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Dominique Laporte - Historia de la mierda

Aquí puedes leer online Dominique Laporte - Historia de la mierda texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1978, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Dominique Laporte Historia de la mierda
  • Libro:
    Historia de la mierda
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1978
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Historia de la mierda: resumen, descripción y anotación

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Este inoportuno «resto de tierra», decía Freud, citando a Goethe…

Por una paradoja que comparte con el sexo, la mierda se rodea de un silencio que se desconoce si no se le compara con la medida de los discursos que suscita. ¿Quién creería, en efecto, que sobre este objeto de oprobio los hombres se hayan mostrado incansablemente locuaces, hasta el extremo de no prescindir ni de sus divinidades primitivas ni de las creencias que los animarían todavía cuando suponían haberse desprendido de la barbarie? ¿Quién creería, por ejemplo, que por una vulgar historia de excremento, la santa Iglesia católica haya rozado el cisma? Pero animado con banalizar: lo obsceno no reside donde se imagina, cuando la mierda es también ese objeto cuyo maestro amoneda el amor de sus sujetos. Algún día habrá que ir respondiendo a la pregunta «¿qué es un trono?».

Dominique Laporte Historia de la mierda ePub r10 Titivillus 180915 Título - photo 2

Dominique Laporte

Historia de la mierda

ePub r1.0

Titivillus 18.09.15

Título original: Histoire de la merde

Dominique Laporte, 1978

Traducción: Nuria Pérez de Lara

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

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El oro de la lengua, lustro de los scybalos

EL ORO DE LA LENGUA,

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La lengua habla así:

«¿Por qué soy tan bella?

Porque mi maestro me lava».

Uno no se lava sin maestro: en el fuego o en la lengua, por el bautismo o por la muerte, nadie puede purificarse si no está antes bajo la dependencia de una ley. Así es, porque está escrito:

En el verano de 1539, el 15 de agosto, día de María la purísima, la inmaculada preñada por el Verbo, aparece la ley de Villers-Cotterets, anunciación a Francia del verbo real, que consagra el uso del francés para la administración de la justicia, el registro del Estado Civil y la escritura de las actas notariales:

«Y para que no haya lugar a dudas sobre la interpretación de tales edictos, queremos y ordenamos que se hagan y escriban con tal claridad que no haya ni pueda haber ninguna ambigüedad o incertidumbre ni duda alguna sobre su interpretación.

»Y dado que dichas dudas provienen a menudo de la comprensión de las palabras latinas contenidas en los citados edictos, queremos, de ahora en adelante, que todos los edictos, así como cualesquiera otros procedimientos, ya sean de nuestra corte soberana o de cualesquiera otras subalternas o inferiores, tanto si se trata de registros, encuestas, contratos, comisiones, sentencias, testamentos como de otras diligencias de justicia o que de ella dependan, sean pronunciadas, registradas o expedidas a las partes en la lengua materna francesa y no de otra forma».

En el otoño del mismo año aparece un edicto que no ha conservado hasta hoy los mismos títulos de gloria. Conviene, por tanto, exhumarlo y, para no retener más que lo esencial, abandonarse entretanto, aunque sólo fuera un momento, a la insólita belleza de su lengua:

Edicto de noviembre de 1539.

Francisco, rey de Francia por la gracia de Dios, hago saber a los presentes y venideros que habiéndonos apercibido de que nuestra buena villa y ciudad de París y sus alrededores están en muy mal estado y arruinados y abandonados hasta tal punto que en muchos lugares no se puede circular tranquilamente, ni a caballo ni en coche, sin gran peligro e inconveniente y de que la tal ciudad y sus alrededores llevan así largo tiempo y sigue todavía tan sucia, tan llena de lodos, basuras, escombros y otros desperdicios que cada uno va dejando y abandonando diariamente ante su puerta contra todo buen juicio y contra las ordenanzas de nuestros predecesores de modo que causa gran horror y disgusto a toda persona de bien y de honor y provocan estas cosas un gran escándalo y vituperio humanos de los habitantes y transeúntes de nuestra dicha villa y alrededores, los cuales, por la infección y la fetidez de los dichos lodos, excrementos y otros desperdicios, están expuestos con el paso del tiempo, sin razón alguna; consideramos, por todas las cosas arriba citadas, y expuestas también por varias gentes de nuestro consejo y otras personalidades notables, que es necesario e imperioso poner en breve plazo provisión y remedio conveniente para el buen gobierno de nuestra dicha villa y alrededores, a la cual profesamos especial afecto, pues es la principal y más notable de nuestro reino; hemos establecido y ordenado, y por el presente establecemos y ordenamos por edicto perpetuo, estable e irrevocable, las cosas que aquí se siguen:

