Steven Mithen - Arqueología de la mente
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- Libro:Arqueología de la mente
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1996
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Arqueología de la mente: resumen, descripción y anotación
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Arqueología de la mente — leer online gratis el libro completo
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Para mis hijos, Hannah, Nicholas y Heather
La evolución de la mente humana ha necesitado millones de años. Es el producto de un proceso largo y gradual sin meta ni dirección predestinadas. Durante la fase final de los últimos 2,5 millones de años de ese proceso, nuestros antepasados dejaron huellas de su conducta, en forma de útiles líticos, de restos de alimentos y pinturas rupestres. Y sólo al final de aquel periodo, hace sólo unos 5000 años, dejaron registro escrito. Es evidente, pues, que si queremos comprender la evolución de la mente tendremos que concentrar la mirada en nuestra prehistoria, ya que fue entonces cuando aparecieron los rasgos distintivos de una mente humana, como son el lenguaje y una inteligencia avanzada. Comprender el funcionamiento de la mente nos permitirá discernir lo que significa ser humano. Espero, pues, que esta Arqueología de la mente sea de interés para los arqueólogos y los psicólogos, pero también para todo lector medianamente curioso y reflexivo.
He intentado escribir un libro que permita incluso a aquellos lectores que nunca hayan oído hablar de un australopiteco o de un hacha de mano acceder a la evidencia de la prehistoria. Pero este libro también pretende ofrecer una nueva teoría explicativa de la evolución de la mente. El personal universitario llamado a juzgarla querrá verla sustentada al detalle, un nivel que seguramente resultaría aburrido para el lector medio. De modo que, para los académicos, incluyo notas adicionales relativamente extensas en apoyo de las afirmaciones y razonamientos que aparecen en el texto. Estas notas también serán de utilidad para aquellos estudiantes que deseen profundizar en las complejidades del registro arqueológico y de la evolución humana.
Si bien la evolución de la mente fue un proceso lento y gradual, existieron asimismo acontecimientos decisivos que la determinaron. Este libro ha evolucionado también de una forma gradual, pero ha sido posible asimismo gracias a tres acontecimientos decisivos. Sin ellos, este libro no se habría escrito o bien, al igual que la mente, se habría quedado estancado en un estadio bastante primitivo. Mi interés inicial por el conocimiento de la prehistoria se despertó con la lectura de la obra del arqueólogo norteamericano Thomas Wynn, y en 1998, mientras disfrutaba de una beca de investigación en el Trinity Hall de Cambridge, tuvo lugar el primero de aquellos acontecimientos decisivos. Un día, a la hora de comer, el decano de la facultad, sir John Lyons, me preguntó de forma casual si habla leído The Modularity of Mind de Jerry Fodor. Como no lo había leído, lo hice de inmediato. Y de este modo quedó sembrada en mí una determinada idea de la prehistoria de la mente, aunque se quedó ahí, sin apenas desarrollo, durante otros seis años. Más tarde —el segundo acontecimiento—, una noche de abril de 1994, siendo ya profesor de la Universidad de Reading tras abandonar Cambridge, fui a cenar con Leda Cosmides, John Tooby y Michael Jochim a un restaurante de la playa de Santa Bárbara, California. Leda y John me bombardearon con sus ideas acerca de una psicología de la evolución, y me dieron una lista de libros para leer, los cuales resultaron cruciales para el desarrollo del mío. Por último, pocos meses después, junto con mi colega Mark Lake, nos dirigíamos a mis excavaciones en Escocia cuando nos detuvimos a cenar en una estación de servicio de la autopista, la M6, ya de noche. Hablamos de arqueología, de la mente y de ordenadores, y comprendí que era el momento de sacar la prehistoria de la mente de mi cabeza para plasmarla sobre papel.
La oportunidad para ello se presentó de la mano de mis colegas del Departamento de Arqueología de la Universidad de Reading, porque fue gracias a ellos que pude gozar de una excedencia entre los meses de enero a marzo de 1995 para poder redactar el primer borrador de este libro. Agradezco a mis colegas de Reading aquel periodo de excedencia, y el marco sumamente agradable y estimulante que supieron crear desde que me uní a ellos en 1992 y que me permitió desarrollar mi versión de una arqueología cognitiva. Richard Bradley, Dick Byrne y Clive Gamble se ofrecieron amablemente a leer el manuscrito, formulando críticas sumamente pertinentes y animándome con palabras de aliento.
