparrós para escribir El interior , y luego reflexionó sobre por qué esos gurús hicieron lo que hicieron: «Lo hicieron, creo yo, porque solo permaneciendo se conoce, y solo conociendo se comprende, y solo comprendiendo se empieza a ver. Y solo cuando se empieza a ver, cuando se ha desbrozado la maleza, cuando es menos confusa esa primigenia confusión que es toda historia humana —una confusa concatenación de causas, una confusa maraña de razones— se puede contar».

Yo no soy ni nunca seré Susan ni Martín ni Leila, por razones obvias para cualquiera que termine de leer Carta desde Zacatraz . Pero retomo esos ejemplos, esas enseñanzas, y en este libro trato de explicar, con mis limitaciones y mis fortalezas, un problema complejo y multidimensional como es el de las maras. Lo hago a través de la historia de vida del primer pandillero mediático que parió El Salvador: Gustavo Adolfo Parada Morales, (alias) el Directo.

No hallarán todas las respuestas, pero espero que sí algo de luz.


Roberto Valencia

San Salvador, Centroamérica

27 de marzo de 2018

robertogasteiz@gmail.com

MAPAS Y GRÁFICOS

INTRO - photo 3
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INTRO

En cualquier momento se abrirá la puerta.

En esta sala sin ventanas —cuadrícula de baldosas jaspeadas, paredes desnudas de tono apastelado, luz de barra fluorescente— solo se escucha el zumbido del aire acondicionado. A cada lado hay una mesa, como las de los maestros de escuela pública, y un par de sillas de plástico blancas, de esas que abundan en playas y piscinas. La única puerta, a mi derecha, está a dos metros.

Hoy es 11 de septiembre de 2012. Tras meses de gestiones, esta mañana podré al fin entrevistar a Gustavo Adolfo Parada Morales, nombres y apellidos del Directo, asesino múltiple, el pandillero que a finales de los noventa acaparó portadas de periódicos y generó debates como nunca antes —y nunca después— lo ha logrado ningún otro marero en El Salvador. Desde junio del año pasado está preso en el Centro Penitenciario de Seguridad Zacatecoluca, una cárcel que por su aparente inexpugnabilidad y por su dureza se ha ganado el sobrenombre de Zacatraz. La Dirección General de Centros Penales me dejará reunirme con él de dos a cinco de la tarde, desde hoy martes hasta el viernes.

Doce horas de conversación suenan a eternidad, pero tengo razones para la inquietud. En febrero de 2002 también hablé con Gustavo Adolfo, entonces un joven de veinte años recién cumplidos. La plática resultó espesa como un atol. Todas sus respuestas fueron frases cortas, la mirada siempre esquiva, los hombros encogidos. Después de todo lo que había leído y escuchado sobre él, sobre el enemigo público número uno, aquella figura triste y empequeñecida resultó un pequeño desengaño: un serial killer que apenas se atrevía a mirar los ojos de su interlocutor.

Pero ha pasado más de una década desde aquella primera entrevista. Se abre la puerta y aparece el Directo, flanqueado por dos custodios uniformados y con los rostros cubiertos con gorros navarone. Nos damos la mano y nos sentamos a cada lado de la mesa. Sé lo que me responderán, pero pregunto a los guardias si pueden quitarle las esposas.

—Mi nombre es Roberto, soy periodista, trabajo en un periódico llamado El Faro , y estoy aquí porque…

—A usted lo recuerdo… —interrumpe.

—¿¡!?

—Estuvo una vez en Tonaca y hablamos —el tono suave pero firme, los ojos clavados en los míos.

No me ha dado tiempo ni a mostrarle el ejemplar de El Diario de Oriente en el que se publicó aquella entrevista hostil. Lo he traído con la esperanza de que le ayude a recordar.

—Para ese día que usted llegó, yo ya había decidido no hablar nunca más con periodistas, pero la jueza que nos presentó para mí es una gran persona. Ella me lo pidió, y por eso acepté hablar con usted.

Sonrío sin sonreír. Le explico que quiero platicar largo, que he hablado con mucha gente que lo conoce, que quiero escribir un libro. El Directo no solo tolera la idea; parece agradarle. En la actualidad acumula tres condenas que suman casi medio siglo. Creo que cree que no tiene nada que perder.

En mayo de 1999, dijo en una entrevista que su pandilla, la Mara Salvatrucha , era lo mejor que le había pasado en la vida, que adentro había encontrado comprensión, unidad, buenos amigos.

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