• Quejarse

Jacek Hugo-Bader - Diarios de Kolimá

Aquí puedes leer online Jacek Hugo-Bader - Diarios de Kolimá texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2011, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Jacek Hugo-Bader Diarios de Kolimá
  • Libro:
    Diarios de Kolimá
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2011
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Diarios de Kolimá: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Diarios de Kolimá" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Hay en la Rusia oriental una carretera mítica, una especie de Ruta 66 donde la historia del comunismo más sanguinario se cruza con el carácter extremo de la temperatura siberiana y su inherente despoblación. Los mapas la denominan Autopista M56. Los locales la conocen, simplemente, como Trassa (La Ruta). Sin embargo, su nombre más legendario es el de «Carretera de los huesos», porque bajo ese pavimento maltrecho por el que apenas circula nadie están enterrados, para darle firmeza al suelo, miles de los prisioneros del Gulag que la construyeron por orden de Stalin. El prestigioso reportero polaco Jacek Hugo-Bader, heredero de Ryszard Kapuscinski, ha recorrido en autoestop los 2.025 kilómetros de esta vía. El suyo no es solo un viaje al terrible pasado soviético que retrataron Varlam Shalamov o Aleksandr Solzhenitsyn. Es sobre todo un descenso al alma de las personas que hoy habitan este infierno helado. Hugo-Bader habla con los descendientes de los prisioneros. Escribe de estafadores y comerciantes de chatarra, de políticos corruptos y del crimen organizado. De intelectuales que sobreviven alimentándose de hongos y de espías y delatores. De chamanes y chequistas. De mineros que cavan fosas comunes mientras buscan oro, y de todos los adictos, convictos y héroes caídos que huyen de sus problemas y acaban en la región mas fría y remota de Rusia, un mundo aparte donde la Historia es un fantasma que se niega a marcharse. Un magistral viajero en la mejor tradición polaca. - Oliver Bullough, The Daily Telegraph. La narración esta surtida de diésel, vodka y lagrimas. Hugo-Bader tiene talento para desenterrar historias humanas sucias y extraer de ellas oro. - Kapka Kassabova, The Guardian.

Jacek Hugo-Bader: otros libros del autor


¿Quién escribió Diarios de Kolimá? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Diarios de Kolimá — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Diarios de Kolimá " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Día I
Magadán, en el mar de Ojotsk

Esta es la capital de Kolimá, aparece ya en el primer párrafo de Archipiélago Gulag, la obra fundamental de Aleksandr Solzhenitsyn. Pero mi libro no irá del gulag, los campos, los presos, el hambre, la muerte, la tortura.

Desde Magadán, debo partir hacia la Autopista de Kolimá, llamada a veces también la Autovía de Kolimá, y, según el libro de carreteras ruso, «la carretera federal de Kolimá». Aquí todo el mundo suele llamarla «la ruta». Es el único camino en este territorio inmenso, que equivalía, antes de los numerosos cambios administrativos, a una tercera parte de toda Europa. En otras palabras, ocho Polonias y media, y solo 2025 kilómetros de carretera (con varias pequeñas ramificaciones) que unen Magadán con la ciudad de Yakutsk.

Quiero recorrerla. Es un territorio completamente inaccesible, silvestre o más bien asilvestrado (un poco como nuestras montañas de Bieszczady después de la Segunda Guerra Mundial), con cada vez menos núcleos de población, que distan entre sí varias decenas o varios cientos de kilómetros.

Las montañas. Es lo que más me preocupa. Porque son completamente blancas. Por la ventanilla del avión en el que llego desde Moscú veo que en la Kolimá profunda reina un invierno en toda regla. Se ha adelantado este año. Tiene mala pinta, ¡muy mala! Debería esperar unas cuantas semanas más. Puede que en los desfiladeros y en los ríos tenga serios problemas, porque muchos de ellos me tocará cruzarlos, ya sea vadeándolos o en ferry. Cuando el agua empieza a helarse, se desatan los témpanos, los transbordadores dejan de funcionar y hay que esperar casi hasta diciembre para poder viajar por los caminos sobre el hielo.

La única forma de recorrer esta ruta es hacer autostop, a bordo de los mastodónticos camiones de fabricación rusa: los Kamaz, los Urales y los KrAZ, llamados popularmente «barromóviles». Los Liaz bielorrusos también resultan eficaces.

