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Joseph Roth - Primavera de café

Aquí puedes leer online Joseph Roth - Primavera de café texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2001, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Joseph Roth Primavera de café
  • Libro:
    Primavera de café
  • Autor:
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    ePubLibre
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  • Año:
    2001
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Primavera de café: resumen, descripción y anotación

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Desde sus primeros textos para la prensa, Joseph Roth nos muestra un extraordinario talento como reportero. El presente libro, compendio de sus mejores crónicas publicadas en 1919, traza un cautivador retrato de la ciudad de Viena después de la Gran Guerra. Como él mismo afirma: «Mirando estas terrazas abandonadas de la mano de Dios, a uno le viene casi involuntariamente a la memoria la comparación con unos sueños de paz jamás cumplidos, unas expectativas pasadas por agua y una situación internacional resfriada».

«Hoy, estos espléndidos artículos proporcionan la mejor visión de la vida cotidiana, de las costumbres y las gentes de aquel tiempo de desilusiones y derrumbes, pero también de un incipiente futuro. Encontramos aquí al genial artista que fue Roth; un excelente narrador, un observador perspicaz y un periodista que atrapaba a sus lectores con las manos abiertas de la inteligencia. Ironía y frescura es lo que transmiten estos textos; magníficos en su brevedad, incisivos y cautivadores. La edición es excelente, muy bien traducida, con acertadas fotografías de época y un útil glosario.» Luis Fernando Moreno Claros, El País.

«Sus textos ejemplifican una manera libérrima y creadora de entender el periodismo si se quiere local, o localista, para al fin transformarlos en piezas literarias de alto calibre que han superado la prueba de la erosión.» Robert Saladrigas, La Vanguardia.

«Cautivador retrato de la Viena después de la Primera Guerra Mundial.» ABC, Las letras y las Artes «Estupendas crónicas vienesas». Vicente Molina Foix, El País.

«Gracias a la observación de los pequeños universos, no pocos escritores han llegado a ser enormes y póstumos narradores. Roth es uno de ellos.» Francisco Vélez Nieto, Cambio 16.

«Las crónicas rothianas son ejemplos de esmerado lirismo: hasta las cuestiones más nimias quedan convertidas en manos de Josephus en joyas de calidad. Una altura literaria sin par que brilla junto a unos devaneos temáticos que nos llevan por distintos aspectos de la vida que pululaba en aquellos años por la capital austríaca.» Iñaki Urdanibia, Gara.

«Hubo un tiempo, allá por los siglos XIX y XX, en que periodismo y literatura no eran oficios excluyentes. Incluso cohabitaban en las redacciones y las tabernas, donde escritores y reporteros compartían noches de plomo, tinta y brebajes varios. Supone una excelente cura de humildad sumergirse en las páginas de Primavera de café, donde se reúnen las crónicas vienesas escritas por el gran Joseph Roth al término de la Primera Guerra Mundial. Porque la obra periodística de Roth está sin duda a la altura de su narrativa. Si el Roth novelista es un observador agudísimo, el Roth periodista es todo ojos y todo oídos. Es en lo minúsculo donde Joseph Roth detecta, y nos revela, el latido puro de la vida. Magistral.» Luís Pousa, La Voz de Galicia.

«La mirada que dirige a la ciudad de Viena tiene muchos de los elementos que aparecerán en sus magníficas novelas, y el vigor descriptivo de estos breves textos, además de la propia juventud del autor, no disimula la amargura de fondo que más tarde transimitirán los mencionados textos. Aquí planea la lucidez de la mirada de Roth y el aire elegíaco de su mejor prosa.» Tomás Ruibal, El día de Toledo.

«No importa de qué escriba, siempre se impone su mirada astuta y compleja sobre la superficie de la realidad.» Carlos M. Domínguez, El País Cultural (Uruguay)

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Distrito 2 Praterstrasse 31 Primavera de café H asta ahora lo único que - photo 1

Distrito 2.º Praterstrasse, 31.

