A Dios y a la vida, a mis profesores y a los lectores de este trabajo.
A Matador, por su humor crítico e inagotable creatividad, y a Julio César González, por la generosidad de su tiempo y por abrir su historia una vez más.
El Departamento de Bioética de la Universidad El Bosque se complace en presentar el volumen 11 de su colección Pedagogía y Bioética. Este nuevo título se enmarca en el área de investigación Bioética y Educación y corresponde al trabajo realizado por María Catalina Villegas Peña para culminar su Maestría en Bioética, bajo la tutoría del Dr. Felipe Ramírez Gil y la antropóloga María Yaneth Pinilla Alfonso.
En esta área de investigación se expresa el interés de la comunidad educativa, en discusión con la bioética, por estudiar, comprender, proyectar y mejorar la calidad de las acciones pedagógicas para avanzar hacia una sociedad mejor, a través de la educación y la creatividad. Desde una perspectiva bioética, la educación es un elemento fundamental para el desarrollo de los individuos y las sociedades, en lo que respecta a la consolidación de los ideales de libertad, justicia social, paz y respeto por la diversidad. Para ese efecto, “(…) deberá permitir que cada persona se responsabilice de su destino a fin de contribuir al progreso de la sociedad en que vive” (Delors, 1996, p. 88).
La colección Pedagogía y Bioética está constituida por una serie de cartillas sobre temas relativos a la aplicación de la bioética en diferentes contextos, producto de las experiencias que, como académicos y profesionales, han tenido sus autores. En este caso, María Catalina Villegas reflexiona en torno a la eutanasia, tema sensible, aporético y recurrente que en nuestro país adquirió un nuevo significado con la historia de José Ovidio González Correa, quien al final de su vida se convirtió en un personaje icónico por ser el primer ciudadano a quien se le practicó la eutanasia bajo el marco legal.
A través de sus caricaturas, Matador –hijo de Ovidio– ilustró la lucha de un hombre por hacer realidad su deseo de morir dignamente. Cada una de ellas permite interpretar un trasfondo social, ejercicio que trascendió hacia la práctica de la pedagogía deliberativa. Desde una perspectiva hermenéutica sobre el conflicto que subyace a la pedagogía de la eutanasia, este trabajo no solo propone la caricatura como una forma de bioética narrativa, sino que reconoce la manera como el caso de Ovidio González se convirtió, a través de la mirada crítica de Matador, en un ejercicio público de pedagogía deliberativa. La autora muestra el poder de la imagen y la eficacia de la caricatura para abordar temas tan álgidos y complejos como la eutanasia, pues invita a reflexionar y evidencia, una vez más, que educar en bioética es educar en conocimientos, valores, emociones y práctica de la coherencia.
La bogotana María Catalina Villegas Peña es médica cirujana egresada de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Bioética de la Universidad El Bosque y diplomada en Gerencia de proyectos de la Universidad de la Sabana. Se define como viajera, amante de los animales, preocupada por el cuidado del medio ambiente y apasionada por las caricaturas como escape de una realidad inevitable. Su práctica clínica y su experiencia en la industria farmacéutica le han permitido desarrollar una comprensión holística del rol de los profesionales de la salud y han transformado su vida a través del actuar crítico, a la vez complejo y sencillo, que la bioética plantea ante cada cuestionamiento vital.
El Departamento de Bioética espera que esta valiosa contribución nutra el acervo académico, literario y científico de la Universidad El Bosque y del país, y que aporte a la discusión bioética nacional e internacional sobre la práctica de la eutanasia y a la construcción de marcos axiológicos y legales para la formulación de políticas públicas de salud centradas en la reivindicación de la dignidad humana y la inclusión, a fin de conseguir un modo de vida mejor y más feliz para la humanidad.
Jaime Escobar Triana, M. D., Ph. D.
Director del Departamento de Bioética
Universidad El Bosque
Bogotá, Colombia, 2020
Mi nombre es Julio César González. Soy Matador, caricaturista del diario El Tiempo. Mi papá, José Ovidio González, fue la primera persona en acceder a una eutanasia legal en Colombia. Y la primera persona en Iberoamérica en morir a través de esta figura.
Mi papá padecía un cáncer terminal en la cara. Mi familia y yo fuimos testigos directos de esta tragedia, la cual nos deja –al cabo de cinco años– algunas enseñanzas y la prudencia de poder hilvanar bien las cosas.
En mi concepto personal, la eutanasia no tiene absolutamente nada que ver con la muerte. Es una percepción errónea. El eje central de la eutanasia es el rechazo al dolor y a la ignominia de que los seres humanos tengan que sufrir de manera indecible ante una enfermedad terminal. Es una forma de reivindicar el derecho a morir con dignidad para las personas debilitadas por una enfermedad terminal que las tira en una cama y las convierte en piltrafas, aunque todas sus capacidades intelectuales estén vivas.
Cuando se llega a ese momento en el cual no hay tratamiento médico ni científico que pueda sanar el cuerpo o detener el dolor, nos vemos irrevocablemente encaminados a morir… es una ineludible ley de la vida. Ningún ser vivo puede vivir para siempre. En el caso de mi papá, fue una larga agonía, una pelea, una lucha contra el Estado, representado en el Procurador de ese entonces, un fanático religioso: Alejandro Ordóñez.
Ante un dolor así, que incluso se comparte con la familia –porque la familia es un actor fundamental en estas situaciones–, una persona enferma y abandonada difícilmente logra que llegue a buen término su decisión de morir con dignidad. Para ponerlo en palabras más coloquiales, la vida es como una fiesta: unos se divierten más y unos se divierten menos, y puede que llegue el momento en que alguien se quiera ir. Pero, por alguna razón, no lo dejan. Cuando usted está enfermo, cuando usted ve que su vida ya no es disfrutable en la más mínima expresión, usted quiere irse, ya no quiere estar ahí. La eutanasia nos permite irnos de la fiesta cuando lo decidamos, ¡y qué lindo sería podernos ir echando un portazo y despidiéndonos de los invitados!