D. R. 2005 © Clemente Orozco V.
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
Diseño de portada: Teresa Guzmán
D. R. © 2005, Fundación Cultural Lya y Luis Cardoza y Aragón
D. R. © 2005, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
Nota de los editores
A L PREPARAR esta edición del Orozco para la colección Arte Universal tomamos como punto de partida la última edición que contó con el beneplácito de Luis Cardoza y Aragón, es decir, la que en 1983 se incorporó al catálogo del Fondo de Cultura Económica. No sólo corregimos erratas y omisiones que se filtraron en ella o que de algún modo lograron sobrevivir de las ediciones de 1959 y 1974, sino que nos propusimos ofrecer un Orozco lo más limpio, claro y completo posible, digno del invariable interés de Cardoza en la obra de este enorme pintor mexicano. De ahí, entonces, que nos diéramos a la tarea de identificar la procedencia de algunos de los escritos que se citan en el ensayo, que restableciéramos el sentido original de tres o cuatro frases —alterado por error— y que nos ocupáramos en traducir al español pasajes de Orozco o de su esposa, Margarita Valladares, escritos originalmente en inglés. Con ese mismo espíritu revisamos el rico apéndice documental, lo reordenamos cronológicamente —en particular los telegramas y cartas del pintor a Jorge Juan Crespo de la Serna—, añadimos tres cartas de Orozco a Cardoza y, por último, preparamos varias notas con el propósito de ofrecer nuevas herramientas para leer este libro. Las tres cartas que ahora se incluyen fueron encontradas en el archivo documental de Lya y Luis Cardoza que, una vez ordenado y clasificado, se encuentra ahora resguardado por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, por decisión del comité técnico de la Fundación Cultural Lya y Luis Cardoza y Aragón. Al final creímos necesario añadir un índice onomástico para facilitar la consulta. En todo momento cuidamos no exagerar, pues un trabajo editorial que se extralimita no sólo denota una mayor inclinación a recrear un original que a atender su historia y desarrollo internos, sino que además renuncia al cumplimiento del verdadero servicio que está obligado a prestar a la obra.
La Fundación Cultural Lya y Luis Cardoza y Aragón, por nuestro conducto, agradece el interés del Fondo de Cultura Económica por dar una mayor difusión a los escritos del poeta guatemalteco-mexicano. La reedición de sus obras con nuevos prólogos, tipografía y formato, y su reubicación en el catálogo del Fondo, seguramente contribuirán a acrecentar el interés del público de habla hispana por la obra de Cardoza y Aragón.
E UGENIA H UERTA
A NTONIO S ABORIT
Prólogo
L UIS C ARDOZA Y A RAGÓN HIZO AQUÍ su primer alto en 1930, de paso a Nueva York. Detente, le dijo Alfonso Reyes en su Visión de Anáhuac. A lo largo de su vida no tuvo una sola, sino muchas ciudades por todo el mundo, pero se encontró en la de México y hasta su muerte en 1992 convivió con escritores y artistas de muy diversas generaciones e insurgencias. Tampoco tuvo una sola, sino muchas respuestas al amparo de su constante credo: la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.
Las decoraciones murales atraparon la atención de Cardoza y Aragón desde esa escala original y de inmediato reconoció el valor y la trascendencia universales en los tanteos de pintores como David Alfaro Siqueiros, Ramón Alva de la Canal, Fernando Leal, Fermín Revueltas. Estableció una relación profunda con la obra de José Clemente Orozco en las paredes de la Escuela Nacional Preparatoria y trató personalmente a Diego Rivera mientras trabajaba en el Palacio de Cortés en Cuernavaca. A partir de ahí decidió que le interesaba ser parte y también testigo de la construcción de eso que con el tiempo se convino en llamar muralismo mexicano. Un movimiento tan de pueblo joven como el de Italia con el Renacimiento, escribió José Moreno Villa; movimiento al que el propio Cardoza y Aragón calificó como la única aportación americana original dada al mundo por el arte de América. “Cuando me ausenté de México, siempre que pasé por la capital mexicana lo visité para charlar y ver sus cosas”, escribe aquí Cardoza y Aragón. “Apreció que tuviese tanta estimación por su obra sin conocerlo personalmente, sin quererlo conocer.”
E L MANUSCRITO DE O ROZCO EMPEZÓ a cobrar forma veinticinco años después del primer contacto de Luis Cardoza y Aragón con los murales del Patio Mayor de la Escuela Nacional Preparatoria. Y eso, en buena medida, gracias a la encomienda que le hiciera la junta de gobierno de El Colegio de México y, en particular, al interés de su generoso presidente letrado, Alfonso Reyes. El hecho es que se podría hablar de una suerte de asedio que data del momento en el que Cardoza y Aragón se asomó al interior del estuche stendhaliano que era entonces la Escuela Nacional Preparatoria, un asedio en pos de las palabras necesarias para decir el asombro que siempre le provocó Orozco.
La primera vez que Cardoza y Aragón puso por escrito sus impresiones sobre la obra de Orozco fue en las páginas de la revista U. O., en marzo de 1936. Ahí se refirió al Greco, a Tintoretto. “Desagradó muchísimo, no sólo a los pintores, sino a los miembros de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios”, escribió tiempo después. “La estética zdanoviana señoreaba. Orozco, que había ido tan lejos con tanta fuerza, era estudiado y definido por un jovenzuelo extranjero, nihilista y anárquico.” No hay duda de que el credo de moda en la valoración artística alentó el menosprecio hacia el entusiasta escrito que firmaba este guatemalteco en hebra con apellido de caballero. Sin embargo, quiero suponer que ni dicho credo ni el menudo apunte de Cardoza y Aragón influyeron tanto en la repentina cocción de la perplejidad de los propios cofrades, quienes reaccionaron con indignación propia de doctores de la Iglesia ante la alborada de un gracioso, como el haber descubierto de golpe lo inconscientes que eran todos ellos de la nombradía de este muralista y que en sus oídos aún retumbara la ovación de pie que recibió Orozco en Nueva York al saludar en nombre de la LEAR los trabajos del Congreso de Artistas Americanos hacía menos de un mes.
Ya otros se habían ocupado de la obra de Orozco para mediados de la década de los treinta. Algunos asomaron antes por aquí: José Juan Tablada, Anita Brenner, Alma Reed, Frances Toor, Agustín Aragón Leiva. Éste es el momento de recordar a los entusiastas muchachos visionarios de la revista