Camilo José Cela - A bote pronto
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- Libro:A bote pronto
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1994
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A bote pronto: resumen, descripción y anotación
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CAMILO JOSÉ CELA TRULOCK. (Iria Flavia, A Coruña, 11 de mayo de 1916 - Madrid, 17 de mayo de 2002). Escritor y académico español, galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
En 1925 su familia se traslada a Madrid. Antes de concluir sus estudios de bachillerato enferma y es internado en un sanatorio de Guadarrama (Madrid) durante 1931 y 1932, donde emplea el reposo obligado en largas sesiones de lectura.
En 1934 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, pronto la abandona para asistir como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas da clases de Literatura Contemporánea. Cela le muestra sus primeros poemas, y recibe de él estímulo y consejos. Este encuentro resulta fundamental para el joven Cela, que se decide por su vocación literaria. En la facultad conoce a Alonso Zamora Vicente, a María Zambrano y a Miguel Hernández, y a través de ellos entra en contacto con otros intelectuales del Madrid de esta época. Antes, en plena guerra, termina su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día.
En 1940 comienza a estudiar Derecho, y este mismo año aparecen sus primeras publicaciones. Su primera gran obra, La familia de Pascual Duarte, ve la luz dos años después y a pesar de su éxito sufre problemas con la Iglesia, lo que concluye en la prohibición de la segunda edición de la obra (que acaba siendo publicada en Buenos Aires). Poco después, Cela abandona la carrera de Derecho para dedicarse profesionalmente a la literatura.
En 1944 comienza a escribir La colmena; posteriormente lleva a cabo dos exposiciones de sus pinturas y aparecen Viaje a La Alcarria y El cancionero de La Alcarria. En 1951 La colmena se publica en Buenos Aires y es de inmediato prohibida en España.
En 1954 se traslada a la isla de Mallorca, donde vive buena parte de su vida. En 1957 es elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española.
Durante la época de la transición a la democracia desempeña un papel notable en la vida pública española, ocupando por designación real un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas, y participando así en la revisión del texto constitucional elaborado por el Congreso.
En los años siguientes sigue publicando con frecuencia. De este período destacan sus novelas Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona. Ya consagrado como uno de los grandes escritores del siglo, durante las dos últimas décadas de su vida se sucedieron los homenajes, los premios y los más diversos reconocimientos. Entre éstos es obligado citar el Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Nobel de Literatura (1989) y el Miguel de Cervantes (1995). En 1996, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concede el título de Marqués de Iria Flavia.
Camilo José Cela, 1994
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
En A bote pronto, Camilo José Cela confirma su extraordinaria maestría en lo conciso. Escritos en «un tiempo en el que debemos ahorrar de todo, empezando por las palabras y las pulgadas», los textos aquí reunidos, que van desde la reflexión ética al arraigo lírico en la tierra natal, pasando por el humor escéptico y sabio y el abrupto o grotesco apunte carpetovetónico, muestran de forma deslumbrante la energía expresiva ajena a todo desfallecimiento y la inalterada autoridad moral del escritor.
Camilo José Cela
ePub r1.1
Titivillus 18.05.2020
Me hubiera gustado titular este rinconcillo que hoy comienza dando cabida en él al nombre de mi aldea, la residencia de mi asendereado corazón y quizá el más bello topónimo, con Finisterre y Extramundi, de todo el Occidente. Pero Latidos de Iria Flavia quedaba algo largo para un tiempo en el que debemos ahorrar de todo, empezando por las palabras y las pulgadas, y el lector amigo tampoco ignora ni olvida las resonancias de la eufonía del mapa gallego. Los latidos se escuchan en el corazón, es cierto, pero también en la memoria, en el entendimiento y en la voluntad. Eso, al menos, es lo que creo y así confieso en esta mi declaración de buen propósito y amor.
Sé bien que cultura es todo, al primer golpe de vista de la antropología, pero también sé que casi nada es cultura, desde el puesto de observación, desde el punto de mira de la filosofía. Ayer me permití mantener una obviedad de tomo y lomo: la de que el sendero saludable es el de la permanente y substantiva categoría, la exposición Galicia no tempo y ya su cascarón, el monasterio de San Martiño Pinario, y no el de la mera y trivial anécdota, la novelita La casa de la Troya y aun su caldo de cultivo, el estudiantado de Santiago de Compostela. Todas las anestesias son útiles para apartar al hombre de su propia libertad, suelen suponer algunos políticos con el apoyo de algunos glosadores, pero también todas las puertas y ventanas son aptas para salir huyendo de las rejas. La cultura es un mapa en el que están señalados todos estos huecos al exterior.
Coincidiendo con la toma de posesión del nuevo presidente, en los EE. UU. se ha escrito una página memorable de la historia negra y vergonzosa: a un inválido le cambiaron la silla de ruedas por la silla eléctrica, le dieron media vuelta a la llave y lo mandaron para el otro mundo. Así de sencillo.
Hace ya muchos años que me pronuncié sobre la pena de muerte y no he de volver ahora sobre mis razones para repudiarla, ya que lo único que pretendo es llamar moderadamente la atención sobre la innecesaria crueldad que supuso este ajusticiamiento nada ejemplar.
El reo paralítico tuvo un último gesto casi literario y, sin duda alguna, digno: los últimos metros que le separaban desde una silla a la otra los recorrió, por propio deseo, sin más ayuda que sus muletas. Quizá debiera remorderle la conciencia a alguien y quizá también alguien debería recapacitar sobre la gratuita crueldad administrativa.
A un funerario cartagenero lo pusieron en la calle por sus dotes zullencas ejercitadas, con harta desconsideración profesional y social, ante el gerente del tanatorio en el que trabajaba. En la carta de despido, su jefe le recrimina su actitud y le dice: Cuando se encontraba en mi despacho se volvió usted de espaldas y en una postura en la que le sobresalía el culo se tiró un pedo diciendo «pa vosotros».
No estoy muy ducho en derecho laboral pero tengo como muy probable que el suceso que comento no tenga demasiada fácil defensa por lo que, para mi cofrade, no pido justicia sino favor, dicho sea con los máximos respetos. El portavoz de la funeraria —ahora hasta las funerarias tienen portavoz, ¡viva el lujo!— manifestó a la prensa que el trabajador sancionado llevaba ya una larga temporada realizando «tal tipo de actos» con frecuencia; a esa figura, en castellano, se le llama perseverancia.
El lance fue tal cual queda dicho y a mí me parece que tampoco es para rasgarse las vestiduras ni para confundirlo con el fin del mundo. El funerario al que echaron a la calle quizá no sea más cosa que un artista para minorías, que un zullón incomprendido para el que, por solidaridad, pido clemencia.
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