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Título original: The Field
Traducido del inglés por Miguel Irribarren Berrade
Composición ePub por Editorial Sirio S.A.
© de la edición original
2002 Lyne McTaggart
Publicado con la autorización del autor
BAROR INTERNATIONAL INC.
Armonk, Nueva York
© de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A.
Publicado en español por acuerdo con el autor, a través de Baror International Inc., Armonk, New York, U.S.A.
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I.S.B.N.: 978-84-17030-872
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Para Caitlin:
nunca estuviste sola
La física puede estar a punto de afrontar una revolución similar a la que ocurrió hace justo un siglo...
Arthur C. Clarke,
«When Will the Real Space Age Begin?»
Si un ángel nos contara su filosofía... muchas de sus afirmaciones podrían sonar como 2 x 2 = 13.
Georg Christophe Lichtenberg,
Aphorisms
A gradecimientos
Este libro comenzó hace ocho años, cuando, en el curso de mi trabajo, fui topándome con milagros. No milagros en el sentido habitual del término, en los que el mar se abre y las rebanadas de pan se multiplican exponencialmente, sino sucesos milagrosos que violan completamente nuestra forma de pensar sobre el funcionamiento del mundo. Los milagros con los que me encontré ofrecían datos científicos relacionados con métodos de curación que burlan todas las nociones aceptadas respecto a nuestra propia biología.
Descubrí, por ejemplo, algunos buenos estudios sobre homeopatía. Estudios aleatorios, doble-ciego, con el efecto placebo controlado —impecables desde la perspectiva de la moderna medicina científica— que mostraban que podías tomar una sustancia, diluirla tanto que no quedara ni una sola molécula de ella, dar esta solución —que a estas alturas no era nada más que agua— a un paciente, y éste mejoraba. Descubrí estudios igualmente sólidos sobre acupuntura: perforar la piel con agujas en ciertos puntos del cuerpo, a lo largo de los denominados meridianos de energía, funciona para ciertas dolencias.
En cuanto a la curación espiritual, aunque algunos de los estudios eran de mala calidad, una serie de ellos eran lo suficientemente serios para indicar que estaba ocurriendo algo interesante, y que la curación a distancia podría ser algo más que el efecto placebo. En muchos de estos estudios, los pacientes ni siquiera sabían que se estaba intentando curarlos. No obstante, los experimentos ofrecían pruebas de que ciertas personas se pueden concentrar en un paciente a distancia y la salud de éste mejora.
Estos descubrimientos me dejaron pasmada, pero también profundamente inquieta. Todas estas prácticas estaban basadas en un paradigma del cuerpo humano completamente diferente al de la ciencia moderna. Se trataba de sistemas médicos que afirman funcionar a «niveles energéticos», pero yo seguía preguntándome de qué energía exactamente estaban hablando.
En la comunidad alternativa, términos como «energía sutil» sonaban mucho, pero mi parte escéptica siempre se sentía insatisfecha. ¿De dónde venía esa energía? ¿Dónde residía? ¿Por qué era tan sutil? ¿Existían los campos energéticos humanos? ¿Y explicaban éstos no sólo estas formas de curación alternativa, sino muchos otros misterios de la vida que no han llegado a recibir una explicación satisfactoria? ¿Había alguna fuente energética que no podíamos entender?
Si algo como la homeopatía funcionaba, ello desbarataba todas nuestras creencias sobre la realidad física y biológica. Una de las dos, o la homeopatía o la medicina convencional, tenía que estar equivocada. Parecían necesarias una nueva biología y una nueva física para contener la verdad de la denominada medicina energética.
