Anne Brenon - La verdadera historia de los cátaros
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- Libro:La verdadera historia de los cátaros
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2006
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La verdadera historia de los cátaros: resumen, descripción y anotación
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De forma muy acertada, Anne Brenon ordena una serie de preguntas en las que pasa de conceptos más amplios a otros más concretos y difíciles de comprender, de forma progresiva. Empezando por la inevitable pregunta que todo el mundo interesado en este tema se hace, ¿cátaros o Buenos Cristianos?, a otras más precisas, ¿existen hoy cátaros todavía?, este volumen de doscientas páginas se convertirá en la obra más reveladora para más de un lector.
Anne Brenon
ePub r1.1
Titivillus 28.08.17
Título original: The cathares
Anne Brenon, 2006
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A Beverly
y Edward Kienzle
[En la historia] el catarismo fue esa Iglesia que sólo tuvo tiempo de perdonar y desaparecer.
BRICE LARGAUD
ANNE BRENON 14 de noviembre de 1945. Escritora e historiadora francesa, Anne Brenon es conocida por sus estudios sobre las herejías medievales —en especial la cátara— y la zona de Carcasona.
Diplomada en Ciencias Religiosas por la École des Hautes Études, Anne Brenon trabaja actualmente como conservadora jefe del patrimonio de Francia, y desde 1982 está destinada al Centro de Estudios Cátaros de Carcasonne que alberga la Casa Joë Bousquet. Además de su trabajo como paleógrafa, Brenon ha publicado numerosos artículos sobre las herejías medievales y ha participado en la redacción de la revista Heresis, una publicación semestral dedicada a las creencias religiosas heterodoxas durante el medievo. La verdadera historia de los cátaros (1996) es el resultado de un curso de Historia Medieval que impartía en la Universidad de Montpellier. Anne Brenon es autora, además, de obras como Las mujeres cátaras (1992) o Los cátaros (1997).
ITRODUCCIÓN
El catarismo, fenómeno medieval histórico y religioso, es célebre pero poco conocido. La palabra cátaro está en todas las bocas; poetiza los folletos turísticos e intenta dar legitimidad a los más inesperados reclamos comerciales; se convierte en fuente de inspiración artística o espiritual, a mitad de camino entre occitanismo y new age; motiva numerosas búsquedas personales, respetables por sinceras; se identifica con la belleza solar de los paisajes meridionales y de sus piedras vivas; también se alude a ella para justificar extraños delirios esotéricos que huelen a secta; suscitó antaño las peores tentativas de recuperación ideológica; pero ¿de qué catarismo estamos hablando?
Hace unos cuarenta años, algo molestos, hay que decirlo, por la desmesurada moda del catarismo que estaba desarrollándose, los historiadores creían haber resuelto el problema. A partir de las fuentes documentales entonces disponibles, esencialmente tratados anticátaros elaborados en el siglo XIII en los despachos y scriptoria de la Inquisición dominica, el catarismo era definido como un resurgimiento medieval del antiguo maniqueísmo persa. Poco adaptado a las mentalidades del Occidente cristiano, jamás se había implantado realmente y, con toda naturalidad, había desaparecido, o casi; la cruzada contra los albigenses y el emplazamiento de la Inquisición apenas si habían acelerado el proceso.
Al mismo tiempo, los acontecimientos de la cruzada contra los albigenses sufrían una iluminación inversa: cantados como la triste epopeya cátara (título de la excelente colección de Michel Roquebert), la Agonía del Languedoc (título del que tal vez sea el más hermoso disco de Claude Marti) o la Dulce patria románica (término clave de la grande y lírica «Historia de los albigenses» de Napoléon Peyrat), ponían de relieve el jalón de los «castillos cátaros» en la conciencia novelesca contemporánea.
Esta doble ilustración produjo el paradójico resultado de seguir alimentando la gran reserva de ficción. Se soñó en misteriosas espiritualidades, tan orientales como inmemoriales; se lloró la perdida libertad de Occitania. Nadie se interrogaba demasiado sobre el propio catarismo, porque se consideraba asunto resuelto o porque se prefería representarlo como indefinidamente iniciático. A fin de cuentas, sólo muy recientemente, a la luz de los nuevos documentos descubiertos en las bibliotecas europeas y al calor del desarrollo general de los estudios sobre la Edad Media, incluidos los de arqueología medieval, el catarismo ha comenzado por fin, realmente, a emerger del olvido, pero también de la ganga de las múltiples caricaturas que lo habían deformado poco a poco desde los antiguos tiempos en los que fue descrito como manifestación del error y del diablo, como crimen de lesa majestad contra Dios; en una palabra: como herejía.
La última y más terrible maldición, tal vez, que pesa sobre la herejía, más aún que la de la eliminación física de sus adeptos, más aún que la del anatema y el oprobio arrojado sobre su modo de pensar, podría ser la condena definitiva de su recuerdo con respecto al porvenir. Opción minoritaria por definición y reprimida por un poder dominante que destruye su testimonio vivo (una herejía que tiene éxito se convierte en Iglesia ante la historia y la opinión pública), la herejía es doblemente condenada a muerte. El gran medievalista francés Georges Duby lo expresa admirablemente en su libro Les trois ordres ou l’imaginaire du féodalisme:
El historiador sólo interroga pecios, y estos restos proceden casi de todos los monumentos erigidos por el poder… Nada sabemos de la herejía, salvo por quienes la persiguieron y vencieron, por actas de condena, de refutación…
Una vez reprimida la contestación, la visión del vencedor prevalece y permanece en el porvenir como opinión establecida. En un período tan parsimonioso en escritos como nuestra Edad Media, la mano que manejaba la pluma significaba, más que en cualquier otro, la autoridad. Sin embargo, el descubrimiento y la publicación, a partir de mediados del siglo XX, de algunos documentos de origen auténticamente cátaro.
Hoy podemos fundamentar pues, sobre el análisis y la crítica de textos lo bastante numerosos, explícitos y diversificados, una historia del catarismo con carácter realmente científico.
Naturalmente, subsisten y sin duda seguirán subsistiendo zonas oscuras. Pero tenemos ya los medios para conocer relativamente bien el catarismo, sus aspiraciones, motivaciones, fundamentos teológicos o propósitos vitales, por la doble ilustración de quienes lo combatieron y de él mismo.
Nada más legítimo, pues, que intentar exponer el conocimiento que hoy hemos ampliado un poco más y comprendido un poco mejor, ofrecer con prudencia y respeto esta interpretación más nutrida y más verosímil de los cátaros medievales hasta recomponer el eco de sus voces por medio de documentos: su sospechosa celebridad les ha precedido. Poner en marcha los recursos de la historia con la intención de sustituir por fin por los propios interesados, siluetas humanas discernibles, aquella imagen huera, caricaturesca, exageradamente mitificada y falsificada, y que poetiza en falso, utilizando su nombre, los folletos del turismo y el comercio, no es más que hacerles una especie de justicia…
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