Los viejos dicen que este camino es el cementerio más largo del mundo. He calculado que si se colocaran una tras otra todas las víctimas de los campos de Kolimá de la época de Stalin, no cabrían.

Hagamos de nuevo el cálculo. 2025 kilómetros equivalen a más de dos millones de metros. Si dividimos por metro ochenta, salen un millón ciento diez mil hombres. Y mujeres. ¿Que en aquellos años no crecían tanto? Depende de quién. Los letones y estonios, para la época, eran unos gigantes. Los japoneses, kalmukos, tártaros y las mujeres eran mucho más bajos. Incluso si dividimos por metro setenta, el resultado solo cambiaría en unas cuantas decenas de miles. Kolimá, de todos modos, se llevó seguramente por delante más de un millón cien mil o un millón doscientas mil vidas humanas.

El problema con esto es que nadie sabe cuántas. Si sumáramos todos los transportes por mar entre la primavera de 1932 y el verano de 1956, nos saldría que se trasladó a Kolimá a más de dos millones de presos.

El catedrático David Semiónovich Raizman, jefe de la cátedra de Humanidades de la Universidad de Economía de Magadán, señala, a través de la ventana de su despacho de la calle Proletariátskaya, al otro lado del cruce con la Avenida Lenin, al antiguo calabozo del NKVD, convertido ahora en el archivo de los Servicios de Seguridad. Los expedientes de los presos se apilan allí, igual que lo hacían ellos en su tiempo: en las celdas, sobre los camastros de los zeks. El profesor desplaza después el dedo más al norte y señala más allá del río Magadanka, a una gran glorieta con la parada de autobús número 31. El lugar donde en 1940 estuvo operativo un campo de tránsito para tres mil soldados polacos hechos prisioneros un año antes. Desde allí, grupo tras grupo, fueron siendo enviados a los campos definitivos. Principalmente, junto a las minas de oro diseminadas por toda Kolimá.

De manera que ¿cuántas víctimas hubo? Anne Applebaum, la extremadamente minuciosa periodista del Washington Post, en su libro Gulag, o GULag, siglas de Glávnoie Upravlenie Ispravítelno-Trudovyj Lagueréi i Kolóniy (Administración Superior de los Campos y Colonias de Reeducación y Trabajo), por el cual recibió el premio Pulitzer en 2004, habla de 28,7 millones de trabajadores forzosos en la Unión Soviética, de los cuales, según los archivos accesibles actualmente, aunque en su opinión muy muy incompletos, murieron 2 749 163. De esto se deduce que «el coeficiente de mortalidad» en los campos alcanzaba el diez por ciento.

La «capacidad» de los 160 campos de Kolimá era de doscientas mil personas (eran todas las que cabían al mismo tiempo). Las autoridades soviéticas las habían enviado al Extremo Norte para hacerlas desaparecer y perderlas de vista para siempre. Habían de sucumbir allí. El primer invierno, de 1932 a 1933, lo sobrevivió uno de cada cinco presos. Los que estaban a punto de cumplir la condena recibían una nueva bajo cualquier pretexto y volvían al zabói, a la galería, al frontón de su mina de oro, o se convertían en rezagados, es decir, en presos que tras haber cumplido su sentencia, su ración, no eran liberados del campo, por ejemplo, hasta el final de la guerra, pese a que no hubiese ni un solo motivo económico para mantenerlos allí. Cualquier trabajo realizado por los presos, las personas libres podían hacerlo mejor y más barato. Es curioso que la palabra zabói en ruso significa también “matanza” (como las del ganado vacuno o porcino). Es así como el NKVD intentaba aunar dos objetivos mutuamente excluyentes: extraer la máxima cantidad de oro posible y exterminar cuanto antes a las personas consideradas enemigos de los bolcheviques.

El general Władysław Anders, en su libro Sin el último capítulo. Memorias de los años 1939-1945, escribe que, según sus averiguaciones, en los años 1940 y 1941 llegaron a Kolimá más de diez mil ciudadanos polacos. Entre ellos sin duda estaban aquellos tres mil prisioneros de guerra mencionados por el profesor David Raizman. Cuando el general formaba su ejército, los rusos liberaron de los campos de Kolimá a 583 personas. Esa fue la cantidad de polacos que consiguieron sobrevivir dos años, dos terroríficos inviernos, el de 1941 y el de 1942. Entre ellos estaba Ryszard Kaczorowski, el último presidente de la República de Polonia en el exilio.

