Carlos Alberto Montaner - La última batalla de la Guerra Fría
Aquí puedes leer online Carlos Alberto Montaner - La última batalla de la Guerra Fría texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
Novela romántica
Ciencia ficción
Aventura
Detective
Ciencia
Historia
Hogar y familia
Prosa
Arte
Política
Ordenador
No ficción
Religión
Negocios
Niños
Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.
- Libro:La última batalla de la Guerra Fría
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
- Índice:5 / 5
- Favoritos:Añadir a favoritos
- Tu marca:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La última batalla de la Guerra Fría: resumen, descripción y anotación
Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La última batalla de la Guerra Fría" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.
Carlos Alberto Montaner: otros libros del autor
¿Quién escribió La última batalla de la Guerra Fría? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.
La última batalla de la Guerra Fría — leer online gratis el libro completo
A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La última batalla de la Guerra Fría " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.
Tamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Hace 20 años el mundo celebró con contagioso entusiasmo el hundimiento del comunismo. Ahora Carlos Alberto Montaner expone por qué esta derrota, simbolizada con el derribo del Muro de Berlín, fue «el resultado de las fallas del sistema, de su intrínseca improductividad, de la pobreza relativa que generaba, de la incomodidad y del sufrimiento provocados por la sinrazón y la constante represión policiaca». Y se pregunta por qué Cuba es «la excepción marxista-leninista en una época en la que ese modelo se extinguió por su propia crueldad e incapacidad».
«Tres generaciones consecutivas de cubanos no han conocido otra cosa que el Gobierno comunista de los hermanos Castro», afirma Montaner en La última batalla de la Guerra Fría. En estos 50 años de castrismo, los cubanos han visto cómo «el comunismo pudo, incluso, diezmar la industria azucarera, provocando que a principios del siglo XXI el país produjera la misma cantidad de azúcar que a fines del siglo XIX». Pero Montaner es optimista y defiende que «medio siglo de fracasos es un periodo demasiado largo para que cualquier persona medianamente inteligente pueda mantener la fe en ese minucioso desastre». Es un optimismo necesario para dar y ganar la última batalla de la Guerra Fría.
Carlos Alberto Montaner
Cómo y por qué se hundió el comunismo
ePub r1.1
jandepora 20.10.14
Carlos Alberto Montaner, 2009
Editor digital: jandepora
ePub base r1.1
computadoras?
Es una magnífica ironía que los soviéticos estén intentando adquirir 60 000 PC en el mercado norteamericano. Durante setenta años PC han sido las siglas de «Partido Comunista» y sinónimo de Moscú. Pero desde hace cinco sólo quieren decir Personal Computer y no recuerdan otra cosa que IBM o APPLE.
Y éste es sólo el aspecto simbólico de la humillación. Lo sustancial es que la URSS también ha perdido el tren de la informática, con todo la que eso significa para la acumulación, transmisión y modificación de los conocimientos. La computadora es mucho más que una máquina útil, y la cibernética es mucho más que una disciplina nueva, como en su momento pudieran ser la radiología o la física atómica. La informática es un increíble acelerador de avances tecnológicos sólo comparable a lo que supuso la aparición del alfabeto hace unos cuantos millares de años. El desarrollo y uso extensivo e intensivo de estas herramientas por la casi totalidad de la población juvenil y adulta de los Estados Unidos significa una prolongación de la hegemonía intelectual, científica y técnica de ese país sobre el resto del planeta, y una apertura aún más profunda de la brecha tecnológica que separa a Occidente de los países del Este socialista.
Por eso es que Moscú, desesperadamente, ha salido a comprar sesenta mil computadoras. Y no es que no sea capaz de copiarlas. Desde fines del siglo XVIII, cuando Pedro I se apoderó de la tecnología naval europea, la sociedad rusa ha mostrado una habilidad para reproducir objetos casi tan asombrosa como su inhabilidad para crearlos.