Primavera de café

H asta ahora, lo único que se había puesto de manifiesto era que los propietarios de los cafés impulsaban los precios, que el gasto diario en desayuno y merienda crecía, que en el «café» fermentaban secretos jugos primaverales, que la explotación del público daba insospechados frutos y que, en general, el negocio florecía. Así es la primavera de café vienesa. Esta última semana se ha añadido algo nuevo: Schani saca a la calle su jardín. El «jardín» consiste en unos cuantos tableros y listones que han pasado el letargo invernal bien custodiados en el desván, y una cerca de alambre trenzado o de hierro. Unas cuantas macetas, y esas ramitas verdes que en esta primavera anormalmente fría sólo se les ocurren a los propietarios de los cafés, representan una especial atención hacia mayo y hacia los clientes. Y así todo está listo para el sol, que por desgracia el observatorio no puede anunciar «debido a la falta de importantes datos meteorológicos», y que sin un pronóstico fiable no acaba de atreverse a salir de entre las nubes…

Mirando esas terrazas abandonadas de la mano de Dios, a uno le viene casi involuntariamente a la memoria la comparación con unos sueños de paz jamás cumplidos, unas expectativas pasadas por agua y una situación internacional resfriada. Esas mesas puestas patas arriba, con los sillones de mimbre encima, llorando de humedad, se parecen desesperadamente a un mundo trastornado en el que todo estaría de cabeza tan sólo con que algo tuviera cabeza. El aire, que realmente tendríamos derecho a disfrutar aquí fuera, está lleno de partes bélicos venidos de las conferencias de paz, y el helado que en épocas normales se tomaría aquí sigue, por desgracia, helando convulsivo los corazones de los hombres. Así, lo que antaño era continuación en la calle de la lenta vida familiar y las agradables partidas de naipes, se convierte hoy en mezcla bien incómoda de una incómoda vida pública con las preocupaciones familiares privadas. La terraza del café no es hoy más que una reliquia superflua de tiempos mejores, y además un impedimento para el tráfico, como el tranvía, el correo, el teléfono y otros «medios de comunicación». Para los propietarios de los cafés, esto tiene en cualquier caso una ventaja: les permite poner en la calle, lisa y llanamente y en el más auténtico sentido de la palabra, a esos incómodos clientes fijos que protestan por la subida de los precios…

JOSEPHUS

Der Neue Tag, 23-5-1919

El Herrenhof fue uno de los cafés habituales de Joseph Roth Una terraza de - photo 2

El Herrenhof fue uno de los cafés habituales de Joseph Roth.

Una terraza de café, y otra más

E n una hermosa tarde de verano, hay un café del Ring, junto a la ópera, que tiene dos terrazas.

En la primera se sientan vencedores adultos de la guerra, toman helado y juegan a las cartas, al buki o al tarock. Ésta es la terraza legal, reconocida, protegida por la Ley. Una terraza con huéspedes presentables en sociedad y con la raya bien planchada.

Delante de esta terraza hay una un poco más elemental, improvisada: sus visitantes, sin la raya planchada, vencedores aún no adultos de la guerra, no se sientan en sillones de mimbre, sino, en parte, en el pavimento, en parte en el ralo césped que hay a la sombra de un árbol del Ring.

Y juegan al tarock.

Son portadores de la opinión pública, así que me parece necesario llamar la atención de ésta sobre el disfrute de sus vendedores.

Porque la opinión pública vagabundea sin prestar atención ante estos chicos que fuman cigarrillos y juegan al tarock, y sólo cuando va montada en coche deja oír una señal de claxon o esquiva la camada de ruidosos vendedores adolescentes que juegan.

No se puede molestar a los chicos en su disfrute. Se trata, por así decirlo, del siglo del niño.