En mi opinión, el índice de mortalidad de Kolimá más fiable es el grupo de los 171 antiguos presos que llegaron desde allí hasta el ejército polaco en ciernes. Se trataba de los soldados polacos supervivientes de la Campaña de Septiembre de 1939. A consecuencia de la congelación, casi todos tenían amputados dedos de manos y pies. ¡He aquí el más fehaciente coeficiente de mortalidad! ¡De tres mil a 171 personas! El 88,6 por ciento.

Pero de todo esto no habrá casi nada en mis relatos. De aquellos tiempos. Si voy a visitar a los últimos supervivientes, será por avaricia, para no perdérmelo, puesto que es la última oportunidad para describir todo aquello que les tocó vivir, experimentar. Son gente excepcional; han visto el fondo de la vida. En los campos atravesaron la frontera tras la cual se desintegra cualquier alma. Pero lo que más me interesará oír es lo que ocurrió a continuación: cómo seguir viviendo con semejante bagaje. Cómo han vivido.

Me voy a Kolimá para ver cómo se vive en un lugar así, en un cementerio así, el más largo. ¿Es posible amar, reír, gritar de alegría? ¿Y cómo se llora, se engendra y se educa a los hijos, se gana uno la vida, se bebe vodka, se muere…? De esto quiero escribir. Y de lo que comen, cómo lavan el oro, hornean el pan, rezan, se curan, sueñan, luchan, se muelen a palos…

Al aterrizar, en el aeropuerto de Magadán, veo un enorme cartel que dice: BIENVENIDO A KOLIMÁ, EL CORAZÓN DE ORO DE RUSIA.

Día II
Arman, 52 kilómetros al oeste de Magadán

Es un asentamiento de pescadores en vías de extinción, pero yo me alojo en una playa de piedra del mar de Ojotsk en el barracón de un inspector de la guardia pesquera. No tenía ninguna intención de viajar hasta aquí, pensaba dirigirme directamente al norte por la Autopista de Kolimá, pero el primer conductor que me cogió fue Andréi, un suboficial del MChS, siglas rusas para el Ministerio de Situaciones Extraordinarias. Se trata de un servicio de salvamento que ayuda en caso de desastres varios, hombres uniformados organizados al estilo militar. Nada más subir al vehículo me arrepiento, porque Andréi lleva una buena cogorza. Va haciendo eses con el coche y encima intenta adelantar porque, muchacho del Cáucaso, Osetia del Sur, sangre caliente, no va a ir pisando huevos detrás de nadie, sino que a la mínima ataca. Por supuesto lleva uniforme. Siempre se lo pone cuando sube al coche borracho. Por si le para una patrulla de policía, pues ya se sabe que los uniformados siempre acabarán entendiéndose. Andréi me convence de que cambie de planes y me vaya de pesca con él. Está a punto de acabar la temporada de pesca del salmón y él y sus amigos van a celebrarlo.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Diarios de Kolimá»

Mira libros similares a Diarios de Kolimá. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Jacek Hugo-Bader - En el valle del paraíso
En el valle del paraíso
Jacek Hugo-Bader
Ryszard Kapuściński - El imperio
El imperio
Ryszard Kapuściński
Victor Hugo - El exilio
El exilio
Victor Hugo
Alexandr Solyenitzin - Archipiélago GULAG
Archipiélago GULAG
Alexandr Solyenitzin
Anne Applebaum - Gulag
Gulag
Anne Applebaum
Elodie Schalenbourg - Victor Hugo
Victor Hugo
Elodie Schalenbourg
Victor Hugo - Pamplona
Pamplona
Victor Hugo
Victor Hugo - Los Pirineos
Los Pirineos
Victor Hugo
Aleksandr Solzhenitsyn - El primer círculo
El primer círculo
Aleksandr Solzhenitsyn
Reseñas sobre «Diarios de Kolimá»

Discusión, reseñas del libro Diarios de Kolimá y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.