Sólo unas palabras para agradecerte el tiempo que dedicaste a la lectura de este libro que hice con mucho cariño y convicción. Más que en mis anteriores publicaciones me metí a conciencia en estudios recientes sobre el bienestar, la felicidad y la actitud positiva porque creo que mereces una vida sana, duradera y llena de alegría.
Consulté muchos estudios, leí muchas investigaciones, traté de acercarte las complicadas páginas de médicos y científicos de manera sencilla, sin términos raros e impenetrables. Hoy más que nunca, a pesar de las dificultades cotidianas y las crisis que amenazan al mundo y a nuestra vida diaria, tenemos que responder con buena vibra y una sonrisa a las dificultades, sé que a veces no es fácil y las pruebas son muy dolorosas, sé que el costo por una vida de bienestar y comodidades a veces es muy alto, pero qué tal si empezamos por querernos más, por amarnos más —con todo y nuestros momentos malos donde sacamos a la bestia que llevamos dentro a pasear por la ciudad, pensando ingenuamente que es la bella en su momento de esplendor—, qué tal si empezamos por aceptar nuestros errores sin disputas ni corajes, qué tal si a partir de hoy hacemos de la actitud positiva una característica de nuestra personalidad, para que los demás nos vean y la sonrisa sea franca.
Siempre será mejor dar un abrazo para celebrar, que de pésame, siempre será mejor mirar el cielo para saber qué tanto volaremos, en lugar del suelo para saber dónde nos caeremos.
Lo importante es tenerlo siempre claro: si queremos que nuestra vida sea mejor, empecemos por pequeños cambios que harán grandes cosas y, sí, sin duda, con todo y en todo mantener una actitud positiva.
Mil gracias querida lectora, querido lector, se les quiere, y mucho.
¡GRACIAS!
Una palabra pequeña pero llena de sentimiento
Gracias a ti, amiga lectora, amigo lector, por tener la inquietud de leer este libro, te prometo que lo hice pensando en que fuera una de las mejores inversiones de tu tiempo.
Te presento mi octavo libro y quiero dedicarlo, como siempre, a mi esposa: Alma, a mis hijos: César y Almita, por ser mi mayor inspiración para lograr un cambio favorable en mi vida y aplicar muchas de las recomendaciones que aquí te comparto.
Un gran agradecimiento a mi editorial, Penguin Random House y a quienes hacen posible el sello Aguilar, por confiar nuevamente en mí, por la elaboración y distribución de este libro que deseo toque millones de vidas.
Un especial agradecimiento a tres personas que fueron claves en el contenido: al editor y corrector, mi querido tocayito, César Ramos, quien conoce a fondo el estilo coloquial con el que me gusta compartir los conceptos y quien participó activamente y con gran entusiasmo en la elaboración del libro que hoy tienes en tus manos.
A mi hermana Gaby Lozano, por siempre estar y participar activamente en la corrección de estilo de todas mis publicaciones.
A Felipe Cavazos por verificar y certificar todas y cada una de las pruebas que te presento y darle veracidad a todas las investigaciones aquí publicadas.
Gracias a quienes aceptaron que se publicaran sus nombres verdaderos en las anécdotas y vivencias reales que te comparto y, también, gracias a los que involuntariamente participaron en este libro, por conocer sus vidas llenas de rencor, resentimiento, coraje, celos, envidias y demás sentimientos que los alejan de la felicidad, la estabilidad emocional y que por razones obvias no incluyo sus nombres verdaderos.
ctitud positiva… ¡y a las pruebas me remito!, un título que tal vez te incitó a adquirir el libro que tienes en tus manos. Me considero escéptico en muchas cosas y siempre busco la comprobación de por qué me conviene o no hacer determinada acción.
¿Verdaderamente la gente feliz vive más? ¿Conoces personas con historias de dolor o un presente adverso que pone a prueba hasta al más fuerte, y aun así son felices? ¿Hay investigaciones que comprueben que tener paciencia, sonreír, reír con frecuencia, evitar o disminuir la ira, evitar la preocupación, o trabajar en un cambio de hábitos como lo es comer o dormir mejor pueden evitar el envejecimiento o la muerte prematura? Puede ser que por inercia contestemos sí, pero en cada página de este libro encontrarás historias verdaderas relacionadas con la actitud negativa o positiva, acompañadas de estudios realizados por universidades e investigadores de gran prestigio mundial.
No cabe duda, todos los días aprendo al conocer a quienes se han convertido en grandes maestros de vida personas que me han enseñado a decidir por una actitud positiva no sólo en tiempos de bonanza, sino también en la adversidad.
Mi esposa, con un pasado nada fácil, pues durante su infancia sufrió la pérdida de su madre y creció en un ambiente difícil para cualquier niña, decidió no repetir patrones de conducta que tuvieron con ella, sino ser una madre y esposa amorosa, buscando siempre la unión familiar.
Mi padre, quien a pesar de tener una infancia difícil, siempre tuvo una actitud positiva y una capacidad de asombro inquebrantable.
Ernesto, director de Recursos Humanos de una importante empresa de pinturas, vive con una actitud positiva que contagia a quienes lo tratamos. Siempre sonriente, siempre servicial, con un carisma envidiable y además con motivos suficientes para expresar cierto dolor: una madre con Alzheimer desde hace años.
Mi inolvidable maestra, Liliana, a quien conocí en la maestría y quien fue mi mentora e inspiradora para iniciar mi carrera como capacitador y después conferencista. Siempre expresando su gran amor a sus hijos y a Jaime, su marido, quien falleció hace unos años. Siempre optimista, positiva, sonriente a pesar de las múltiples enfermedades que ha sufrido en los últimos años.
Claro que podría ponerme de ejemplo, por el título de este capítulo: “Actitud positiva, ¿yo?” Reconozco que durante mi infancia, adolescencia y parte de mi etapa de adulto, no fui positivo. La negatividad y la creencia de que todo lo malo estaba destinado para mí fue parte de mi vida por mucho tiempo. Hice de la preocupación un hábito lamentable y creí que la actitud negativa era imposible de eliminar de una vida realista. ¿Por qué maquillar lo que a simple vista es imposible de quitar? Por qué decir que todo puede mejorar si prácticamente la historia me ha dicho que si existe la mínima posibilidad de que algo salga mal, puede salir mal. Sé que puede oírse exagerado, pero es la verdad. Yo así era y creía que así sería para siempre. ¡Qué pena!
La oración era un refugio para mí; más que una forma para tener fe era para disminuir los estragos en mi mente de los peores escenarios, visualizados generalmente por mis pensamientos negativos.
Las frases que me acompañaron en mi etapa de estudiante fueron:
“De seguro, va a venir en el examen lo que menos estudié.”
“Ahora que no estudié, el maestro me preguntará a mí, ya verás.”
“Estoy a punto de terminar todo para el examen final, pero estoy seguro que se me va a olvidar lo primero que estudié.”
¿Y qué sucedía? Por supuesto que esas nefastas profecías se cumplían rigurosamente. Venía en el examen exactamente lo que menos había estudiado; el profesor me preguntaba el día que menos me preparaba y, para colmo, el día anterior del examen final se me borraban todos los primeros capítulos que había estudiado. “¡No puede ser! Nada más falta que pase ese perro que va ahí y me orine.” Y el perro pasaba muy cerca, me imagino que con esas intenciones.