Wielandstrasse. 40 – D-60318 Frankfurt am Main
AGRADECIMIENTOS
Muchas personas me brindaron su tiempo desinteresadamente para contribuir a un proyecto que planteaba interrogantes incómodas. En La Habana y en Miami, ante auditorios muy diversos, pude comprobar el malestar que suscitaba la invitación a releer el pensamiento fundacional de la Cuba mestiza. Sin embargo, el entusiasmo y la generosidad de mis “incomodados interlocutores” primó sobre cualquier reserva, haciendo de sus comentarios y sugerencias una ayuda constante e invaluable.
Mi trabajo se ha beneficiado del apoyo de John Beverley, profesor y amigo cuya originalidad y solidez intelectual constituyen una fuente de aprendizaje e inspiración. Su actitud frente a los estudios latinoamericanos y su cuestionamiento de las relaciones de poder que habitan la “ciudad letrada” son consecuentes con su desempeño profesional: el respeto, el diálogo, la amplitud de criterios, el más desinteresado ejercicio de la solidaridad y, sobre todo, la honestidad intelectual son rasgos que lo caracterizan en el día a día.
Quiero recordar especialmente a Michael Jiménez, quien fue historiador exhaustivo, profesor dedicado y activista consecuente a favor de la justicia en América Latina. Conocer a Michael en sus clases y tenerlo luego como amigo fue para mi un honor y una experiencia enriquecedora.
Celebro y agradezco mis contactos con los investigadores del Cuban Research Institute, de Florida International University, quienes constituyen una verdadera fuente de pensamiento innovador en los estudios cubanos. Particularmente quiero agradecer a Juan Martínez y a Uva de Aragón, quienes fueron especialmente desprendidos con su tiempo y con sus materiales.
Roberto Pérez León, amigo e investigador que me mostró cómo La Habana de mis libros e historias era la imagen insignificante de otra ciudad más vasta y compleja, una ciudad realmente “innombrable”. Aún recuerdo nuestras conversaciones sobre Lezama, en los bancos que el poeta frecuentaba, allá cerca del Teatro García Lorca.
A mis queridos amigos en La Habana, Pittsburgh y Caracas: Marcia Castillo Vega, Arsenio Rodríguez, Leonardo Acosta, Jorge y Ambrosio Fornet, Luisa Campuzano, Lilia Esteban de Carpentier, Forrest Hylton, Alejandro de la Fuente, Juan Antonio Hernández, Jerome Branche, Gerald Martin, Harold Sims, Javier Lasarte, Beatriz González y Octavio Armand.
A Marnie, Estela y Emilia, porque siempre están presentes en todo lo que hago. Y a dos personas excepcionales, Billy y Eduardo Lozano, que han devenido familia.
La mayor parte de mi trabajo fue posible gracias a la Colección Eduardo Lozano de la Universidad de Pittsburgh. Agradezco también a las bibliotecas del Instituto de Estudios Martianos y del Instituto de Investigaciones Literarias, en La Habana, cuyos empleados e investigadores me facilitaron materiales importantes. Debo un reconocimiento muy especial a Lesbia Varona, de la Universidad de Miami, cuya profesionalidad y generosidad hicieron productivas y gratas las visitas a la colección Richter.
Agradezco a la Mellon Foundation y al Center for Latin American Studies de la Universidad de Pittsburgh, el apoyo que me permitió realizar mi investigación en La Habana. Y al Decanato de Investigación y Desarrollo de la Universidad Simón Bolívar.
PRÓLOGO
Es una tarea ardua el antirracismo. ¿Cómo desadornar a un emperador a todas luces desnudo pero que nos sigue convenciendo de la esplendidez de su traje? No hay que dudarlo, ése es el reto, porque así mismo, como el mítico emperador, es el ropaje discursivo de la “democracia racial”, hasta en sus aseveraciones al parecer más generosas. Se trata, en parte, de combatir la ceguera voluntaria que permite a quienes se benefician de la jerarquización, hacer caso omiso de los escándalos donde descansan sus prebendas. Se trata de desenmarañar sus sofismas y de hacer causa común con aquellos cuya voluntad liberadora sigue siendo sofocada por la materialidad brutal del privilegio. “Es que no somos racistas”, se dice con regularidad de refrán en el mundo Hispanoamericano. “Aquí todo el mundo se lleva bien, del color que sea”. “El que no tiene de inga, tiene de mandinga”. “Los racistas son los otros, los norteamericanos, y en tiempos del apartheid, los sudafricanos”. Si ésta es la expresión vernácula del fenómeno, y el despojo y la desigualdad su cara material, ¿qué papel han jugado en la producción de esta totalidad la literatura y la ciencia, qué papel la antropología, qué papel el paternalismo, qué papel las leyes?