DESMISTIFICACIÓN
DE LA CULTURA AYMARA
Nuestros niños no alcanzan madurez al cortárseles el cabello
Nuestros jóvenes no practican el matrimonio de prueba
No nos identificamos bajo el apelativo de “indio”
El mar debe bañarnos tranquilo, otra vez
Noel Coronel Gutiérrez
Copyright © 2017 por Noel Coronel Gutiérrez.
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Imagen de la cubierta frontal provista por Sandra Inca Marca.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2017910500
ISBN: Tapa Blanda 978-1-5065-2103-9
Libro Electrónico 978-1-5065-2102-2
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Fecha de revisión: 09/22/2017
Palibrio
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ÍNDICE
ABSTRACT
DEMYSTIFICATION OF THE AYMARA CULTURE
Por los cien años que estaría cumpliendo, este dedicatorio es para Viviana Cuti Poma, una aymara de pura cepa que iluminó los corazones de quienes la conocieron y convivieron con ella. Nació en Wila Qullu el 2 de diciembre de 1917 y creció pastoreando ovejas y llamas en las alturas de K’ullkuni, provincia Ingavi, departamento La Paz, Estado Plurinacional de Bolivia. Sus primeros pasos fueron o hacia arriba o hacia abajo en esa serranía fría a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. En las mañanas, los rayos solares demoraban en transmontar el pico de K’ullkuni, a fin de calentar sus manitas, pero en las tardes ella contemplaba el soleado ocaso hasta que el sol se zambullese en el mar, según creía
Sólo cursó hasta el segundo año, porque no había escuela para ella. Así era Bolivia. La escuelita donde ella aprendió a leer fue erigida por los comuneros del lugar y el maestro que enseñó ahí fue provisto por la Misión Boliviana de los Adventistas del Séptimo Día. No crean ustedes, dilectos lectores, que ella tendría siete años cuando estuvo en la escuela; no, sino que ya era una joven de dieciocho años, al igual que sus compañeros de escuela, algunos aún mayores, y claro, había también menores, como su hermanito de doce años, cuando tuvieron la oportunidad de estar en la escuela, todos en el primero o segundo cursos. Así era Bolivia
La nación aymara tiene una deuda de gratitud con dicha Misión por haberles abierto escuelas en el campo alrededor del regio Lago Titicaca, a mediados del siglo XX a partir de los 1920. Sus misioneros extranjeros tuvieron mejor suerte en contrarrestar la férrea oposición a la abertura de escuelas en el campo que los propios nativos aymaras, como Avelino Siñani o Mariano Ramos
En cuanto a leer, Viviana leía bien, especialmente la Biblia. En cuanto a escribir, ella escribía con limitaciones, pero sí firmaba muy bien su nombre. En cuanto a cantar, ¡qué lindo cantaba en soprano los himnos cristianos! Cierta mañana de culto, su niño de seis años se fracturó la pierna yendo a la iglesia, y fue ella su paramédica, su enfermera y su doctora, pues sin la asistencia de esos profesionales, ni de los radiólogos, ella soldó muy bien el peroné y la tibia de su hijo, entablillando la pierna y aplicándola parches de lagartos e hierbas que sólo ella supo cómo elaborarlos. Quienes hayan proferido: “india que no sirve para nada”, han faltado el respeto a la sabiduría milenaria. No había posta sanitaria ni atención de emergencia para sus hijos. Así era Bolivia. A falta de analgésicos, ella palió con sus lágrimas el dolor del accidente. ¿Cómo alguien pudo evaluarlos de “impasibles que nunca lloran”?
