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Jeremy Popkin - El nacimiento de un mundo nuevo

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Jeremy Popkin El nacimiento de un mundo nuevo
  • Libro:
    El nacimiento de un mundo nuevo
  • Autor:
  • Editor:
    Galaxia Gutenberg
  • Genre:
  • Año:
    2021
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El nacimiento de un mundo nuevo: resumen, descripción y anotación

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A mis padres, Richard H. Popkin (1923-2005)
y Juliet Popkin (1924-2015), que me transmitieron el amor
por el aprendizaje, y a mi abuela Zelda Popkin (1898-1983),
que hizo que quisiera ser escritor

La fuerza de los acontecimientos nos ha llevado, quizá, a hacer cosas que no habíamos previsto.

L OUIS -A NTOINE DE S AINT -J UST , 1794

Índice

Prefacio

¿Por qué una nueva historia de la Revolución francesa?

A finales de 1793, un impresor de Lexington, un asentamiento fronterizo americano en Kentucky –⁠tan lejos de la Revolución francesa como cualquier punto del mundo occidental⁠–⁠, publicó El almanaque de Kentucky, del año del Señor 1794. Además del calendario y el pronóstico del tiempo para el siguiente año, el texto destacado era un poema, «La plegaria americana por Francia». El poeta anónimo se refería a la deidad como el «Protector de los derechos del hombre» y le suplicaba así: «Haz que la raza elegida se regocije, / y conceda que los REYES no puedan reinar más». Su mensaje era claro: el resultado de la Revolución francesa importaba, no sólo a los «héroes valientes de Francia, a sus gobernantes justos», sino a todos aquellos que en el mundo entero creían que los seres humanos estaban dotados de derechos individuales y que era necesario derrocar a los gobernantes arbitrarios. Sin embargo, al mismo tiempo, las palabras del poeta mostraban lo difícil que era descifrar a distancia la agitación que había comenzado en Francia en 1789. En el momento que el autor de Kentucky pedía la protección de Dios para la Revolución, los revolucionarios estaban suprimiendo el culto religioso en Francia, mientras él alababa la justicia de sus acciones, su Tribunal Revolucionario estaba forzando la definición de justicia hasta sus límites.

Más de doscientos años después de los dramáticos eventos que comenzaron en 1789, la historia de la Revolución francesa sigue siendo relevante para todos los que creen en la libertad y la democracia. Cada vez que se producen movimientos por la libertad en cualquier parte del mundo, sus partidarios afirman estar siguiendo el ejemplo de los parisinos que asaltaron la Bastilla el 14 de julio de 1789. Cualquiera que lea las palabras de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, publicada en agosto de 1789, reconocerá inmediatamente los principios básicos de libertad individual, igualdad jurídica y gobierno representativo que definen las democracias modernas. Sin embargo, cuando pensamos en la Revolución francesa, también recordamos los violentos conflictos que enfrentaron a los que participaron en ella y las ejecuciones en la guillotina. Asimismo, recordamos el ascenso al poder del carismático general cuya dictadura acabó con el movimiento. Comprender la Revolución francesa hoy, desde mi estudio en Lexington, es tan difícil como lo fue para el autor anónimo de El almanaque de Kentucky.

En los años setenta del siglo XX , cuando empezaba mi carrera como académico y profesor, todavía estaba en el ambiente el recuerdo de los actos de protesta estudiantil en los campus universitarios de todo el mundo en la década anterior. Esos movimientos habían despertado el interés por la Revolución francesa, que parecía ser, junto con la Revolución rusa de 1917, uno de los grandes ejemplos de cómo poner fin de forma exitosa a una sociedad opresiva. Es irónico que la interpretación que se hacía de la Revolución francesa en esos años de agitación fuera, en gran medida, inamovible: prácticamente todos los historiadores estaban de acuerdo en que había sido la consecuencia de las frustraciones de una clase «burguesa» que estaba emergiendo y que estaba decidida a desafiar un viejo orden «feudal» que obstaculizaba el progreso político y económico.