Art. 4. Prohibimos vaciar o arrojar a las calles y plazas de la citada villa y sus alrededores, basuras, agua de colada, agua infectada o de cualquier otro tipo, así como retener en las casas durante tiempo orines y aguas corrompidas o infectas; así, les instamos a acarrearlas y vaciarlas de inmediato al arroyo y echar luego un cubo de agua limpia para darles curso.

Art. 15. Prohibimos a toda persona, sea quien fuere, vaciar y arrojar a la calle pajas, basuras, aguas de colada, lodos u otras inmundicias, quemar éstas en la calle, hacer matar cerdos u otras bestias y les instamos, muy al contrario, a que estas basuras e inmundicias sean cerradas y puestas en sus casas en cestos y cuévanos, para que sean llevadas, después, fuera de la citada ciudad y sus alrededores.

Art. 21. Ordenamos a todos los propietarios de casas, hostales y pensiones donde no haya ninguna fosa de retrete que, inmediatamente, sin demora y con toda diligencia, la manden hacer.

Art. 23. Y, a este fin, queremos y ordenamos que los policías de barrio estén obligados, cada uno según lo crea más conveniente, a llevar y poner por escrito, en presencia de nuestro preboste de París y su lugarteniente criminal en el plazo de quince días después de dicha publicación, todas las casas de cada barrio donde no haya ninguna fosa de retrete y que en los ocho días siguientes sea mandada a los señores y propietarios de las citadas casas o a los conserjes y locativos para hacerles saber que están obligados, dentro de los tres meses siguientes después de la citada orden, de la que se hará registro, a hacer las citadas fosas de retrete, bajo pena de confiscación de las citadas casas.

Art. 24. Y queremos y ordenamos que, si hubiera transcurrido el plazo citado y los señores y propietarios no hubieran cumplido las citadas ordenanzas, tales casas, sin excusa alguna, serán puestas en nuestras manos, como adquiridas por nosotros y confiscadas sin otra declaración que la de los medios que se tomarán para los fines arriba expuestos.

Art. 28. Prohibimos e impedimos también a todos los carniceros, tocineros, horneros, panaderos, vendedores al pormenor, revendedores de volatería, polleros, taberneros, obreros, gentes de oficio y cualquier otra persona, sea cual fuere su estado o condición, mantener o hacer mantener, nutrir o alimentar en ningún sitio de esta ciudad o sus alrededores, a cerdos, cerdas, puercos, aves, pichones, conejos tanto para la venta como para el propio sustento y mantenimiento de la casa y fuere por el motivo, ocasión o circunstancia que fuere.

Art. 29. Ordenamos a todos los arriba citados que mantienen y alimentan en esos lugares dichos cerdos, cerdas, puercos, aves, ocas, conejos, que, sin ningún género de excusa, conduzcan, lleven o manden llevar dichos cerdos, cerdas, puercos, aves, ocas y conejos a alimentarse fuera de la citada ciudad y sus alrededores, bajo pena de confiscación de todas las cosas arriba dichas y de castigo corporal; les instamos también a todos a poner de manifiesto y a anunciar a la justicia todo lo dicho lo antes posible, de modo que, haciéndolo así, tendrán una tercera parte del beneficio mientras que, de no hacerlo, serán castigados con multas arbitrarias.

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