ALFREDO CORCHADO
Medianoche en México
Alfredo Corchado es un periodista graduado de la Universidad de Tejas en El Paso, especializado en temas de migración, narcotráfico y asuntos políticos entre Estados Unidos y México. Nació en Durango pero creció en California y Tejas. Hijo de braceros, trabajó desde muy joven ayudando a sus padres en las labores del campo en Estados Unidos.
Tras haber vivido mucho tiempo en Estados Unidos, llegó a México en 1994 como corresponsal del diario The Dallas Morning News. Ha trabajado en varios periódicos estadounidenses, como El Paso Herald-Post y The Wall Street Journal; actualmente es jefe de la oficina en México de The Dallas Morning News. Ha recibido los premios Maria Moors Cabot por la Universidad de Columbia, y el Elijah Parrish Lovejoy por la Universidad de Colby. Medianoche en México es su primer libro.
www.alfredocorchado.com
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, OCTUBRE 2013
Copyright de la traducción © 2013 por Juan Elías Topar Cross
Todos los derechos reservados. Publicado en coedición con Random House Mondadori, S. A., de C.V., México, D.F., en los Estados Unidos de América por Vintage Español, una división de Random House LLC, Nueva York, y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto, compañías Penguin Random House. Originalmente publicado en Ingles como Midnight in Mexico: A Reporter’s Journey Through A Country’s Descent into Darkness por The Penguin Press, una sello de Penguin Group (USA) LLC. Copyright © 2013 por Alfredo Corchado. Esta traducción fue originalmente publicada en México por House Mondadori, S. A., de C.V., México. Copyright de la presente edición en castellano para todo el mundo © 2013 por Random House Mondadori, S.A. de C.V.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House LLC
Información de catalogación de publicaciones disponible en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Vintage ISBN: 978-0-8041-7106-9
eBook ISBN 978-0-8041-7107-6
Diseño de la portada: Isabel Urbina
Para venta exclusiva en EE.UU., Canadá, Puerto Rico y Filipinas.
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v3.1
A Herlinda y Juan Pablo, mis padres,
por enseñarme el arte de creer
a pesar de todas las adversidades
Índice
Introducción
Antes de que yo escribiera las primeras palabras de este libro, John D. Feeley, un veterano diplomático estadounidense orgulloso de sus profundas raíces irlandesas e italianas y que tiene un gran amor por México, me preguntó de qué se iba a tratar. Yo me arranqué con la lista de temas que esperaba cubrir, desde la inmigración a Estados Unidos hasta la actual violencia y corrupción de un país que antes creía conocer, hasta el papel que Estados Unidos juega en el destino de México.
Feeley sonrió. Vas a hacer un mole, dijo, refiriéndose al sinnúmero de ingredientes y variedades de este platillo tradicional, que puede llevar desde almendras hasta chocolate hasta pipián, todo mezclado para crear un sabor único de México. Yo le dije a John que no tenía ni idea de cómo hacer mole, pero que iba a vaciar toda mi alma en estas páginas.
—Estupendo —dijo—. Las historias ayudan a sanar, a ti y a los demás.
Medianoche en México es un intento por investigar las complejas cuestiones que enfrentan a mi país. Estos retos me marcaron, primero como niño y luego como reportero. Éste no pretende ser un estudio exhaustivo o histórico de la que tal vez pueda considerarse la época de mayor transformación en México desde la Revolución de 1910. Pero en el medio siglo que tengo de vivir en territorio mexicano y estadounidense he tenido un asiento de primera fila para ver grandes cambios. Este libro ofrece un vistazo a algunos momentos en que el pueblo de México ha estado entre la esperanza y el miedo.
En mi carrera de periodista he sido muy afortunado. Cuando mi base de operaciones era Estados Unidos, reportaba lo más que podía de México. Pero en 1994 me vine a vivir y trabajar a la Ciudad de México de manera permanente. Desde entonces, cinco presidentes —Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto— han gobernado el país. Los he conocido a todos, a unos mejor que a otros. Tres hitos marcaron la época y definieron mi trabajo: el Tratado de Libre Comercio en 1994, las elecciones del 2000 que dieron paso al primer cambio de poder en siete décadas, y la actual batalla contra los cárteles y la cultura de violencia que han engendrado. Esperanza y miedo. Miedo y esperanza.
Para cuando este libro se publique, alrededor de 100000 personas habrán muerto o desaparecido desde que el presidente Calderón declaró la guerra a los cárteles. Al iniciar su sexenio en 2006, el nuevo presidente prometió que México, cada vez más violento, sería al fin un país de leyes. La situación era grave. Menos de 20% de los detenidos por cargos de narcotráfico eran condenados. La policía estaba mal pagada y mal entrenada, y tenía que recurrir a sobornos para poner comida en la mesa. La desigualdad dañaba el futuro del país y dejaba a demasiada gente viviendo con demasiado poco. Las bajas tasas de recaudación fiscal de México dejaban fondos limitados para infraestructura y programas sociales. El sistema educativo estaba en manos de un sindicato corrupto. Había millones de hombres y mujeres jóvenes listos para ser reclutados por narcotraficantes.
Medianoche en México se basa en mi trabajo de reportero de 1986 al presente, empezando con el ahora extinto El Paso Herald-Post; aún culpo al Herald-Post de haberme infectado con la enfermedad incurable del periodismo. También he recurrido a los reportajes que hice fuera de México —a menudo en mis vacaciones— para el Wall Street Journal. La mayor parte del trabajo representa los 19 años en que tenido el honor de reportar para los lectores del Dallas Morning News. En 1994 el diario me contrató para trabajar de lo que llamaron corresponsal extranjero. A la fecha, aún me parece un sueño hecho realidad. Pero el término “corresponsal extranjero” es un poco engañoso. Para mí, México nunca ha sido el extranjero. México siempre ha sido algo personal; no necesariamente una historia de dos países sino de un pueblo.
Yo soy hijo de México. Provengo de una familia mexicana típicamente numerosa: soy el mayor de nueve hermanos. La tradición de mi pueblo, San Luis de Cordero, Durango, dictaba que nuestros antepasados enterraran el ombligo de los recién nacidos para recordarnos —sobre todo a aquellos destinados a partir— el lugar de nuestros primeros amaneceres y atardeceres: por lejos que viajara, nunca lo olvidé. Más de la mitad de esa población de 2000 habitantes trabajó en Estados Unidos en algún momento —entre ellos, mi padre, un bracero, parte de una generación de trabajadores temporales invitados cuyo sudor transformó lentamente el rostro de Estados Unidos—.
Yo llegué a Estados Unidos en 1966, dando gritos y sombrerazos, y les juré a mis padres —Juan Pablo y Herlinda— que algún día regresaría a México y les probaría lo mucho que se equivocaban sobre la promesa de Estados Unidos. Estaba repitiendo las palabras de mi tío Delfino, quien se negaba a irse para el norte. Él nos recordaba que la maldición de México no ha sido la historia, sino la traición. Mis padres me demostraron lo equivocado que estaba yo en desconfiar de Estados Unidos, al darnos la posibilidad de reinventarnos en una nueva tierra.