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Ben Macintyre - El hombre que nunca existió

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Ben Macintyre El hombre que nunca existió
  • Libro:
    El hombre que nunca existió
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2010
  • Índice:
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El hombre que nunca existió: resumen, descripción y anotación

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El hombre que nunca existió — leer online gratis el libro completo

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El 30 de abril de 1943 un pescador de Punta Umbría encontró flotando en el mar - photo 1

El 30 de abril de 1943 un pescador de Punta Umbría encontró flotando en el mar el cadáver de un oficial británico, el comandante William Martin, con un maletín encadenado a su cuerpo. Antes de devolverlo a los británicos, las autoridades españolas transcribieron los papeles que contenía el maletín, incluyendo los planes para un desembarco en Grecia, y los hicieron llegar al gobierno alemán, que se preparó para organizar su defensa. Pero donde los aliados desembarcaron, tres meses después, fue en Sicilia. William Martin no había existido nunca y los papeles de su maletín estaban destinados a engañar a los alemanes.

El gobierno británico no permitió nunca contar la auténtica historia de esta operación, por temor a la reacción española; pero Ben Macintyre, el autor de Zigzag, ha accedido a los documentos originales y nos cuenta por fin toda la verdad acerca de una de las historias de espías más fascinantes de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la evidencia de la complicidad de los militares españoles con los nazis.

Ben Macintyre El hombre que nunca existió Operación Carne Picada ePub r11 - photo 2

Ben Macintyre

El hombre que nunca existió

Operación Carne Picada

ePub r1.1

Titivillus 29.01.18

Título original: Operation Mincemeat

Ben Macintyre, 2010

Traducción: Luis Noriega

Diseño de la cubierta: Jaime Fernández

Ilustración de la cubierta: Jonathan Ring

Mapas: Duncan Stewart

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Para Kate y Melita y Magnus y Lucie En la guerra quién no ha tenido un - photo 3

Para Kate y Melita

y

Magnus y Lucie

En la guerra, ¿quién no ha tenido un momento de risa en medio de las calaveras?

WINSTON CHURCHILL,

El anillo se cierra

Notas

[1] Winston Churchill, The Second World War, vol. V, Closing the Ring, Londres, 1951, p. 91. (Hay trad. cast.: La segunda guerra mundial, vol. V, El anillo se cierra, Plaza & Janés, Barcelona, 1965.)

[2] Montagu, primer barón Swaythling, / así le conocemos usted y yo. / Pero allá abajo en el Infierno, el diablo / le conoce como Samuel. / Y aunque quizá no suene igual / tal es el nombre del tío.

[3] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emecé, Buenos Aires, 1956, pp 75-76.

[4] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emecé, Buenos Aires, 1956, pp. 81-82.

[5] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emece, Buenos Aires, 1956, p. 79.

[6] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emecé, Buenos Aires, 1956, pp. 80-81.

[7] Alusión a la campaña Digfor Victory, con la que el gobierno británico animaba a los ciudadanos a transformar sus jardines en huertos para contribuir a la subsistencia del país y el esfuerzo bélico.

[8] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emece, Buenos Aires, 1956, pp. 48-50.

[9] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emece, Buenos Aires, 1956, pp. 61-62.

[10] En E. Montagu, El hombre que no existió, Emece, Buenos Aires, 1956, pp. 64-65.

[11] Dejé que empezara a hacer pipí / e hice girar el cacharro / antes de que pudiera completar una vuelta / ella cerró el circuito con su trasero / y salió disparada de la silla de madera / emitiendo un chillido de lo más agudo.

[12] Voy a emborracharme cuando enciendan Piccadilly, / voy a emborracharme como nunca lo he hecho. Versos de «I’m Going To Get Lit Up When The Lights Go On In London» una canción de Hubert Gregg sobre el fin del apagón (y, por ende, los bombardeos, la guerra, etc.) en Londres muy famosa en la época.

[13] Cuando te sientas triste / o parezcas deprimido / nuestra recomendación / es Sid Field.

[14] G. VI. R.: George VI Rex, el rey Jorge VI del Reino Unido.

