Benoît-J. Pédretti - María Antonieta

• ¿Nacimiento? El 2 de noviembre de 1755 en Viena.
• ¿Muerte? El 16 de octubre de 1793 en París.
• ¿Función? Reina de Francia de 1774 a 1791.
• ¿Principales aportaciones?
  • María Antonieta, penúltima hija del emperador Francisco I (1708-1765) y de la emperatriz María Teresa (1717-1780), se convierte a los 14 años en una pieza importante en el juego de las alianzas diplomáticas europeas de finales del siglo XVIII. Su madre, que desea aliarse con Francia, la promete con el joven Luis (1754-1793), nieto del rey Luis XV (1710-1774), delfín y, por tanto, heredero al trono de Francia. El 19 de abril de 1770, los dos jóvenes se casan por poderes en la iglesia de los Agustinos de Viena, y el 16 de mayo de 1770 lo hacen en Versalles.
  • Cuando muere el rey, el 10 de mayo de 1774, la delfina se convierte en reina de Francia y de Navarra. Alegre y jovial, construye a su alrededor una pequeña y esplendorosa corte formada por algunos favoritos. Todos llevan una vida lujosa en Versalles, en Trianón, o incluso en la Aldea, en medio de las conspiraciones, de los chismes y de las intrigas de la corte.
  • Desde 1789 y durante la Revolución francesa, el descontento de la población se cristaliza en la figura de María Antonieta, cuya impopularidad crece. Después, la familia real huye a Varennes el 20 de junio de 1791, lo que le hace perder toda su autoridad. El 10 de agosto de 1792, el palacio de las Tullerías es asaltado por los revolucionarios, que encarcelan a María Antonieta en la torre del Temple, que se convierte en una prisión, y a continuación en la Conciergerie hasta su ejecución. El 16 de octubre de 1793 es guillotinada en la plaza de la Revolución de París.
  • Su prematura muerte a los 38 años, que tiene lugar en el corazón de la agitación revolucionaria, la sitúa en los primeros puestos de los personajes míticos de la historia de Francia. La reina, blanco de críticas u objeto de compasión, abre un debate controvertido e inagotable.

María Antonieta de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria, crece en la corte de Viena entre sus 15 hermanos y hermanas. A los 14 años, se casa con Luis, el nieto del rey Luis XV. La ahora delfina es una chica muy joven a la que se abandona, sin precaución alguna, en el mundo de las intrigas de la corte de Versalles, donde se oponen numerosos clanes rivales. El 10 de mayo de 1774 se convierte en reina de Francia, casada con un Luis XVI que sigue siendo amable y tímido. La reina lleva una vida frívola, centrada en el teatro y en el juego, dentro de una absoluta despreocupación y alejada de las garras de la política. Víctima de calumnias en el asunto del collar que sacude a Francia en 1785-1786, no procura proteger su imagen pública, que se deslustra lentamente.

Al mismo tiempo que los Estados Generales amenazan la monarquía, su segundo hijo, el delfín Luis José (1781-1789), muere en junio a los ocho años. Desorientada y llevada por la agitación revolucionaria, lucha en medio de acontecimientos cuyas dimensiones no alcanza a entender plenamente. Se encuentra en arresto domiciliario en el palacio de las Tullerías desde 1790, pero se escapa con el resto de la familia real para dirigirse a Varennes. La detienen por el camino y la devuelven a la fuerza a París en junio de 1791 para encarcelarla en el Temple. Después de la ejecución de Luis XVI el 21 de enero de 1793, le quitan a sus hijos. Finalmente, la llevan a la prisión de la Conciergerie el 2 de agosto, a la espera de su juicio. Es condenada por el Tribunal Revolucionario el 16 de octubre de 1793, día en el que es guillotinada.

Figura icónica de la causa monárquica y reforzada por la historiografía romántica del XIX, sigue siendo un personaje controvertido, a veces relegado a un papel secundario de mujer hermosa e inconsecuente, a veces inspiradora maquiavélica de la contrarrevolución.

