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William H. McRaven - El código del héroe

Aquí puedes leer online William H. McRaven - El código del héroe texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2021, Editor: Diana México, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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  • Libro:
    El código del héroe
  • Autor:
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    Diana México
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    2021
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El código del héroe: resumen, descripción y anotación

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¿QUÉ ES LO QUE HACE A UN HÉROE? William H. McRaven, autor del bestseller Tiende tu cama y quien ha motivado a millones de personas a cambiar sus hábitos, ahora nos invita a adoptar las diez virtudes que nos convierten en héroes y heroínas de nuestra propia vida. La perseverancia de un médico rebelde que cambió la historia de la medicina moderna, el perdón de un padre que perdió a sus hijos durante un operativo liderado por McRaven y la esperanza del autor cuando enfermó de leucemia. Estas y otras historias demuestran que nuestra valentía radica en cómo afrontamos el día a día y nos sobreponemos a las adversidades. No se trata de poderes sobrehumanos, sino de las lecciones precisas para que todos seamos capaces de hacer cosas extraordinarias. Este es un merecido homenaje a los héroes reales y la guía perfecta para cualquiera que desee superar sus límites, predicar con el ejemplo y alcanzar sus más grandes sueños. LOS ACTOS MÁS HERÓICOS ESTÁN HECHOS DE PEQUEÑAS ACCIONES

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El código del héroe — leer online gratis el libro completo

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ÍNDICE

Les dedico la presente obra a todos los hombres y mujeres notables que lucharon - photo 1

Les dedico la presente obra a todos los hombres y mujeres notables que lucharon en contra de la pandemia de Covid-19 para que el resto pudiéramos sobrevivir y seguir adelante con nuestra vida: a los científicos, profesionales de la salud, a quienes nos proporcionan y ofrecen bienes y servicios, y a todos aquellos que protegen nuestras calles. Si alguna vez existió alguien digno de ser llamado héroe, esos son ustedes. ¡Gracias por todo lo que hacen por nosotros!

E n 1960 a mis cinco años mi padre un oficial de la Fuerza Aérea se - photo 2

E n 1960, a mis cinco años, mi padre, un oficial de la Fuerza Aérea, se encontraba emplazado en Fontainebleau, Francia. Estaba asignado al Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas en Europa ( SHAPE , por sus siglas en inglés). Vivíamos en una vieja casona de tres pisos en un área remota llamada Bella Woods. Con pocos servicios modernos en la casa y sin televisión, crecí devorando infinidad de cómics estadounidenses: Batman, Spider-Man, los Cuatro Fantásticos, los X-Men, Hulk, Thor y Aquaman. Pero había un héroe que realmente capturaba mi imaginación. Era la quintaesencia del héroe estadounidense. Su traje era azul y rojo. Provenía de un pequeño pueblo de Kansas y contaba con poderes asombrosos. Era más rápido que una bala y capaz de saltar de edificio en edificio rescatando a mujeres, niños y hombres en problemas. Era el «campeón de los desamparados y oprimidos». Durante la guerra, mi héroe peleó contra los nazis, los fascistas, los señores de la guerra del Imperio japonés y los quintacolumnistas. En asociación con los soldados y marineros estadounidenses, se «lanzó a una gigantesca batalla por el futuro de la democracia» y triunfó. ¡Era Superman, el hombre de acero de Action Comics!

¡Cómo deseaba ser como Superman! No hubo toalla en toda la casa que en algún momento no sirviera de capa. Brincaba de sillas, sofás, mesas y cualquier otra superficie imitando a mi héroe. Creía que si algún día el mundo volvía a estar en problemas, Superman vendría al rescate. Quizás él y yo podríamos hacer equipo. Batman tenía a Robin, ¿por qué Superman no podía tener un compañero?

En 1963 le ordenaron a mi padre regresar a Estados Unidos. Mi familia y yo viajamos a Calais, Francia, abordamos el transatlántico SS United States y, después de un viaje de cuatro días, atracamos por babor en la ciudad de Nueva York. Tan pronto como nos registramos en el hotel, prendí la televisión. Allí, en blanco y negro, estaba mi héroe, que saltaba de un edificio a otro mientras las balas rebotaban en su pecho y rescataba a Lois Lane. Y todo esto ocurría en Nueva York, en la ciudad de Metrópolis. Y ahora que estaba yo aquí, con algo de suerte tal vez también estaría Superman.