[15] R. M.: Royal Marines, el cuerpo de marines británico.

[16 Wrens: nombre por el que se conocía popularmente a los miembros del servicio femenino de la Marina británica, el WRNS (Women’s Royal Naval Service).

[17] Mincemeat: carne picada.

[18] En las profundidades de las mazmorras malolientes, / en las entrañas del Departamento de Inteligencia Naval, / donde conjeturas enloquecidas o mentiras flagrantes / se procesaban para quienes estaban en el mar, / las bandejas de entrada están todas vacías, / la lúgubre labor ha terminado, / y con las mentes aturdidas y la mirada soñolienta / los trogloditas ven el sol.

1.- EL BUSCADOR DE SARDINAS

El buscador de sardinas

José Antonio Rey María no tenía ninguna intención de pasar a la historia cuando partió remando hacia el Atlántico desde la costa de Andalucía el 30 de abril de 1943. Sencillamente estaba buscando sardinas.

José estaba orgulloso de su reputación como el mejor localizador de peces de Punta Umbría. En un día claro, era capaz de advertir el revelador brillo iridiscente de las sardinas a varias brazas de profundidad. Cuando veía un cardumen, José marcaba el lugar con una boya, y luego hacía señales a Pepe Cordero y los demás pescadores de La Calina, una embarcación más grande, para que se apresuraran a llevar la red.

Aquél, sin embargo, no era un buen día para buscar peces. El cielo estaba cubierto y el viento, que soplaba en dirección a la orilla, alteraba la superficie del agua. Los pescadores de Punta Umbría habían zarpado antes del amanecer, pero hasta el momento lo único que habían conseguido era pescar anchoas y unos cuantos besugos. A bordo del Ana, su pequeño esquife, José volvió a inspeccionar las aguas mientras el sol calentaba su espalda. Podía ver en la orilla el grupito de cabañas de pescadores que había bajo las dunas de la playa de El Portil, donde estaba su hogar. Más allá, después del estuario donde los ríos Odiel y Tinto desembocaban en el mar, se encontraba el puerto de Huelva.

La guerra, que entonces estaba en su cuarto año, apenas había incidido en esta parte de España. En ocasiones, José encontraba en el mar extraños restos flotantes, fragmentos de madera achicharrada, manchas de petróleo y otros escombros que contaban las batallas que estaban teniendo lugar en altamar. Esa mañana, temprano, había oído a lo lejos disparos y una fuerte explosión. Pepe decía que la guerra estaba arruinando a los pescadores; nadie tenía dinero, y quizá tuviera que vender La Calina y el Ana. Se rumoreaba que los capitanes de algunos barcos pesqueros más grandes espiaban para los alemanes o los británicos. Pero en muchos sentidos la dura vida de los pescadores continuaba siendo como siempre había sido.

José había nacido veintitrés años antes, en la playa, en una cabaña hecha con maderos arrojados por el mar. Nunca había viajado más allá de Huelva y sus aguas. Nunca había asistido a la escuela ni aprendido a leer y escribir. Pero nadie en Punta Umbría le superaba a la hora de encontrar cardúmenes.

Fue a media mañana cuando José advirtió un «bulto» flotando en el agua. En un primer momento pensó que debía de tratarse de una marsopa muerta, pero a medida que se acercaba la forma se hizo cada vez más clara hasta resultar inconfundible. Era un cuerpo humano que se mantenía a flote gracias a un chaleco salvavidas amarillo. El muerto estaba boca abajo, la parte inferior del torso resultaba invisible y parecía llevar puesto un uniforme.

Al inclinarse por la borda para agarrar el cuerpo, el olor de la putrefacción golpeó a José, que se halló de repente ante el rostro de un hombre o, mejor, ante lo que había sido el rostro de un hombre. El mentón estaba cubierto por completo de un moho verde, mientras que la parte alta de la cara tenía un color oscuro, como tostada por la acción del sol. José consideró que quizá el muerto se había quemado en algún accidente marítimo. La piel de la nariz y la mandíbula había empezado a pudrirse.

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