SUTURAS IMPOSIBLES
Llega el momento en donde debemos y podemos hacer un cierre, o como diría Laclau, una “sutura”, categoría del psicoanálisis lacaniano que designa, por un lado, la falta constitutiva del sujeto en la relación que posee con respecto al Otro y, por otro, la operación que intenta llenar dicha falta, que busca inscribir al sujeto en una cadena significante y, por tanto, en lo social . Dicha operación de cierre es siempre un imposible, en la medida que nunca deja de abrirse para mostrar la falta que oculta: una sutura es un cierre contingente y precario, ya que no es posible erradicar, en nuestro caso, el antagonismo de lo social. Pues bien, esta sutura solo busca recapitular de forma sintética lo que ya hemos analizado y concluido a lo largo de estas páginas, brindando en esta ocasión algunos ejemplos políticos en Chile, que nos permitan visualizar de forma más clara a qué nos hemos referido y la potencia de las categorías al desplegarse en un escenario concreto.
I
En la primera parte de este libro hemos trabajado en torno a tres problemas. El primero fue aquel ligado a la falta de especificidad existente entre las nociones de antagonismo, límite y exclusión. Nuestro análisis nos llevó a diferenciar entre tales nociones y a sostener que un antagonismo hace referencia a un límite forjado por la exclusión de una diferencia desde un campo social determinado, exclusión que se da particularmente a través de la articulación de demandas equivalenciales al interior de dicho campo, ante la amenaza que supone aquella diferencia para la satisfacción de las mismas. Ante esto, considerando la relevancia de la categoría de heterogeneidad, hemos forjado una nueva forma de antagonismo que hemos denominado “antagonismo heterogéneo”, el cual emerge al contrastar antagonismos pertenecientes a campos sociales diferentes, constituidos estos por demandas que resultan heterogéneas con respecto a otros campos sociales. Si bien no toda heterogeneidad es antagónica, sí es admisible concebir un antagonismo heterogéneo. Con esto, estamos planteando que no todo antagonismo puede ser inscrito en un determinado campo social, por ello siempre habrá relaciones de irreductibilidad o inconmensurabilidad entre diversos antagonismos. La emergencia de diversos antagonismos en el Chile de la posdictadura, como podrían ser aquellos contra el lucro en la educación, la subcontratación, el acoso callejero, la contaminación medioambiental, las aseguradoras de fondos de pensiones, entre otros, nos habla justamente de la heterogeneidad de lo antagónico y de su imposible organización jerárquica. Se trata de antagonismos contra diversos sistemas de dominación, a saber, el capitalismo, el patriarcado, el especismo, por mencionar algunos. Asumir la heterogeneidad de aquellos no implica afirmar que no sea posible la creación de puentes, más bien implica reconocer que dichos puentes no se basan en el privilegio a priori de un antagonismo por sobre el otro. Implica por tanto asumir que cada uno de aquellos es relevante dependiendo de las posiciones políticas de quienes se articulan frente a estos. Implica asumir que la eventual subordinación de un antagonismo frente a otro no puede basarse nunca en la suposición de que uno de aquellos posee esencialmente menores condiciones revolucionarias con respecto al otro. La irreductibilidad de lo heterogéneo opera como garantía de nuevos antagonismos que no hayan sido neutralizados bajo la égida de un único significante.
