Nuestros hijos en la red
50 cosas que debemos saber
para una buena prevención digital
Silvia Barrera
Primera edición en esta colección: enero de 2020 © Silvia Barrera, 2020 © de la presente edición: Plataforma Editorial, 2020 Plataforma Editorial c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14 www.plataformaeditorial.com ISBN: 978-84-17886-03-5 Diseño de cubierta y fotocomposición: Grafime Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright , bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO ( www.cedro.org ).
Índice
Por qué te puede resultar útil este libro
«No tengo tiempo».
«No sé nada de Internet».
«Las redes sociales son cosas de niños».
«Los juegos son inofensivos».
«Mientras esté en casa con el móvil, está controlado».
«Las conversaciones de WhatsApp se quedan en el ámbito privado».
«Las herramientas de control parental vigilan y controlan a mis hijos por mí».
«Mi hijo me pide un móvil y no sé por dónde empezar».
«Como tengo miedo de Internet, mis hijos no tendrán móvil hasta los dieciséis».
«Se esconde en la habitación con el móvil y no puedo saber lo que hace».
«Me instalo una aplicación espía para poder ver lo que está haciendo mi hijo en todo momento con el móvil».
«A mi hijo no le pasan estas cosas, son temas del vecino».
«Si le pasa cualquier cosa, sé lo que tengo que hacer: denunciar».
Es muy probable que en más de una ocasión te hayas encontrado pronunciando alguna de estas frases o que alguna de estas cuestiones se haya suscitado en casa y, sin embargo, y posiblemente en contra de lo que crees, no siempre tenemos las respuestas adecuadas ante cada una de estas situaciones porque, además, muchas de estas afirmaciones o creencias son erróneas y, de hecho, son todo un dilema.
Y es que la llegada de Internet y las redes sociales ha arrasado con el mundo convencional tal como lo conocemos desde hace años y la mayoría de nosotros, como padres de niños hiperconectados, carecemos de las respuestas y de las herramientas para reaccionar ante tantas preguntas.
Seguro que añoras tu mundo analógico y la forma en la que interactuabas con tus iguales… ¡Qué viejos tiempos! ¡Y qué felices éramos entonces!
Ante todo, no debemos culpabilizarnos: es cierto que no se nos puede exigir conocer la respuesta ante tanta pregunta porque nadie nos ha enseñado y, cuando éramos jóvenes, no vivíamos en una época tan tecnológica, pero la realidad es que hoy en día a nuestra gran responsabilidad como padres se añade el hecho de que el mundo virtual y el uso de los dispositivos móviles nos supera y no sabemos, en muchos casos, cómo actuar.
Hoy en día, entre muchos adultos, impera la creencia de que los niños de ahora no saben divertirse ni lo que es tener un amigo de verdad. Atrás quedaron los colegas del cole que te llamaban al telefonillo para que bajaras a jugar, las carreras en el patio de la escuela, aquellas cartas furtivas en papel pasadas por debajo de los pupitres o la eterna espera en el banco con los amigos para esperar al chico o chica que te gustaba. Por la noche, cuando llegabas a casa, te llamaban tus amigos al teléfono fijo de uso familiar y mantenías una conversación mientras tus familiares eran testigos privilegiados de tus secretos de juventud e incluso, casi con toda seguridad, eran tus padres los que descolgaban el auricular y te lo pasaban diciendo con la mirada: «Cuidado con lo que haces o con quién te juntas, que te tengo controlado». Porque así eran las cosas: la vigilancia parental era férrea y todo aquel que osaba retarla acababa castigado en la habitación.
Sin embargo, en treinta años el mundo ha cambiado radicalmente… ¿o no tanto? Porque ser padres sigue siendo un acto heroico que se aprende sin otro misterio que la práctica y las noches sin dormir, con un ojo en las obligaciones y el otro siempre en los niños, con el deber de saber siempre dónde están, con quién y qué están haciendo, ya que, si por una parte las enérgicas e inquietas mentes infantiles necesitan explorar y aprender, eso implica, por parte de los padres, un sobrehumano control parental destinado a garantizar en todo momento que nuestros hijos están bien y seguros, que están protegidos.
Por el contrario, desde hace unos años los padres nos hemos visto obligados a encarar la etapa más complicada de la historia de la humanidad, la cuarta revolución tecnológica, la más importante de todos los tiempos, y debido a ella la relación entre padres e hijos ha vivido una transformación sin precedentes: hacer frente a un aparato que los tiene «a todas horas enganchados».
Cada vez, y desde más jóvenes, el día a día es una lucha constante entre el «Ni Periscope ni hostias», pasando por el «Dame el teléfono, que lo voy a tirar por la ventana», hasta llegar al «Te voy a castigar sin móvil y la próxima vez que lo veas los coches volarán».
A diferencia de nuestra juventud, en la que percibíamos físicamente nuestro mundo, la de nuestros hijos tiene lugar en un mundo hiperconectado con acceso a todo contenido y a todas las personas, con los peligros que eso conlleva. Porque si muchos adultos están todo el día enganchados a la información que consumen a través de Internet o consultando el móvil, ¿qué puede hacer tanta información en la mente de un niño, ávida de estímulos y de experiencias?
Nuestros hijos aprenden y se mueven en un universo virtual que no saben controlar y eso, ciertamente, puede inquietar a cualquiera. Además, cada vez se conectan a edades más tempranas, en muchos casos por exigencias del colegio o de su entorno, y los padres ya no podemos evitar que nuestros hijos estén virtualizados desde edades muy tempranas, hasta el punto de que tecnología y menores se está convirtiendo en el tema estrella de la casa, de las charlas a la salida del cole o los remojos piscineros en época estival. Y, mientras tanto, el mundo del menor sigue girando en torno a todo lo que ocurre detrás de una pantalla, ajeno a esas cuestiones porque tiene cosas más importantes de que preocuparse, como estar al día de lo que dice el youtuber preferido o de cómo se viste la instagramer que además es poeta, artista y tiene una línea de ropa. Nuestros hijos en la actualidad quieren ser poser , como dicen los más pequeños y no tanto, o participar en ese challenge que es un reto tan tan… ¡Tranquilos! Juntos aprenderemos el significado de estos términos que los tienen completamente enganchados y que a veces tan arriesgados y peligrosos son para sus vidas.
Pero empecemos por el principio. La pregunta del millón es: ¿cómo gestionar esta difícil etapa que nos ha tocado vivir?
Para hacernos una idea de a qué nos enfrentamos explicaré en pequeñas píldoras o claves cuáles son, como padres, nuestros ocho retos más inmediatos, y añadiré un recordatorio y un consejo final. Vamos a ello.
Primer reto.
Comprender la realidad en la que vivimos
La tecnología y los cambios sociales son positivos, pero implican un período de conocimiento y adaptación. Siempre se ha tendido a demonizar el avance, a limitar lo desconocido y a prohibir lo que no se entiende y, como no podía ser de otro modo, ocurre lo mismo con el uso de la red y con los dispositivos móviles.
Los adultos se lamentan por el manejo imprudente que los menores hacen de Internet, pero lo cierto es que no se les puede exigir un comportamiento prudente cuando nadie les ha enseñado. Es así, nuestros hijos ni lo aprenden en casa ni en el colegio porque, aunque las charlas divulgativas que un experto o un miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad puedan impartir son de gran ayuda, estas nunca deben ser el sustituto de una educación en tecnología y ciberseguridad, que resulta muy necesaria.
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