Comencé mi búsqueda personal a fin de averiguar si algún científico estaba trabajando bajo una visión alternativa del mundo. Viajé a m uchos lugares del globo y conocí a físicos y a otros científicos de primera línea de Rusia, Alemania, Francia, Inglaterra, Sudamérica, América Central y Estados Unidos. Mantuve correspondencia y telefoneé a muchos otros científicos de otros países. Asistí a conferencias donde se presentaban descubrimientos radicalmente nuevos. En general, decidí apostar por los científicos de sólidas credenciales que operaban siguiendo criterios científicos rigurosos. Ya se había especulado suficientemente en la comunidad alternativa con la energía y la curación, y yo quería que cualquier nueva teoría estuviera firmemente enraizada en lo que era probable matemática o experimentalmente: ecuaciones precisas, verdadera física que fuera comprensible. Acudía a la ciencia para buscar pruebas de la medicina convencional o alternativa, deseando que la comunidad científica me proporcionara, en cierto sentido, una nueva ciencia.
Cuando empecé a cavar, descubrí una pequeña pero coherente comunidad de científicos del más alto nivel, con credenciales impresionantes, y todos ellos estaban trabajando en diferentes aspectos de lo mismo. Sus descubrimientos eran increíbles. Sus trabajos parecían echar por la borda las leyes aceptadas de la bioquímica y la física. Su obra no sólo ofrecía una explicación de por qué la homeopatía y la curación espiritual funcionan. Sus teorías y experimentos también conformaban una nueva ciencia, una nueva visión del mundo.
El Campo es el resultado de entrevistas realizadas a los principales científicos mencionados en este libro, además de la lectura de la mayor parte de sus obras publicadas. Entre ellos están: Jacques Benveniste, William Braud, Brenda Dunne, Bernhard Haisch, Basil Haley, Robert Jahn, Ed May, Peter Marcer, Edgar Mitchell, Roger Nelson, Fritz-Albert Popp, Karl Pribram, Hal Puthoff, Dean Radin, Alfonso Rueda, Walter Schempp, Marilyn Schlitz, Helmut Schmidt, Elisabeth Targ, Russell Targ, Charles Tart y Mae Wan-Ho. Recibí una cantidad impresionante de ayuda y apoyo personal de cada uno de ellos, tanto en persona como por teléfono o por correo. Muchos de estos científicos fueron objeto de múltiples entrevistas, a veces diez o más. Me siento en deuda con ellos por consentir tantas consultas y por permitirme comprobar los datos laboriosamente. Han soportado mi intrusión constante y también mi ignorancia; su ayuda ha sido incalculable.
Debo dar las gracias de manera especial a Dean Radin por educarme en estadística, a Hal Puthoff, Fritz Popp y Peter Marcer por sus cursos acelerados de física, a Karl Pribram por educarme en la neurodinámica cerebral y a Edgar Mitchell por compartir los descubrimientos más novedosos.
También estoy agradecida a las personas siguientes con las que he hablado o mantenido correspondencia: Andrei Apostol, Hanz Betz, Dick Bierman, Marco Bischof, Christien Blom-Dahl, Richard Broughton, Toni Bunnell, William Corliss, Deborah Delanoy, Suitbert Ertel, George Farr, Peter Fenwick, Peter Gariaev, Valerie Hunt, Ezio Insinna, David Lorimer, Hugh MacPherson, Robert Morris, Richard Obousy, Marcel Odier, Beverly Rubik, Rupert Sheldrake, Dennis Stillings, William Tiller, Marcel Truzzi, Dieter Vaitl, Harald Walach, Hans Wendt y Tom Williamson.
Aunque ha habido cientos de libros e informes que han contribuido de algún modo a mis pensamientos y conclusiones, me siento particularmente endeudada con The Conscious Universe: The Scientific Truth of Psychic Phenomena (Nueva York: HarperEdge, 1997) de Dean Radin y con Parapsychology: The Controversial Science (Nueva York: Ballentine, 1991) por compilar pruebas de fenómenos psíquicos; con Larry Dossey, cuyos libros fueron muy útiles por las pruebas que aportan de la sanación espiritual, y con Ervin Laszlo, por sus fascinantes teorías del vacío en The Interconnected Universe: Conceptual Foundations of Transdisciplinary Unified Theory (Singapur: World Scientific, 1995).