Matrimoniado con el maestro de su escuela, impulsó la educación de sus hijos a costo de resignarse a quedarse sola en el campo, donde unos brazos y unas piernas fuertes son necesarios para llevar la vida adelante. Uno por uno, por falta de un colegio local en el campo, sus hijos la dejaron en el nido del hogar, yéndose a los colegios de la ciudad. Así era Bolivia
Un día infausto, a sus 55 años y 3 días, la luz de su vida se apagó aplastada por la pared de la casa donde vivía. Sus restos no merecieron un descanso eterno en el cementerio de Viacha, pues la alcaldía necesitaba dar cabida a otro muerto u otra muerta en su nicho. Si la misma alcaldía sabrá o no, ¡cuántos féretros antes y después del suyo se habrán instalado en el mismo tercer nicho arriba, como arrendatarios transitorios! En cuanto a sus restos, seguramente los vientos alisios esparcieron sus cenizas hacia la pachamama de K’ullkuni, para vivir eternamente en el recuerdo
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
Quizá espeluznados por la espectacular altitud donde vivimos los aymaras, o intrigados por nuestra resistencia milenaria contra el menoscabo de nuestra cultura, o simplemente por simpatizar con nosotros porque les hemos servido de material académico para alguna clase suya cuando eran estudiantes, notables antropólogos del siglo XX han investigado diversos aspectos de nuestra cultura. Tanto en calidad de estudiantes de doctorado como después de haberse graduado, dichos antropólogos nos han visitado, nos han observado y han dejado por escrito sus investigaciones y opiniones acerca de nosotros, cada quien desde una perspectiva propia, sea ésta de aspecto etnográfico, etnológico, lingüístico, arqueológico o de otro campo afín
Aparte de los antropólogos en cuestión, hay también otros autores, incluyendo los viajeros exploradores, que han escrito de nosotros conociéndonos menos que los anteriores, basados principalmente en fuentes secundarias, tales como los escritos de los antropólogos a los que hacemos referencia. De modo que, nos damos cuenta que ya no estamos aislados en el altiplano andino, ni tampoco estamos libres de llevar una vida netamente tradicional como antes, sino que vivimos ahora bajo la mira y el apremio de ser leídos y estudiados por los extranjeros y por los que no son aymaras. Tomamos pues aquí selectas declaraciones suyas y hacemos el objeto de estudio en este escrito
Notorios han sido los movimientos de los que nos estudiaban en nuestro medio al hacer su investigación de campo, no sólo por su tez clara, sino también por su cámara fotográfica, su cuaderno de apuntes, su equipo de grabación y hasta su jeep. Sólo después nos hemos dado cuenta que aquellas entrevistas que ellos nos hacían a través de sus intérpretes, aquellas tomas fotográficas y aún aquellas filmaciones de nuestra tierra y de nuestra gente eran para ser publicadas en el extranjero, en vez de ser mantenidas sólo como un recuerdo personal. Entonces, de lo ignorados y olvidados que éramos, hemos pasado a ser conocidos y estudiados por los amantes de la cultura autóctona, incluyendo los amantes de lo exótico, especialmente en los Estados Unidos y en Europa
Ahora, los estudiantes y la gente en general leen de nuestra cultura, vierten opiniones sobre quiénes somos y cómo llevamos nuestra vida cotidiana, no sólo entre los que hablan el castellano sino también entre los que hablan el inglés, francés, alemán y otros idiomas. De manera que, gracias a la obra de tales investigadores, especialmente la de los antropólogos, aymara está incluida ahora en el vocabulario de los académicos y del mundo en general
Sin embargo, al leer sus escritos, notamos que nuestra cultura no ha sido bien entendida, ni nuestra lexicología bien interpretada y definida. De esa manera, los autores referidos arriba han incurrido en el mismo problema que los escritores del tiempo de la conquista española, con la diferencia de que éstos trataron sobre nosotros en forma muy superficial y aquéllos con mayor profundidad. El problema en cuestión es que han vertido, por ejemplo, conceptos e imágenes que no condicen con la realidad vista desde nuestra perspectiva, representándonos consecuentemente como un pueblo esotérico o mistificado. Acotando a esto, ciertos antropólogos referidos en este escrito dicen: “Por muchos años las descripciones del aymara que se han publicado han sido tan negativas que se aproximan a lo despectivo” (Carter & Mamani 172)
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