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Robert C. Knapp - Los olvidados de Roma

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Robert C. Knapp Los olvidados de Roma
  • Libro:
    Los olvidados de Roma
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2011
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Los olvidados de Roma: resumen, descripción y anotación

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En los libros de historia figuran los nombres de césares y emperadores pero - photo 1

En los libros de historia figuran los nombres de césares y emperadores, pero ¿quién era en realidad la población romana? ¿Cómo vivían? ¿Qué pensaban? Los olvidados de Roma da voz a la gente corriente: amas de casa, soldados, posaderos, mercaderes y gladiadores que constituyen el día a día de la capital del Imperio y a los forajidos y piratas que viven a sus puertas.

Robert Knapp, doctor en Historia Antigua y reputado divulgador, bucea en los usos y costumbres de los auténticos protagonistas de Roma y su imperio desde la época de Augusto, a principios del primer milenio, hasta la llegada al poder de Constantino tres siglos después. Les da voz a través de los vestigios que aún se preservan de sus palabras a través de la literatura, las cartas y las inscripciones, así como del retrato que de ellos hacen las élites en sus obras y poesía.

El libro muestra como la gente común buscaba prosperar y encontrar su sustento en unos tiempos difíciles en los que abundaba la enfermedad, el hambre y la violencia y en los que los poderes les oprimían e ignoraban. Los capítulos, dedicados a cada uno de los grupos sociales, revelan cuáles eran los lazos existentes entre ellos: la necesidad, la explotación, la esperanza y el miedo, y narra cómo los esclavos devienen en forajidos o por qué los hijos de los liberados acababan formando parte del ejército. En definitiva, ciudadanos invisibles de un imperio que cambió el mundo mientras daba forma a sus vidas.

Robert C Knapp Los olvidados de Roma Prostitutas forajidos esclavos - photo 2

Robert C. Knapp

Los olvidados de Roma

Prostitutas, forajidos, esclavos, gladiadores y gente corriente

ePub r1.0

jasopa1963 20.09.14

Título original: Invisible Romans

Robert C. Knapp, 2011

Traducción: Jorge Paredes

Diseño: Opalworks

Editor digital: jasopa1963

ePub base r1.1

ROBERT C KNAPP es catedrático emérito en Historia antigua de la Universidad de - photo 3
ROBERT C KNAPP es catedrático emérito en Historia antigua de la Universidad de - photo 4

ROBERT C. KNAPP es catedrático emérito en Historia antigua de la Universidad de Berkeley, California. Ha escrito varios libros y artículos académicos sobre la historia de Roma y especialmente de la Hispania romana.

Notas

[1] Magistrado superior de colonias y municipios. (N. del T.)

[2] Competición de lucha extremadamente violenta. (N. del T.)

[3] Túnica utilizada tanto por hombres como por mujeres, originaria de la Antigua Grecia. (N. del T.)

1. En el medio: hombres corrientes.

En el medio: hombres corrientes

La elite del Imperio romano —emperadores, senadores, équites, y la elite local de magistrados, concejales y sacerdotes— produjo la práctica totalidad de la literatura y del extraordinario material cultural que se conoce habitualmente como «romano». En consecuencia, el término «romano» implica aplicar la visión del mundo y la cultura de la elite para describir el mundo romano en su totalidad, como sucede cuando la gente escribe y habla de la «civilización romana» o de la «actitud de los romanos frente a las mujeres». Yo me aparto de esta tendencia y me fijo en cambio en la gente corriente, gente que está por debajo de los que se encuentran en los estratos superiores de la pirámide social y es generalmente invisible a ojos de éstos. Por «gente corriente» me refiero a toda persona libre por debajo de la elite y por encima de los pobres jornaleros o campesinos. Su mentalidad, desde su propio punto de vista, revela un rico mosaico de actitudes y actos, ya que llevan una vida apartada de la estrechez de miras de la aristocracia del Imperio. Aunque en algunos aspectos fundamentales su mentalidad es la misma que la de la elite —al fin y al cabo ambas formaban parte de una cultura global—, por lo general sus perspectivas y actitudes difieren de forma significativa.