Un guardia está en las cercanías y espera, por motivos profesionales, una oportunidad de intervenir. Como hoy, excepcionalmente, no hay ni una viuda de guerra manifestándose por el Ring, el guardia deja en paz a los huérfanos de guerra. Quizá también porque opina que ése es el principio de las anunciadas reformas escolares: para dar vía libre a los más capaces de esos chicos, se les deja ocupar temporalmente, durante las vacaciones, la calzada del Ring. El ascenso de los más dotados empieza, de momento, por sentarse en la calzada. El que gana la partida, ha demostrado sus capacidades y puede ascender.

¿Cómo hemos de llamar a esto? En el centro de una ciudad de cultura, niños que juegan a las cartas en medio de la calle: ¿una «vergüenza cultural»?

Bueno: ¡vergüenza hemos tenido bastante desde siempre!

Pero… ¿lo segundo?…

JOSEPHUS

Der Neue Tag, 10-8-1919

El cambista de dinero blanco

L a desconfianza está en el umbral, y te recibe: puedes ser un fisgón, un confidente, un soplón, un espía. En cualquier caso eres un extraño: llevas un cuello limpio, y tu conducta huele sospechosamente a Centroeuropa. Tus manos no gesticulan, tus ojos no hacen guiños astutos, no coquetean con ningún pequeño negocio, el bolsillo de tu camisa está normalmente pegado al pecho y no a un cuarto de milla de la envoltura de tu yo. No tienes nada de acosado, de sospechoso para la policía, de furtivo, de astuto. No mueves ni una ceja a la vista de la Ley, y ninguno de tus dedos se mueve para abrir una puertecilla trasera. ¿Qué buscas, pues, decente, protegido por la Ley y protector de las leyes, entre los desprotegidos por la Ley y los escapados a la protección de las leyes? ¿Qué buscas, proscrito entre los proscritos, valorado entre minusvalorados, limpio entre sucios, hombre de cultura en mitad de la falta de cultura, concienzudo en el reino de la inconsciencia? ¿Tú, que tienes escrúpulos, en el distrito de la moral infanity de la posguerra? Lo ves: eres un forastero, y por eso la desconfianza está en el umbral del pequeño café de la Bankgasse y te recibe…

Sé de una época en la que este café aún era un localito inocente, y debía su mísera existencia a la necesidad de refresco de los criados de la legación húngara. Daba la impresión de haber sido montado ex profeso para los fines de la legación y no servir para otra cosa que para atender mediante periódicos la necesidad de novedades de los funcionarios de bajo nivel y la sed ocasional de los clientes fijos y los consumidores de chupitos. Por aquel entonces, ¡por supuesto!, la época no conocía aún el dinero blanco, sino la buena divisa austrohúngara, y la legación de la Bankgasse aún no había obtenido de la autoridad común de la monarquía el permiso para llevar el comunismo a los bancos a través de los canales de Viena. La legación quería más bien representar que hacer dudosos presentes, no tenía pasaporte alguno que visar, sino el dualismo, y su círculo de acción era aún más limitado que el horizonte de sus actuales supervisores. Entonces, el café en las cercanías había sido un popular lugar de excursiones cercanas para guardianes y porteros de puerta trasera, y algún pequeño negocio inofensivo, del todo inofensivo, se desarrollaba aquí para la satisfacción general de los dos implicados y del neutral propietario del café.

¡Pero hoy!…

Ya lo hemos dicho, la desconfianza está ya en el umbral y te recibe: «¿Busca usted a alguien?». No, no busco a nadie, pero me guardo de admitirlo. Naturalmente que busco a alguien. «¿Tiene usted “blanco”?». «¿Compra usted “blanco”?».

El espíritu de la especulación tampoco desprecia los inventos de Bela Kun, y trafica incluso con los productos del Infierno. Aquí, en la oficina de cambio de la Bankgasse, probablemente aún quedan personas que compran dinero blanco. Sin amenazas, sin usar la violencia, sin

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