Posteriormente, hemos abordado el problema relativo al carácter necesario de los antagonismos, ya que Laclau mantiene una ambigüedad con respecto a tal carácter. Una crítica conocida es aquella que desliza la posibilidad de un esencialismo, lo cual sería propio de un esfuerzo teórico que busca construir una ontología. Frente a la indecisión de Laclau, hemos propuesto que, si bien un antagonismo óntico en un campo social determinado es posible de erradicar a través de la absorción o neutralización diferencial, este antagonismo reaparecerá en otro lugar de dicho campo, expresándose ónticamente de un modo diferente, ya que la operación de límite que cumple a nivel ontológico es inerradicable. De esta forma, en vez de sostener la erradicación de antagonismos, es más exacto afirmar el desplazamiento de los mismos. El desplazamiento es el proceso simultáneo mediante el cual un antagonismo se erradica en lo óntico y permanece de modo inerradicable en lo ontológico. Hablar de la neutralización de lo antagónico nos lleva de inmediato a pensar en los efectos de la dictadura cívico-militar en Chile, la cual sigue siendo una herida abierta y sangrante que se presta justamente para preguntarnos si acaso aquella logró sus objetivos. Sin duda el asesinato, la desaparición y la tortura fueron medios de los cuales la dictadura se valió para neutralizar lo antagónico de forma material e ideológica. Pero aquella neutralización no fue suficiente para erradicar los reductos de antagonismo presente en las poblaciones, en las militancias clandestinas, en las manifestaciones artísticas, y por tanto lo antagónico permaneció ontológicamente, dio cuenta de su imposible exilio. No obstante, debe reconocerse que aquella permanencia implicó un desplazamiento, en donde un antagonismo explícito y dicotómico entre dos clases sociales, a nivel popular e institucional, fue reemplazado por un antagonismo más bien marginal, secreto, que pese a su violencia fue más bien empujado a ciertos confines de lo social. Es este desplazamiento el que nos muestra la erradicación óntica de un antagonismo de clases en nuestro país, pero a la vez, la imposible erradicación ontológica de un ramillete de antagonismos heterogéneos que hasta hoy en día se muestran irreductibles a un solo antagonismo que los pretenda articular.
Finalmente, exploramos el problema de la localización de los antagonismos en términos de su interioridad/exterioridad, al tener en cuenta que Laclau plantea, de manera indiferente, el carácter externo o interno de un antagonismo. Propusimos que un antagonismo tanto en lo social como subjetivo puede expresarse en un interior o exterior. En lo social, un antagonismo será exterior para cada uno de los bloques en lucha y será interior en términos del campo social global al que pertenece; en lo subjetivo será exterior como proyección en un enemigo, y será interior toda vez que concibamos la represión del sujeto como expresión de un antagonismo entre deseos conscientes e inconscientes. Hemos recurrido a la categoría de “extimidad” para sostener que todo antagonismo subvierte las dicotomías interior/exterior en la medida que cuestiona las localizaciones en un determinado campo simbólico, posibilitando diversas relocalizaciones, y subvierte la dicotomía subjetivo/social ya que inscribe al Otro antagónico en lo más íntimo de la experiencia subjetiva, en el propio inconsciente reprimido del sujeto . Una forma de visualizar tal extimidad sería mediante el conflicto político que se ha generado en torno a la migración de personas haitianas a Chile, y cómo este hecho intenta vehiculizar un antagonismo hacia un exterior, un afuera constituido a través de límites nacionales; la construcción de un enemigo externo que amenaza la supuesta soberanía, de un enemigo localizado más allá de nuestra supuesta historia y comunidad. Este antagonismo, promovido por un racismo, es la externalización de un antagonismo a la vez interno, el cual nos confronta a nuestras raíces mestizas, a nuestro propio proceso de colonización en donde hemos renegado de nuestra ascendencia mapuche y negra, entre otras. Pero sostener que la externalización racista tiene su origen en una represión íntima de lo antagónico sería devolver el problema a un esencialismo psicologizante. La extimidad nos muestra que el pueblo haitiano habita ya en nuestro interior, en nuestra intimidad histórica, en tanto somos pueblos colonizados, y que simultáneamente el racismo frente a estos pueblos es a la vez el olvido de nuestros orígenes y la neutralización de dicho antagonismo. Lo antagónico justamente pone en cuestión el lugar interior/exterior e individual/colectivo de lo social, ya que cuestionar al otro es cuestionar nuestras fronteras y, por tanto, nuestra propia identidad.