La elite del Imperio se situaba en la cima de la pirámide socioeconómica romana. Para acceder a ella, una persona tenía que disponer de más de 400 000 sestercios (équites) o más de un millón de sestercios (senadores). Entre los aproximadamente 50 o 60 millones de personas que formaban parte del Imperio romano, tal vez 500 hombres adultos poseían tan enorme fortuna. Por debajo de éstos (pero en su mayoría muy por debajo) se situaba la elite de las ciudades del Imperio. Una media de 100 o 125 hombres adultos en cada una de las 250 o 300 ciudades del Imperio que se situaban por encima de la categoría de pueblo representaban otras 30 000 o 35 000 personas muy ricas. Dada la pronunciada gradación del mundo romano, esa elite en su conjunto ostentaba probablemente el 80% o más de toda la riqueza. Los propios romanos reconocían la escisión en la situación socioeconómica entre quienes formaban parte de la elite y quienes no, al denominar a los extremadamente ricos honestiores (los más honorables) y a todo el resto de personas libres humiliores (seres inferiores). «Todo el resto» era el 99,5% de la población.

Por debajo de los extremadamente ricos había un respetable número de personas que disponían de muchos menos recursos en comparación con los muy ricos, pero, en el peor de los casos, recursos suficientes para tener bastante asegurado el pan de cada día y, en el mejor, para gozar de un estilo de vida que les dejase tiempo libre suficiente para cultivar ciertos intereses sociales, políticos y culturales. Se trataba de modestos terratenientes, mercaderes y artesanos, soldados de éxito, así como de los financiados por estos grupos y por las elites (maestros profesionales, médicos, arquitectos, etcétera). Esos hombres y sus familias representaban alrededor del 25% del total de la población. Además de una cierta estabilidad en cuanto a sus recursos, la gente corriente comparte otra característica común. Todos ellos aprecian el trabajo, sean mercaderes, artesanos o campesinos ricos; comparten ese importante hecho socioeconómico que une sus actitudes a pesar de que el auténtico nivel de riqueza y la ocupación de cada individuo varíen enormemente. Ésa es la gente que me interesa. El reto es captar su mentalidad.

Actitudes sociales

Había muestras de jerarquía y posición por doquier. Por ejemplo, la donación de 100 000 denarios por parte de Manio Megonio Leo, ciudadano de la ciudad italiana de Petelia (actual Strongoli), para una fundación tenía que invertirse y sus rentas tenían que ser distribuidas jerárquicamente: una renta anual de 450 denarios se destinaba a la celebración del aniversario de su nacimiento. Trescientos denarios financiaban un banquete, pero únicamente para la elite local, los decuriones; tras la celebración del banquete, la cantidad sobrante de los 300 denarios se distribuía en efectivo entre los decuriones presentes. Además, se destinaban 150 denarios a un banquete de los augustales, la clase dominante sacerdotal formada por hombres libres adinerados, y el remanente se repartía entre los augustales presentes. Por último, cada ciudadano y su esposa recibía un único denario, equivalente al salario diario justo de un trabajador; no había banquete (ILS 6468). Este tipo de donaciones escalonadas reflejaba muy claramente la jerarquía social, mucho más que la situación de los asientos de los anfiteatros. Al vivir en un mundo absolutamente estratificado, la clase media estaba impregnada de una de las actitudes básicas de esa forma de vida: tratar a los iguales como iguales, aprovecharse de los miembros de clases inferiores cuando era posible y respetar siempre a quienes estaban por encima. La mente del individuo se centraba en evitar el propio daño, tanto físico como mental, y en dañar a los otros —en términos romanos, defender su honor y su posición lesionando el honor y la posición de los demás, impidiendo al mismo tiempo que los suyos disminuyesen a manos de aquellos considerados inferiores—. La subordinación a un ser inferior o la asimilación por activa o por pasiva de un superior a un grupo social por debajo del suyo (por ejemplo, los esclavos) era algo horrible. Ante quienes eran manifiestamente superiores (elite) o manifiestamente inferiores (esclavos), la mentalidad era mucho más clara que entre iguales. Entre estos últimos había enormes diferencias de posición y poder, pero no existían signos evidentes de subordinación o superioridad «legítimas». Era en ese mundo donde las afrentas al honor, las hostilidades y las rivalidades se producían de manera más intensa.

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