Mientras redactaba el libro, muchos colegas me ofrecieron nuevas referencias, materiales inéditos y buena parte de su tiempo, a veces sólo unas cuantas palabras durante una conversación, pero que tuvieron para mí, sin ellos saberlo, un valor inestimable. Otros me ofrecieron su ayuda en mi investigación de las mentes del pasado durante mi estancia en Cambridge y en Reading. Quisiera dar las gracias concretamente a Leslie Aiello, Ofer Bar-Yosef, Pascal Boyer, Bob Chapman, Michael Corballis, Leda Cosmides, Nyree Finlay, Bill Finlayson, Robert Foley, Chris Knight, Alexander Marshack, Gilbert Marshall, Paul Meliars, Richard Mithen, Steven Pinker, Camilla Powers, Colín Renfrew, Chris Scarre, Rick Schulting, John Shea, Stephen Shennan, James Steele, Chris Stringer y Thomas Wynn. A lo largo de todo el proceso, Mark Lake ha hecho de «caja de resonancia» de mis ideas, y por ello le estoy enormemente agradecido. También estoy en deuda con el personal editor de Thames & Hudson por la ayuda que me prestaron durante las últimas fases de la redacción. Y quisiera agradecer a Margaret Mathews y a Aaron Watson sus dibujos a pluma. El grueso de la redacción de este libro lo realicé en la mesa del comedor de mi casa en medio del bullicio de mi vida familiar. Por lo tanto, todo mi agradecimiento a Site, mi esposa, y a mis hijos, por haber aguantado las pilas de libros y el constante teclear del ordenador. Dedico este libro a mis hijos Hannah, Nicholas y Heather, en agradecimiento a sus mentes jóvenes, vivas y radicalmente modernas.
¿Por qué preguntar a un arqueólogo sobre la mente humana?
La mente humana es intangible, una abstracción. Pese a más de un siglo de estudios sistemáticos de psicólogos y filósofos, sigue eludiendo toda definición y descripción precisa, y, sobre todo, una explicación. Los útiles de piedra, los trozos de hueso y las estatuillas talladas —la materia prima de la arqueología— poseen otras cualidades. Pueden pesarse y medirse, o pueden ilustrarse en libros y en diapositivas. No se parecen en nada a la mente, si no es por el profundo sentido de misterio que los rodea. Entonces ¿por qué preguntar a un arqueólogo sobre la mente humana?
Existen bastantes aspectos de la mente que nos intrigan. ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué es la consciencia? ¿Cómo puede la mente humana crear arte, hacer ciencia y creer en ideologías religiosas cuando en nuestros parientes más próximos, los chimpancés, no se encuentra ni rastro de esas actividades? Y de nuevo nos preguntamos cómo puede ayudarnos un arqueólogo, con sus viejos utensilios, a responder a estas cuestiones.
La tarea parece más propia de un psicólogo que de un arqueólogo. Porque el trabajo de un psicólogo consiste precisamente en estudiar la mente, valiéndose por lo general de ingeniosos experimentos de laboratorio. Los psicólogos exploran el desarrollo mental de la infancia, las disfunciones del cerebro y las posibilidades de lenguaje en el chimpancé. A partir de esas investigaciones están en posición de ofrecer respuestas al tipo de preguntas que planteábamos más arriba.
También se podría abordar a un filósofo. La naturaleza de la mente y su relación con el cerebro —el problema mente-cuerpo— ha sido un tema recurrente de la filosofía desde hace más de un siglo. Algunos filósofos han intentado encontrar evidencia empírica, otros sencillamente han consagrado al tema su notable intelecto.
Cabría interrogar igualmente a otros especialistas. Tal vez a un neurólogo, alguien que puede conocer lo que realmente ocurre en el cerebro; quizás a un primatólogo con conocimientos especializados sobre chimpancés que viven en su medio natural, no en laboratorio; o tal vez a un bioantropólogo capaz de analizar fósiles y, a través de ellos, los cambios de tamaño y forma del cerebro durante el curso de la evolución humana; o a un antropólogo social, que estudia la naturaleza del pensamiento en sociedades no occidentales; o quizás a un ingeniero de informática creador de inteligencia artificial.
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