María Antonieta Collins es una de las periodistas más respetadas en Estados Unidos y América Latina. Es la única periodista hispana que ha trabajado en las tres cadenas de televisión más importantes en español: Televisa, Telemundo y Univision, donde actualmente es Senior Special Correspondent. Su programa radiofónico Casos y cosas de Collins se retransmite semanalmente desde hace diez años a más de 70 ciudades. Es columnista del diario El Nuevo Herald. Por su trabajo periodístico ha sido galardonada con 7 premios Emmy y los prestigiosos premios Edward R. Murrow y Peabody. Es autora bestseller de numerosos libros, entre los que se encuentran ¿Quién dijo que no se puede?; Cuando el monstruo despierta; Porque quiero, porque puedo y porque me da la gana; ¿Muerta?…¡Pero de la risa!; y Fidel y Raúl, mis hermanos: la historia secreta, que fue un bestseller en 2009. Es experta en temas del Vaticano, estudiante de piano clásico y activista a favor de animales abandonados. Tiene tres hijos y reside en Miami. Su hija Antonietta colaboró en este libro.
¿MUERTA?... ¡PERO DE LA RISA!
Con el candor de siempre, y la honestidad y el humor que la definen, María Antonieta Collins relata cómo su carrera periodística se esfumó de repente pero regresó mejor que nunca. Escribe sobre el camino espiritual que la ayudó a superar una época oscura y cómo su fe la ayudó a recuperar y mejorar su vida. Tanto los éxitos como los obstáculos en la vida tienen varias facetas: María Antonieta delinea paso a paso lo que debes hacer para maniobrar los retos tanto de tu vida personal como profesional, hasta que descubras que unos giran alrededor de los otros.
DÉJAME CONTARTE COMO EMPEZÓ LA HISTORIA…
Me veo en el espejo del “Family room” de mi casa y gozo de algo mundano y placentero: me doy cuenta de que, desde hace seis años, por primera vez en mi vida me gusto tal y como soy.
Sí, eso mismo.
Se oye feo y pretencioso, pero es verdad: me gusto mucho.
Estoy casi llegando al “séptimo piso” de la vida, es decir, a los setenta años de edad y cada vez estoy más feliz conmigo misma…como nunca antes lo había estado.
Me repito esto mientras me observo de pies a cabeza, vestida de un color rojo antes impensable, que llama la atención como capote de torero, y con un labial rojo que grita “mírame a fuerza”, imposibles de utilizar en el pasado.
Hace años que no uso a diario el color negro que tanto me cobijaba y que, de paso, disimulaba los rollitos de grasa que se notaban debajo de cualquier vestido. Y me doy cuenta de que no estoy de duelo por haberlo dejado atrás…
Recapacito en el pecado de la vanidad y digo para mis adentros: ¿Vanidosa? ¡Sí!
Y…¿qué hay de malo en eso?
Entonces me permito serlo por un rato frente al espejo.
Observo mi cuello y la barbilla, y sonrío feliz.
Por primera vez puedo ver que no tengo papada, y que no hay grasa alrededor.
Miro el calendario y caigo en cuenta de que hace seis años me hice la operación de la “manga gástrica”, tras la cual he rebajado 83 libras de peso en un cuerpo que mide únicamente cinco pies y dos pulgadas. Fue una exitosísima cirugía bariátrica realizada por el doctor Moisés Jacobs, patriarca de esta operación en la Florida. El doctor Jacobs me quitó el 82 por ciento de un estómago que me estaba dando más problemas que las ventajas para las que fue creado originalmente en el cuerpo humano.
Soy feliz. Soy la nueva Collins.
Y de paso soy la mujer que siempre soñé ser: flaca de nuevo como cuando tenía quince, dieciséis, dieciocho años…¿Y quién no lo desearía?
Pesar solamente 115 libras me permite respirar mejor, hacer ejercicio a diario, cuidar el tamaño de mi estómago…Todo en la vida me sonríe…Es un éxito.