A lo largo de los días siguientes, mi padre y yo exploramos la ciudad. Fuimos a todas partes: al edificio Empire State, la Feria Mundial, el Times Square. Pero mientras viajábamos entre enormes rascacielos, yo no dejaba de mirar entre esas torres con la esperanza de alcanzar a ver, aunque fuera de manera fugaz, al hombre de acero. De vez en cuando mi padre me observaba y me preguntaba si todo estaba bien. «Claro, sí, todo está bien». O sea, ya tenía ocho años de edad; en realidad ya estaba muy grande como para creer en Superman. En el fondo de mi mente sabía que mi héroe solo era el personaje de una historieta, pero en mi corazón, en lo más profundo de este, de verdad esperaba que existiera. «Porque si Superman existiera, podría resolver todos los problemas del mundo». Para él no había nada demasiado difícil. Los nazis no podían detenerlo ni los alienígenas podían lastimarlo. Ningún delincuente era tan listo como para superarlo.

Al fin, mi padre me observó con detenimiento y me preguntó:

—Bill, ¿qué te pasa?

Me avergonzaba contárselo, pero como insistió en que le respondiera, terminé por hacerlo.

—Es que, la ciudad de Nueva York es Metrópolis y yo… —Dudé un instante—. Tenía la esperanza de poder ver a Superman.

Papá sonrió, me abrazó, y señalando en dirección a un oficial de policía de la ciudad de Nueva York, me dijo:

—Hijo, el hombre que protege a la ciudad de Nueva York es ese.

Si acaso es posible tener una epifanía a los ocho años de edad, debo decir que tuve una en ese mismo instante. Si Superman no era real ¿quién iba a salvar al mundo? Si Superman o Batman o Spider-Man no iban a venir ¿cómo podríamos detener a los delincuentes, a los nazis, a los soviéticos, a los invasores del espacio y a toda la demás violencia y destrucción? La respuesta era evidente. «Lo tendríamos que hacer nosotros».

Al paso del tiempo me obsesioné con los héroes de la vida real: astronautas decididos a llegar a la Luna, médicos que creaban vacunas para salvar a millones, líderes cívicos que marchaban en pro de los derechos de los desposeídos y líderes políticos que formaban nuevos gobiernos en los que la gente tenía una voz verdadera. Soldados condecorados que regresaban de las guerras de Corea y, después, de Vietnam. Atletas que trascendían las barreras raciales. Aventureros que escalaban las máximas alturas, buceaban a las máximas profundidades, navegaban a grandes distancias y exploraban territorios desconocidos. Visionarios que intentaban limpiar el aire, salvar a los océanos y proteger los frágiles ecosistemas. Me maravillaban estos hombres y mujeres notables, pero sabía que yo no me les parecía en nada. Todos eran más inteligentes, más fuertes y más valerosos que yo. Poseían atributos y superpoderes de los que yo carecía. Por eso eran héroes y por eso eran las únicas personas que podían salvar al mundo.

Pero estaba equivocado.

En 1977 me gradué de la Universidad de Texas en Austin y me uní a los SEAL de la Armada de Estados Unidos. A lo largo de los siguientes 37 años viajé por el mundo y contemplé lo peor de la humanidad: guerra y destrucción, enfermedad y pobreza, crueldad e indiferencia. El mundo estaba lleno de problemas, en apariencia ¡problemas intratables, irresolubles e imposibles! Sin embargo, en esos mismos años también vi lo mejor de la humanidad, a hombres y mujeres que buscaban la paz, reconstruían naciones, curaban enfermedades y rescataban a la gente de la pobreza. A hombres y mujeres con tal grado de compasión que hacían que la crueldad e indiferencia de los demás palidecieran junto a sus acciones; hombres y mujeres de todas profesiones y condiciones sociales, provenientes de todos los niveles socioeconómicos, de cada raza, religión, género y orientación sexual.

Fue así como me percaté de que en cada uno de nosotros existe un héroe, de que hay un código innato que ha existido desde los albores de la humanidad. Un código que está grabado en nuestro ADN y que impulsó la gran expansión de la humanidad desde África. Lo que llamó a los exploradores a cruzar los desiertos y los mares, ayudó a generar las grandes religiones, impulsó a los primeros científicos y filósofos, alimentó a los enfermos y a los débiles, comunicó la verdad a las masas, y trajo orden al caos y esperanza a los desesperanzados. Este código no es un mensaje cifrado, ni un criptograma, ni un acertijo a resolver; es un código moral, un código interno de conducta que impulsa a la raza humana a explorar, a nutrir, a consolar, a inspirar y a reír para que las sociedades puedan florecer.

Este libro trata de esos héroes y de las virtudes que poseen. Si te preguntas si alguna vez podrías ser tan valeroso, tan compasivo o tan humilde como los hombres y mujeres que aparecen en estas narraciones, ¡créeme que puedes! Algunas personas viven por naturaleza según el código del héroe, pero la mayoría necesitamos aprender la manera de invocar estas virtudes. Necesitamos observar cómo las otras personas lo aplican en su vida y tratar de imitarlas. Necesitamos desarrollar esas cualidades por medio de pequeños pasos que, a la larga, se convertirán en la base de nuestro carácter.

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