Potencias enemigas

A mediados del siglo XVIII, Francia y Austria mantienen relaciones especialmente difíciles. A la muerte del emperador Carlos VI (1685-1740), y en virtud del tratado de la Pragmática Sanción de 1713, los Estados hereditarios de los Habsburgo recaen en su hija mayor, María Teresa. A continuación estalla una guerra de sucesión al trono: el elector de Baviera, Carlos VII Alberto (1697-1745), que presenta su candidatura contra ella, es un serio pretendiente. Inglaterra y las Provincias Unidas apoyan a María Teresa, mientras que la Prusia de Federico II (1712-1786), que quiere apoderarse de Silesia y de la Francia de Luis XV, apoya al elector de Baviera.

Francia se enfrenta militarmente contra Austria por tierra y contra Inglaterra por mar. En 1748, se retira del conflicto sin haber obtenido ningún triunfo y muy debilitada. Lo que es peor: es traicionada por su aliado prusiano, que acuerda una paz separada y logra recuperar territorios. Cuando María Teresa asciende al trono imperial, su marido también se convierte en emperador. Pero aunque este último lleve ahora ese título, carece de cualquier poder, ya que todo cae en manos de su esposa.

¿SABÍAS QUE…?

Exasperado por el enorme derroche de la guerra de Sucesión de Austria, Voltaire (1694-1778) pronuncia una frase, convertida ahora en un proverbio en francés: «trabajar para el rey de Prusia», que significa «trabajar sin ningún tipo de beneficio o a beneficio de un tercero».

La reconciliación en la guerra

Pronto, el rey Federico II, que encarna el poder en ascenso de Prusia, irrita a todos. Austria, que ha tenido que cederle a regañadientes la rica provincia de Silesia, desea recuperarla. Por su parte, Francia sufre grandes tensiones con Inglaterra, relacionadas con sus posesiones en América del Norte. Cuando Prusia le ofrece su apoyo a Inglaterra tiene lugar una increíble inversión de alianzas: ahora Francia y Austria comparten intereses comunes. El conflicto que se deriva es el mayor del siglo XVIII: se trata de la guerra de los Siete Años (1756-1763), durante la que las dos potencias se oponen, una al lado de la otra, a Prusia y Inglaterra principalmente.

Al final de la confrontación, el Tratado de París (10 de febrero de 1763) consagra a Inglaterra como potencia colonial, y a Prusia como potencia militar. Tanto Francia como Austria salen debilitadas. La primera ha perdido sus colonias en América del Norte y ha agotado sus tropas, mientras que la segunda pierde definitivamente Silesia. Más que nunca, las dos potencias se necesitan mutuamente.

Consolidar la alianza franco-austríaca

María Teresa, emperatriz ahora con su hijo mayor José, emperador de Austria, vela por el futuro de sus hijos, asegurándoles posiciones que sirvan a su doble propósito diplomático: consolidar la alianza con Francia y obstaculizar a Prusia. Multiplica las alianzas transversales que la acercan a Francia gracias a los matrimonios de sus hijas: María Cristina (1742-1798) se casa con uno de los hijos del rey de Polonia, Alberto Casimiro (1738-1822), que es vecino de Prusia y hermano de la delfina de Francia; María Amelia (1746-1804) se casa con el duque de Parma, Fernando I (1751-1802), nieto de Luis XV por parte materna; y María Carolina (1752-1814) se casa con otro Fernando I (1751-1814), rey de Nápoles, Borbón por el lado paterno y primo del futuro Luis XVI por el lado materno.

Desafortunadamente, el delfín de Francia Luis Fernando (1729-1765) muere, seguido dos años más tarde por la delfina María Josefa de Sajonia (1731-1767). María Teresa debe consolidar la alianza francesa de nuevo, centrándose en el nuevo delfín, Luis. Entonces le propone matrimonio con su hija María Antonieta, una unión particularmente interesante ya que le asegura a una de sus hijas el título de reina de Francia.

La dulzura de Viena