Dominique Lapierre - Un dólar cada mil kilómetros
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- Libro:Un dólar cada mil kilómetros
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1950
- Índice:5 / 5
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Un dólar cada mil kilómetros: resumen, descripción y anotación
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En el transcurso de 1949, Dominique Lapierre emprendió su primera gran aventura: cruzar el Atlántico con una beca de estudios cuyo propósito era motivar a los jóvenes estudiantes a enfrentarse a las dificultades de la vida. Tras un largo recorrido por Estados Unidos, México y Canadá, y varios meses de periplo, el joven Lapierre regresó a Francia y publicó el diario de esta singular andanza para la que recorrió treinta y dos mil kilómetros por toda América, con treinta y dos dólares en el bolsillo.
«Me siento feliz y orgulloso de decirlo: al abrirme las puertas del mundo, al despertar mi curiosidad, al obligarme a superar mis miedos de adolescente, ese primer gran viaje de mi existencia fue el regalo más bello que el cielo podía ofrecerme en el albor de mi destino. Gracias a él pude descubrir horizontes cuya magia nunca más abandonaría mis sueños. Imaginen por un momento tener dieciocho años y encontrarse de repente en medio de tiburones en el Pacífico mexicano, o en un barrio peligroso de Chicago, donde conocí aventuras que se grabaron para siempre en mi memoria. Al vivir las peripecias que se narran en este breve relato, al recorrer las carreteras del delirante itinerario que me llevó al otro extremo del planeta cuando no era más que un joven estudiante de secundaria, sentí que nacía en mi interior la vocación de trotamundos».
DOMINIQUE LAPIERRE.
Dominique Lapierre
ePub r1.0
Titivillus 15.04.15
Título original: Un Dollar les Mille Kilomètres
Dominique Lapierre, 1950
Traducción: Laura Paredes
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
«Al revelarme
la extraordinaria riqueza
del contacto humano,
esta aventura despertó todas
las ansias de descubrir
y de compartir que
dormían en el fondo
de mi alma».
DOMINIQUE LAPIERRE (La Rochelle, Francia, 30 de julio de 1931), periodista y escritor. Conoció en su infancia la ocupación nazi de Francia y al terminar la guerra su familia se instaló en los Estados Unidos. El periodismo le atrajo siendo muy joven, con sólo diecisiete años y gracias a la obtención de una beca de la «Asociación Zellidja» (Organización francesa que ofrece becas a jóvenes entre 16 y 20 para proyectos de estudios autónomos) recorrió más de 30.000 kilómetros por las carreteras de Estados Unidos. Como resultado de esa experiencia escribió un reportaje para Le Monde y también el que fue su primer libro: Un dólar cada mil kilómetros.
Se licenció en Economía Política en 1952 en la universidad estadounidense de Lafayette gracias a otra beca, la «Fullbright». En esa universidad será nombrado «Doctor honoris causa» en 1982. Pero no en la disciplina de Economía, sino en la de Literatura.
El 5 de abril de 1980 se casa con Dominique Conchon, que llevaba muchos años de colaboración en la asociación literaria que su esposo mantenía con Larry Collins. Ella es parte activa de los proyectos humanitarios de su marido en su amada India.
Obras en solitario de Dominique Lapierre:
- Un dólar cada mil kilómetros, 1950
- Chessman me dijo, 1960
- La ciudad de la Alegría, 1985
- Los héroes de La ciudad de la Alegría, 1985
- Más grandes que el amor, 1990
- Mil soles, 1997
- Luna de miel alrededor del mundo, 2003
- Un arco iris en la noche, 2008
- India mon amour, 2012
(En colaboración con Javier Moro —su sobrino—, Era medianoche en Bhopal, 2001. Y con Jean-Pierre Pedrazzini, Érase una vez la URSS, 2005)
Obras escritas conjuntamente entre Dominique Lapierre y Larry Collins:
- ¿Arde París?, 1965
- O llevarás luto por mí, 1968
- ¡Oh, Jerusalén!, 1972
- Esta noche, la libertad, 1975
- El quinto jinete, 1980
- ¿Arde Nueva York?, 2004
[1] De la primera edición, Éditions Bernard Grasset, París, 1950.
[2] Jovencísimo novelista francés de los años treinta.
[3] Trescientos mil quinientos euros.
[4] Famosas playas de veraneo en Francia.
[5] Treinta euros.
[6] Adiós, cariño. Nos veremos mañana.
[7] Un famoso político francés.
[8] Una canción muy popular de Bretaña.
[9] El mariscal Pétain era el jefe del Estado francés durante la Segunda Guerra Mundial. El general De Gaulle fue quien liberó Francia de la ocupación nazi.
[10] Famosa película que reconstruía la vida de San Vicente de Paúl.
[11] Gran líder político pacifista cuyo asesinato desencadenó la Primera Guerra Mundial.
A Talane, mi madre
Amberes. París. Finita la comedia
Se acercaba el último acto. Después de haber bordeado la costa para evitar las minas (habíamos recibido SOS de varios buques que habían explotado al chocar con una mina), el Mont Alta entró en el Escalda, Holanda. De vez en cuando se veían molinos a ambos lados. Anochecía.
Al día siguiente, domingo, llegamos a Bélgica. Cuatro semanas antes estaba en la catedral de Saint Patrick de Nueva York. Una niebla densa envolvía el río. Varias veces nos vimos obligados a detenernos y a hacer sonar la sirena, aquella sirena que yo había limpiado con tanto esfuerzo. Cada vez que veía el chorro de vapor que la ensuciaba, me sentía apenado.
Entre la bruma, distinguimos las formas de buques anclados. Lentamente fuimos remontando. Numerosos barcos de pesca descendían en sentido contrario. Pasamos por dos esclusas. El sol había salido. Teníamos frente a nosotros Amberes y sus gigantescas instalaciones. Observé aquel Mont Alta que me había servido de morada durante veintiún días. Me despedí de él. Atracamos y los representantes de la compañía subieron a bordo.
Era domingo. Imposible desembarcar; la aduana estaba cerrada. Llevé mis maletas a la cubierta y me despedí de todo el mundo. No necesitaba aduana porque no tenía nada a declarar…
El capitán elogió mi trabajo al representante de la compañía, un hombrecito jorobado con gafas, que me ofreció espontáneamente un billete de tren a París. También se ofreció a llevarme en su coche a la estación. Me deslicé con mis pesadas maletas por la pasarela, recorrí el muelle, me escondí detrás de un almacén. Vi a un aduanero que se paseaba arriba y abajo; me encontré con el representante, que me estaba esperando con su coche. Me volví una última vez y contemplé las luces del Mont Alta, que desaparecían en la noche.
Hacía un frío terrible. El representante de la compañía me dejó en la estación.
En la frontera francesa, un aduanero me preguntó:
—¿Más de cincuenta mil francos que declarar?
Me eché a reír. Tenía doscientos francos.
La estación del Norte de París. Me subí a un taxi. La carrera costó setenta y cinco francos. Entregué los doscientos francos que me quedaban al taxista. La vida era prodigiosa. Eran las seis y diez. Llamé al timbre de mi casa mientras contemplaba mis dos maletas en la penumbra de la escalera.
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