En 1989, cuando participé –⁠junto con otros investigadores de todas partes del mundo⁠– en numerosos actos de conmemoración del bicentenario de la Revolución francesa, la situación había cambiado por completo. Los regímenes comunistas de Europa del Este se estaban tambaleando y el hecho de que la Revolución francesa hubiera inspirado a los soviéticos era una razón para preguntarse si la conmoción de Francia había traído consigo más excesos totalitarios que progreso social. Los polémicos ensayos del dinámico historiador francés François Furet desafiaron la ortodoxia que había dominado el estudio de la Revolución; entre otras cosas, apeló a los estudiosos del mundo angloparlante para que trataran el asunto desde otra perspectiva.

Las décadas transcurridas desde 1989 han suscitado todavía más preguntas sobre la Revolución francesa. En 1789, los franceses proclamaron que «todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos», pero ¿qué pasa con las mujeres? Al comienzo de la Revolución americana, la esposa de John Adams, Abigail, le instó en una carta a «recordar a las damas, a ser más generoso y a pensar más en ellas que sus antepasados». Algunas de las mujeres de la época –⁠la dramaturga y escritora de panfletos Olympe de Gouges, la novelista y anfitriona de un salón literario Madame de Staël, la política entre bastidores Madame Roland y la infeliz reina María Antonieta⁠– se convirtieron en destacadas figuras públicas y dejaron abundante documentación sobre su forma de pensar. Otras participaron en revueltas o ejercieron su influencia a través de sus quejas diarias sobre el precio del pan. Bajo las nuevas leyes de matrimonio y divorcio, algunas mujeres acogieron con agrado la posibilidad de cambios en la vida familiar; otras desempeñaron un papel clave al obstaculizar los esfuerzos de los hombres revolucionarios por acabar con la Iglesia católica. Una historia de la Revolución francesa que no «recuerda a las damas» es una historia incompleta.

Actualmente, se estudian asuntos como la raza y la esclavitud durante la Revolución francesa, cuestiones a las que no se prestó atención en el pasado. En el mapa, las islas dispersas del imperio de ultramar de Francia en 1789 parecían insignificantes comparadas con las posesiones de los británicos, los españoles y los portugueses, pero su importancia no estaba en función de su tamaño. En 1787, las colonias suministraban el 37 por ciento de los bienes importados por Francia y se llevaban el 22 por ciento de sus exportaciones. Una sola colonia francesa, Saint-Domingue (también conocida como Santo Domingo francés), la isla que ocupan hoy Haití y la República Dominicana, era la proveedora de la mitad del suministro mundial de azúcar y café. Estas ganancias procedían del trabajo de hombres y mujeres negros esclavizados. En 1789, las islas azucareras francesas del Caribe y el Océano Índico contaban con 800.000 esclavos, algo más que los 670.000 que había en los trece nuevos estados independientes de América; de hecho, el número de africanos transportados a las colonias francesas alcanzó su pico histórico justo cuando los revolucionarios proclamaban que «los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos». Las colonias y sus esclavos estaban lejos de Europa, pero preocupaban a los pensadores de Francia. La Histoire des deux Indes (Historia de las dos Indias) del abate Guillaume Raynal, una obra en varios volúmenes con pasajes que condenan el colonialismo y la esclavitud, fue un gran éxito de ventas en los años prerrevolucionarios. En 1788, María Antonieta autorizó la donación de un reloj de oro para «Jean-Pierre, el mulato de la señora de Boisnormand», compañero de juegos de su hijo. La cuestión de cómo reconciliar los principios de la libertad con la importancia económica de las colonias supusieron un quebradero de cabeza para los líderes revolucionarios a lo largo de la década de 1790. Tras mucha polémica, votaron a favor de la abolición de la esclavitud y de la concesión de plenos derechos a personas de todas las razas, pero esto no ocurrió hasta después de enfrentarse a la mayor rebelión de esclavos de la historia, el comienzo de una «Revolución haitiana» que terminó en 1804 con la creación de la primera nación negra independiente de América. Una historia de la Revolución francesa que da a este tema –⁠previamente olvidado⁠– la atención que merece cambia nuestra comprensión del significado del movimiento.

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