Por supuesto que los soviéticos tienen el know-how. De lo que no disponen es de tiempo. En el Kremlin se han dado cuenta de que cada hora transcurrida al margen de la civilización de la informática es una distancia mayor del liderazgo planetario. Y esa distancia puede hacerse absolutamente insalvable en el plazo de una generación, no sólo por el desarrollo de nuevas computadoras, sino por la incidencia de estos artefactos en todos los campos del comportamiento humano. Se cosecha, se pesca, se ordeña, se navega, se fabrica, se sana y —por supuesto— se mata y se guerrea con mucha mayor eficacia si se tiene acceso a las computadoras. Y mientras más haya, y mientras más gentes sean capaces de utilizarlas −exactamente como ocurrió con el alfabeto− más vertiginosos serán los cambios en dirección de la abundancia y el progreso. La quinta generación de computadoras engendrará la vigésima de energía nuclear o de cohetería o de máquinas fotocopiadoras y así hasta el infinito.
Esas sesenta mil computadoras nerviosamente ordenadas por el Kremlin, iban destinadas a otros tantos personajes de la nomenklatura política y científica del país, de manera que no perdieran el escaso y precioso tiempo de que la URSS cree disponer para poner en marcha su hoy temblorosa industria de informática y para familiarizar a toda prisa a la estructura de poder con un aparato que revoluciona la sociedad con mucha mayor fuerza e intensidad que los sangrientos tiroteos del 1917. Pero la URSS, por la torpeza de su sistema centralizado y por la rigidez de su burocracia, demorará veinte años en incorporarse a la era informática, como le ocurrió con los teléfonos, los automóviles o los televisores, porque lo trágico de la otra gran potencia, no radica exclusivamente en su esterilidad técnica y científica sino en su soñolienta parsimonia. Sólo que ahora la incapacidad para asimilar los avances tecnológicos al ritmo adecuado puede relegar al país a una inferior categoría. No sería la primera vez que esto ocurriera. Turquía y España padecieron el mismo fenómeno a partir del siglo XVI.
Este episodio −como el de la energía nuclear, los antibióticos o la navegación a chorro− es ejemplar: la URSS no existe como modelo de sociedad más allá de la fantasía de los pobres comunistas, criaturas divorciadas de la realidad donde las haya, y habitantes de un imaginario universo ideológico sin otra consistencia que la saliva y la tinta impresa. El país más grande de la tierra, con casi trescientos millones de habitantes, vive a remolque de los hallazgos técnicos y científicos de Occidente. Moscú es una colonia intelectual de Washington y del resto de los centros creativos europeos o japoneses. Es en los laboratorios y en las universidades occidentales en donde se decide el perfil y el sentido de la sociedad soviética, aunque los comisarios, entretenidos con la redacción de las chácharas marxistas y con el infinito modelaje de bustos de Lenin, lo ignoren por completo. Si una catástrofe natural borrara del mapa a los Estados Unidos, la URSS quedaría súbitamente descentrada.
Y ésta es una reflexión de la que tampoco deberían evadirse los despistados aspirantes a epígonos de Moscú: es imposible ser epígono de la URSS. La Unión Soviética es una copia torpe, tardía y remota de Occidente.
Ponerse bajo la tutela soviética no es escapar de New York, Tokio, Londres o Berlín, sino es filtrar esas influencias a través del cedazo soviético, y acabar adquiriendo la computadora treinta años más tarde. La URSS −para quien no le repugne el palo y el tientetieso− puede ser un modelo de organización policíaca, un excelente invento para sostenerse en el poder mediante el uso del terror, pero jamás podrá ser un modelo general de sociedad, simplemente porque esa nación importa de Occidente, y en especial de los Estados Unidos, absolutamente todas las tendencias que gobiernan los movimientos de su sociedad.
Occidente ha arrastrado a la URSS a todas las revoluciones serias y trascendentales de la época moderna. Desde la era nuclear a la ingeniería genética, pasando por la biomédica. Ahora, sencillamente, le tocó el turno a la revolución de la informática. Mañana será otra cosa, pero siempre, mientras no se modifique ese arcaico sistema, engendrador del carácter subsidiario de la sociedad soviética. Siempre habrá un
Tamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Libros similares «La última batalla de la Guerra Fría»
Mira libros similares a La última batalla de la Guerra Fría. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.
Discusión, reseñas del libro La última batalla de la Guerra Fría y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.