Pero solo mi mente y yo conocemos la lucha interna que libro cada día, aunque con el paso del tiempo es cada vez menor, pero sigue ahí, con ese monstruo apocalíptico en lo profundo de mi cerebro que está esperando atacarme y que me encuentra lista para vencerlo…
Hay madrugadas en las que me despierto sudando, angustiada, llorando…Tengo pesadillas en las que esto que les he narrado —que perdí seis tallas, de la 16 a la 4, y 83 libras de peso— es mentira y que sigo obesa y enferma…Que el haber vencido mis monstruos es algo que soñé tan intensamente que me lo creí, pero que no es verdad y que sigo como antes. Que no ha habido ningún cambio porque estoy igual que hace seis años…
Y tiemblo de miedo y angustia.
En el sueño el llanto amenaza con ahogarme, especialmente cuando me veo en el espejo. Sí, ese mismo espejo del “family room” que me muestra como era antes de febrero de 2014: Visto una túnica negra y pantalones negros, zapatos bajos porque mi cuerpo no resiste tacones y mi cara es una circunferencia con una hinchazón que se nota a leguas de distancia…Doy un grito…y es tan fuerte que este no solo despierta espantados a los habitantes de la casa, sino también a mí misma…Afortunadamente, al despertar me encuentro con la realidad.
Sentada en la cama, bañada en sudor, me doy cuenta de que eso que me aterró segundos antes fue un sueño perverso, pero solo un sueño. Me levanto rápidamente y corro al espejo.
Al verme despierta respiro aliviada: ¡Ufff! Estoy tal y como me gusto tanto, con mi nueva imagen de los últimos años: flaca y feliz.
¿Qué fue lo que sucedió más allá de la cirugía?
Muy sencillo: cambié radicalmente mi vida, mis hábitos y mis creencias. A continuación les voy a compartir mi historia para probarles que, con cirugía o sin ella, USTEDES son la únicas personas que pueden transformar sus vidas y que si yo pude…¡USTEDES PUEDEN MÁS!
MARATONISTA A LOS SESENTA Y TANTOS…
SEPTIEMBRE DE 2018
La llamada de mi amigo Pedro Ultreras, periodista y maratonista trotamundos, me dejó (como dicen en mi pueblo) “con frío y con calor”; es decir, sin saber qué hacer ni qué decir.
Pedro no me hablaba para saber qué pensaba yo de lo que me iba a proponer, sino para proponerme directamente la idea más descabellada y extraordinaria que yo podría imaginar, con la que incluso había soñado, pero que sería muy difícil de realizar…
—Te llamo porque te he observado en los últimos años en tus videos en las redes sociales, y siempre te veo caminando por los aeropuertos o por cualquier ciudad a un ritmo que no es de paseo sino de ejercicio.
Hablar con Pedro es siempre reconfortante porque irradia una alegría que es difícil de encontrar en muchos seres humanos. Para él todo es posible. Todo. Y ese precisamente era el motivo de aquella llamada telefónica…
—Se me ha ocurrido una idea que vamos a hacer: te voy a inscribir en el Maratón de Miami en enero. No te digo más. Tienes tres meses para entrenarte.
Mi respuesta fue la lógica.
¿El maratón de Miami? ¿Yo? ¿Qué había tomado Pedro que le había infundido tanto ánimo?
—Sí, Collins, tú. La hora diaria y constante que vemos en tus videos y las cuatro millas que llevas más de tres años haciendo en tu caminadora significan algo: tu próximo paso es la calle.
—¿Cómo piensas eso Pedro? —respondí rápidamente—. Una cosa es hacerlo en mi casa y la otra es atreverme a andar por ahí afuera. Tú puedes porque eres mucho más joven que yo y porque estás acostumbrado a hacerlo. No es lo mismo para una mujer de sesenta y seis años de edad.
—Es exactamente lo mismo. Lo que sucede es que estás en tu colchón de comodidad y no quieres salir de él. Inténtalo. Sé que tú puedes.